domingo, 12 de septiembre de 2021

ÉTICA A NICÓMACO. Libro I,1 (Día 01)

Aristóteles está por explorar. Sin duda, un referente del pensamiento, de enorme repercusión por su doctrina sobre la acción. El dato de partida más significativo, de carácter biográfico, está en su conexión con Sócrates y Platón. Formado en la Academia, termina fundando el Liceo. Atenas lo acogió y lo cuidó, sin despejar sobre él ciertas reservas, ni levantar restricciones. Pero está claro que el maestro le dio todo. Empezando por el lenguaje y la visión. De los dos, Aristóteles hizo suya especialmente lo visto con sus propios ojos. Más o menos. 

Comienza la "Ética a Nicómaco" (EN) apelando al bien con una afirmación sublime y rotunda, de altura. 

Todo tiende al bien. 

πᾶσα τέχνη καὶ πᾶσα μέθοδος, ὁμοίως δὲ πρᾶξίς τε καὶ προαίρεσις, ἀγαθοῦ τινὸς ἐφίεσθαι δοκεῖ: διὸ καλῶς ἀπεφήναντο τἀγαθόν, οὗ πάντ᾽ ἐφίεται. 

¿Todo, Aristóteles? ¿Todo?

Su misma expresión revela que no. De momento no. Quien comienza a hablar no es "todo", ni siquiera una "parte". Quien comienza a hablar se llama con nombre personal y propio. Lo mismo que quien lee lo hace con nombre personal y propio. De eso se trata. De esta frontera no trazada explícitamente, aunque dicha sin querer. No es "todo" lo que tiende al bien, sino probablemente, con sus propias palabras, el conocimiento -la técnica y el método- y la acción -la propiacción y la transformación-. Es decir, no "las cosas" que configuran el mundo como rodeándonos, sino la vida, la persona. Y, en la persona, lo fundamental en ella, aquí reducida, ciertamente, a lo esencial. La dilucidación de estos campos está en germen, pero marcará decisivamente la historia de Occidente. Ahora sí, toda persona, todos lo han recibido así. Viven así. Bajo el imperio del conocimiento y la acción. 

No queda clara, por eso es un "parecer meramente", la dirección, la finalidad a la que se orientan. Parece que buscan un bien. Y sería maravilloso poder considerar así siempre la acción, salvo por la barbaridad que se dice, como no se entienda bien. Lo que Aristóteles quiere decir es que la persona entera, antes que su conocimiento o su acción, persigue "lo bueno", en palabras de su maestro. De tal modo lo ansía y anhela que no puede prescindir de ello y se traduce, en efecto, en una vida vinculada a la verdad y en permanente dinamismo, lo cual puede ser perfectamente entendido como luz e intemperie, quedando así una imagen bastante bucólica. 

El bien antecede como demanda a la conciencia de su presencia o su ausencia, hasta el punto que esencialmente compone estructuralmente al ser humano, a la persona en su reclamo. Si entiendo bien a Aristóteles, incluso se diría que antes de la llegada de cualquier mal. Esto es, más por deseo que por miedo. Pero insisto, no son las cosas. Las cosas carecen de este principio fundamental. Los astros del cielo no se preocupan en absoluto por el fin y no andan en diálogo tras ningún bien o tipo de bien. 

Existe un fin supremo, superior. No es la "meta", sino que Aristóteles lo describe, siempre por tanto "viéndolo" de algún modo que aquí no cuenta, como tensión, como lazo que sujeta, como cuerda que atrae. 

Y siempre he pensado que esta es la razón del método y su importancia. El camino, a la postre todo camino sea este o aquel, orienta o limita en esta o aquella vía, tiene un "hacia" que lo condiciona todo, que lo moldea o formatea. El método es, por lo mismo, la dirección que ofrece posibilidades y permite la definición. Trata el nexo entre fin y de-fin-ición.

Sigo. El otro punto sorprendente es que, bien leído, lo que Aristóteles dice -mirada que hemos perdido, dificilísima de recuperar- viene a ser de una objetividad increíble para hoy. El fin se da en las cosas mismas. No lo pone nadie mediante el uso. Está en la realidad, en cada realidad. Y el mero hecho de tener contacto con ella, del modo que sea, empujaría a la persona en alguna dirección. 

Esto, que suena a barbaridad, quizá no lo sea tanto. ¿No tiene la realidad un poder de imponerse, no ofrece posibilidades que antes no eran contempladas? En español, ¿no se van los ojos, no se queda el corazón con lo que se escucha? A mi entender, es una cuestión ética que el subjetivismo exacerbado de la modernidad y lo que viene después ha olvidado y no le presta ninguna atención. Al menos aquí tenemos un punto de contraste importantísimo, que permite considerar científicamente algunas cuestiones éticas. 

No es la persona la que da, la que ofrece -sin más- sentido a la realidad. Eso puede ser un juego estético de los primeros momentos del espíritu en el mundo, cuando va conociendo cosas nuevas para él, pero viejas en todos los sentidos. 



 

6 comentarios:

  1. Muchas gracias por la reflexión. Voy a pensarlo despacio, como leyéndolo por primera vez. Gracias por la iniciativa.

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    1. Muy agradecido por tu comentario. Y muy orgulloso de profesores de la que siempre será mi Universidad. Creo que es necesario salir de la vorágine de las noticias y de las causas, y pensar. Aristóteles será, sin duda, buen compañero. Y habrá que vivir empujando hacia el bien, como se pueda.

