jueves, 30 de septiembre de 2021

Dos párrafos de vida

Dos párrafos de vida. Ayer terminé Ética a Nicómaco, Libro I y no quería empezar con otra lectura de las que voy haciendo. Tengo varios pendientes. Muchos. Estoy con Karamazov, Rosenzweig, Kierkegaard, Balthasar, Chretien, Husserl, Platón, el Evangelio -siempre, claro-... No sé si estoy a tiempo de quitarme de encima otras lecturas que he iniciado para contradecirme a mí mismo y saber si debo atender nuevamente algunas cosas que he pasado, sin duda, por alto. Me encantaría volver a leer todo lo que he leído y ser consciente de la diferencia. Ya no recuerdo los primeros pasos. Se ha hecho un largo camino y al tiempo que unas cosas me parecen ahora sumamente claras y están articuladas entre sí, otras se han vuelto lo contrario, oscuras. Hay más crecimiento en lo segundo, estoy firmemente convencido. Por cierto, que la novela de Karamazov, que es alta teología, se hace muy asequible por que se presenta como encuentro fraterno entre dos personas que, buscando, se comprenden. 

Del otro tema que realmente consume gran parte de mi vitalidad diaria mejor no hablar. Voy afinando lo que busco. No es silencio, sino comunión. No es apartarme, sino vivir muchas cosas con una gran intensidad eclesial, fraterna. No es dejar nada, sino lo contrario en todo. Lo que no me asusta y a lo que no tengo miedo es al conflicto y todo eso, a tomar decisiones y hacerme responsable de ellas, a tener que dar un poco más de lo que doy y listo. Todas esas cosas me parecen superficiales en comparación con lo esencial. Por mucho que haya descripciones adecuadas de las cosas, lo clave es lo esencial. Y lo esencial es visible en tanto que se hace visible, en tanto que se expresa, que se libera, que se entrega, que se muestra, que se encarna. El drama de la invisibilidad, en cada ser humano, tiene una salida que se llama sacrificio y donación. No hay otra. Requiere, eso sí, amor, esperanza y fe. 



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