jueves, 23 de septiembre de 2021

ÉTICA A NICÓMACO. Libro I,7 (Día 12)

Aristóteles se puso intenso ayer una vez más con los fines en sí mismos y los otros fines que, no siendo tales, pueden tomarse como tales. O sea, que hay un único fin para la persona y el resto deberían ser solo medios ajustados a tal propósito. Todo un programa de vida escrito en pocas líneas y dicho de sopetón. Lo que yo me pregunto, sin mala intención, es cómo se descubre ese fin y por qué camino, porque ese fin es lo que se denomina "sentido de la vida", que por muy personas que seamos todos a nadie resulta fácil encontrarse en semejante sendero. A decir verdad, lo que abunda es la desorientación y, en el mejor de los casos, ir diciendo que hoy se vive feliz y que cabe esperar que mañana también, aunque no se tenga ni idea de lo que se está diciendo. Es decir, el ideal que hoy se propone es el de no despertarse demasiado del plácido adormecimiento de lo inmediato y de las rutinas. 

Continúa el filósofo cuestionando cualquier posible autarquía, que es, dicho de otra manera, autosuficiencia elemental. Un concepto que ha triunfado, triunfa y triunfará porque, en definitiva, lo que encumbra es una vida sin vida, una vida sin nada más que sí misma, una vida donde nada moleste, y, como los seguidores de esta doctrina terminan diciendo, o por donde empiezan realmente todo este desastre, ni uno mismo sea impedimento alguno a la doctrina. Algo que tomado extremadamente, como suele suceder, termina siendo una lucha a muerte. 

Frente a esto, el noble intento de Aristóteles es reconducir la imagen que la persona tiene de sí misma. Y ha calado. Somos seres sociales por naturaleza. Podríamos decir que, con arraigo, nuestra condición es una condición compartida, vivida mutuamente, experimentada en común. Lo cual es un paso de gigante, que sí que tiene fundamento concreto en la cotidianeidad que puede revisar cualquier persona consigo misma, incluso en lo superficial y más básico. Esta condición social la toma, no como fruto de una historia que por tanto generaría una deuda con las relaciones más próximas, sino por naturaleza, es decir, mucho más allá de uno mismo y en mutua dependencia. No es un individuo que se mira a sí mismo y lo más próximo, sino la naturaleza que, como en el Banquete de Platón se insinúa ya, se ha desperdigado, dividido, fragmentado y esparcido por doquier en humanidades particulares, pero insuficientes por sí mismas. Espero que esto se comprenda bien. Para no decir muchas tonterías fáciles. 

El mismo Aristóteles, que intuye que esto va mucho más lejos de lo que conviene a una razón prudente, acto seguido quiere frenar su extensión. Con qué argumento. Pues simplemente anota lo siguiente: 

No obstante, hay que establecer un límite en estas relaciones, pues extendiéndolas a padres, descendientes y amigos de los amigos, se iría hasta el infinito. 

Y, efectivamente, amigo viejo, así es y así debe ser. ¡No pongas puertas de conveniencia y control al amplio campo de la humanidad! Pero sigue con otras cosas. 

Se trata la autarquía, con moderación, en la autosuficiencia de lo básico y elemental, en relación con las cosas más bien. El peligro queda ahí identificado. En una moderación del uso de la realidad y del mundo, en una moderación de la relación finalista con las cosas que nos rodean y en la composición de una salvaguarda para lo fundamental. Es decir, autarquía respecto al mundo y, nuevamente, en nada en relación a la vida. La vida, la persona, el núcleo fundamental de la ética, queda muy al margen de todo esto. Y ahí, está claro, no hay autarquía alguna, sino vinculación, apertura y alianza. 

Repito una vez más la confusión que hay aquí entre más y mejor, entre cosas y vida. Y cómo aplica sin razón alguna, ni explicación, el término felicidad a unas y otras. Porque es manifiesto para él que, con semejante aparato intelectual, termina siendo la felicidad algo perfecto y suficiente, que prefiere entre los bienes el mayor, que presenta el mayor de los bienes -tomados como cosas- como el mejor. Lo cual, para nada es cierto. 

Continúa aclarando Aristóteles qué es eso de felicidad, pese a ser lo más reconocido por todos, lo más evidente, según él. Y engancha con la "función del ser humano". Si se conociera bien ésta, terminaría por ser evidente qué es la felicidad. Como si de una máquina se tratara, como si fuese un reloj, entonces la felicidad sería dar la hora en su justo momento, con acierto y sin desviación alguna. Para conocer lo específico del ser humano, para lo que haría falta una larga investigación de la que no nos puede despistar la afirmación histórica sobre la razón sin más, la razón desvalida y desgajada de lo humano, el mejor camino se ha dicho hasta la saciedad que es el conocimiento de uno mismo. Sin embargo, convendría añadir mucho más a semejante pobreza, aunque la preocupación inicial, eso sí, pueda ser uno mismo. Lo radicalmente humano en alguien que busca lo auténticamente humano con sinceridad no podrá encontrarlo finalmente en sí mismo, sino en el otro. Si no fuera así, no buscaría nada. El principio puede ser el propio conocimiento, en uno mismo. Pero ni de lejos eso será un final en atención al mismo principio de quien busca conocer lo que no sabe. 

Me agrada mucho, y lo digo más que hedonistamente, la expresión "captar esencias". Esa búsqueda es mucho más que la descripción infinita y cambiante de todo lo demás y pretende encontrar, confiadamente, lo que realmente fundamenta y otorga sentido. Ese es el conocimiento de la verdad que la verdad en verdad busca. 

Diría más, por lo que voy entendiendo, que no es lo mismo comprender la esencia de algo que la totalidad. Lo dejo por aquí apuntado, para que nadie se confunda. Que acercarse a la esencia de la realidad, sea cual sea, no es el conocimiento de todo lo que esa realidad es, puede ser y ha sido, es decir, no es el cerramiento y la clausura de la realidad, sino probablemente al revés, la apertura de quien conoce a una novedad no esperada del todo quizá y, también, la apertura de la realidad a sus posibilidades más propias. Conocimiento de esencias y amor tienen mucho que decirse como formas cercanas de una persona responsable en el mundo, inserta en la realidad, real como ellas. 



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