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  2. Esa frase que lanzaste ayer domingo, leída al final del día, caída sobre mi parte de tierra batida, era demasiado provocativa para no pensarla un poco. Como invitas a dialogar, te envío lo que me ha sugerido leída como si nada antes ni nada después supiera que Aristóteles escribió y recibiera por vez primera este libro.

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  3. La frase inicial de la Ética Nicomáquea de Aristóteles es una invocación que pone toda la galaxia de letras e intenciones del escrito en movimiento exclusivamente hacia ese bien y a la vez mira al origen de dichas palabras y pensamientos, expresando gratitud a su maestro, de donde proceden originalmente.

    La primera frase nicomáquea pone también con una sola pincelada a todo el cosmos en movimiento, una tendencia que expresa de nuevo –como en su propio texto que parte de la gratitud y dirige al bien todo lo que escriba- una puesta en marcha y una intención para todas las cosas que puedan existir. Incluso aquellas cosas fabricadas para hacer el mal sufren una fuerza interna que las quiere devolver a su tendencia más profunda, universal y sempiterna al bien.

    Y es difícil distinguir entre las cosas como obras y las cosas ajenas a la acción humana porque en cierto modo cuando conocemos algo lo recreamos -con una sucesión y combinación compleja de significados-, lo iluminamos, entramos en su interioridad entrañándolo de estructura de razón, imaginación y humanidad. Todas las cosas al ser conocidas, son profundamente obra humana y las que aún no hemos descubierto desbordan espera. Cada poema escrito sobre una estrella se incorpora a lo que ella es. No hay cosa en el cosmos que no esté revestida e imbricada de razón y libertad humana.

    Las personas tienden a algún bien que se gradúa o dispersa en distintos tipos y eso parece, pese a las dolorosas muestras continuas de caer en el mal. Donde parece no haber duda es que las cosas sí tienden todas al bien y no depende de su libertad, elección ni arte porque, careciendo de ellos ni esperando muchas de esas cosas a un sujeto que pueda ejercer sobre ellas influencia o ni siquiera sospeche su existencia –el agua de los satélites de Júpiter, la última estrella que será descubierta-, esa tendencia está imprimida en sí mismas. El bien es la última estructura de cada cosa del universo y de todo el universo como cosa que es al formar un único sistema.

    Las tres estructuras ontológicas clásicas, que son materia, vida y razón, y que han seguido temporalmente una sucesión gradual de aparición –de la materia surgió la vida y de la vida la razón humana como nueva estructura de todo el universo, más profunda que las dos anteriores-, tienden hacia una cuarta, el bien, que no solo lo integra todo, sino que está en el origen de cada una de las cosas, en su interior más profundo, desde donde ha desplegado la materia –porque la materia misma no puede tender al bien, sino que el bien tiene que ser anterior y engendró la materia-, la vida y la razón. Forma un ciclo de origen y espera, una estructura cíclica de envío e invocación. El bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden porque el bien es la estructura más profunda de cada cosa y como lo es también del todo no solamente está dentro sino anterior y posterior a él.

    La primera y última estructura cósmica es el bien, necesariamente anterior y posterior al cosmos mismo porque como cosa que es también tiende entero hacia el bien desde lo más interior de sí. Pero el bien no es algo en sí mismo, sino que solamente puede ser de alguien para alguien. Si todo tiende al bien hay un alguien anterior a todas las cosas y al todo como cosa, hay un destinatario y, inevitablemente, debe haber un alguien que reciba el bien al que tiende el todo como cosa o la última cosa. Esos "álguienes" son al menos dos o de dos tipos y no son una estructura del universo o no son solamente estructura del cosmos, sino que lo trascienden en un antes y después que no puede formar parte del todo cósmico ni de ninguna cosa, ni puede ser cosa, y dependiendo de los fines, están o no están en el cosmos, recibiendo ese bien y movidos por él. Y si, formando también parte del cosmos son alguien, no únicamente tienden al bien, sino que inician libremente, obran y entregan ese bien.

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    1. Muchas gracias por todo el comentario. Muchas gracias. A mí, por ahora, me resulta muy llamativa la afirmación de la identificación del fin en sí mismo, tan último como primero, con el bien en sí mismo, el bien como felicidad. Y que Aristóteles pretenda por esta vía superar a su maestro. No tengo tan claro que lo haya conseguido. Pero la estructura ha sido fecunda a lo largo de la historia incorporándose a la literatura ética general. Creo que, como mínimo, hay una intención clara sujeta a una búsqueda universal, que deberíamos poner nuevamente en circulación reflejándola en cada persona. Y, cómo no, su búsqueda de lo esencial es también una llamada a asumir un conocimiento que no puede cerrar toda la descripción hasta la última coma, pero sí puede alcanzar lo verdaderamente fundamental. Esa confianza, ese destino del conocimiento y de la acción, sí que es realmente una afirmación de una confianza y optimismo descomunal. Hoy habría que recordarlo también. Es posible. Entra dentro de lo posible. Y de lo realizable. Muchas gracias y ojalá nos veamos pronto. Te sigo de cerca. Te leo con infinito aprecio.

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  4. Muchas gracias, eres muy amable. Sabes que es mutuo, un abrazo.

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