sábado, 4 de septiembre de 2021

Lo que ha querido decir es esto

Lo que ha querido decir es esto. Y todo lo que viene detrás, no sé si os ha pasado alguna vez, tiene algo que ver, pero se deja lo fundamental. A mí me ha pasado innumerables veces. Ni os cuento lo que he escuchado en clase cuando le pido a algún alumno: "Dilo con tus palabras." Entre sus palabras y las mías la distancia es exactamente la misma que entre el noúmeno y el fenómeno. Pero hay más. El alumno suele creer que trata directamente con la realidad, tal cual, con los noúmenos. Él sí tiene acceso a la verdad. Es sorprendente. En su favor diré que algunas veces ocurre que dicen cosas sorprendentes, que ni ellos mismos saben de qué hablan. 

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El artículo del miércoles de Gregorio Luri, "Digno de descubrir el mundo", es precioso y sincero, toca temas a reconsiderar continuamente. Repetir no estéticamente. Más que repetir es reiterarse en la pérdida lo que le ocurre al estético. Y en el fracaso. Por recordar un poco, una vez más, el estético lo que hace es buscar en el mundo lo que no puede dar el mundo y así se desespera una y otra vez, buscando novedades en lo mismo, es decir, donde ni las hay, ni se las espera. Es un aprendizaje lamentable por el que parece que hay que transitar. Antes los adolescentes lo caminaban antes. Llegaban pronto las responsabilidades y les tocaba despabilar. Hoy lo retrasamos, en el mejor de los casos.

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La profesionalización de todo es un absurdo. Tomar por bandera la "profesionalidad" es ridículo. Son, además, los mismos que se quejan de la burocratización de ámbitos en los que los papeles dicen poco. Son los mismos, pero no se dan cuenta del error y de su contradicción. Hay tareas que no se pueden profesionalizar. Ser madre, ser amigo, ser esposo, qué sé yo. Actividades humanas fundamentales que no tienen profesión adecuada porque no hay técnica para ellas. Solo tristes remedios que pasan de generación en generación sin cuestionar. No diré lo que estoy pensando, porque me echan. Si por profesionalidad se entiende rigor, humanidad, criterio, densidad, buen hacer, incluso pasión, entonces correcto. Vale tanto para el médico como para cualquier madre del mundo mundial, con o sin título. A ver si entendemos de una vez que no hay técnica adecuada para todo en la vida. A ver cuándo lo entendemos. Y nos dejamos de mandangas y chufas, y bonitas palabras que esconden lo que no se quiere decir de verdad. 

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La relación entre el intelectual y la sociedad resulta compleja. O dejan de serlo cuando se ponen a transmitir para todos. O quedan encerrados en la masa que adora a gente lista y con títulos que dice lo que ellos quieren oír, creyéndose listos y sin títulos. De verdad, es un problema. No es que los libros se caigan de las manos. Es que el intelectual los abandona. Y luego se dedica tristemente a rastrear frases que puedan ser surgentes, sin decir directamente lo que piensa. El aforismo y la caja de los doscientos cuarenta caracteres no comparten idéntico género literario. ¡Con lo bonita que es la literatura!

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Si una persona lee algo que he escrito sin nombre y me reconoce, mal. Si lo escucha de otra persona leído y piensa que es mío, peor. Es una pena tener un tono tanto oral como en palabras. Lo que yo daría por remendarme. Creo que durante una temporada voy a leer clásicos y hacer como los aprendices: imitarlos. Lo que tengo que intentar, como sea, es volver a frases cortas y eliminar algunos nexos a los que recurro en demasía. 

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El día 1 las editoriales sacaron sus novedades de mes. No digo más. No hace falta decir más. A buen entendedor, diente por diente. Por ahora muerdo el polvo, me mantengo en mis trece. He contado una docena de especial interés y otro tanto sugerentes. Tres en concreto me parece que son fundamentales. Uno de los autores está en mi retina pendiente desde hace años. El problema es que los que sigo más de cerca -como puedo- hacen continuas referencias a él y están en clara deuda, aunque superándolo. Como si hablaran del escalón anterior en el que ya no están. Por eso me da pereza. Y la verdad es que las veces que ido un paso atrás en algunos autores he descubierto que no era tan fiero el león como lo pintaban. Así que permanezco conmigo mismo en el debate. Si tuviera tiempo infinito lo intentaría. El que tengo, por ahora, lo pierdo escribiendo así. 

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El tiempo es relativo. Lo sé gracias a S, L, M, D, P, I... ¡Qué les pasa que dan siempre el doble, llegan horas antes, recorren una veintena de kilómetros más que el común de los mortales! En la media de tiempo estoy por debajo de la mitad. Seguro. Es lamentable. Esto en clase cualquier profesor lo puede comprobar: la atención multiplica el tiempo por dos. 

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Cualquier persona puede sufrir con sentido y dar la vida por amor. Cualquier persona que ame, claro. Es el mejor de los diagnósticos. ¿Moriría por...? Entonces amo. Pero morir de morir, no morir de otras cosas. Que las metáforas no valen para todo. 

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El ojo es peculiar. A propósito de una cosa de esta semana, he buscado por ahí tesis doctorales (de biología fundamentalmente) sobre el ojo. Son impresionantes y yo aquí sin saberlo, usándolos continuamente. Esto es la mayor de las ingenuidades posibles. Estar delante de algo y no verlo. El ojo propio es la prueba de ello. E, insisto como otras veces, que la búsqueda más abrumadora que hace la subjetividad es la de la propia objetividad. ¡Qué jaleos trascendentales tan chulos!

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Cuando escucho "valor" entiendo "rebaja de contenido". Prestad atención a lo que quieren decir los que hablan de "educación en valores" o los "valores de..." y os daréis cuenta de que no hay nada que realmente convenza en ellos. Sin embargo, en el origen de "los valores" se encontraban realidades objetivas de valor incuestionable y evidente. Por eso se llamaron "valores", como cosificándolos. Hoy los tratamos como motivos para dirigir la subjetividad a que acepte algo que parece que se resiste a considerar como tal. Algo así como insistirle a alguien que está viendo el color amarillo que es el color amarillo y comprobar que él se niega a aceptarlo inmediatamente y pone trabas, debate, dialoga... ¡Que es amarillo! ¡Por favor! Pues con los valores ocurre lo mismo. Han perdido su capacidad de mostrarse, de evidencia, de convencimiento. 

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Trasmitir convicciones se ha vuelto rechazable. Salvo que sean las opiniones predominantes del discurso que sirve de amalgama social. 



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