Sócrates no recorta, ni acomoda. Toda persona, por el hecho de ser persona, está en permanente relación con el bien en todo lo que hace. Evidentemente, no lo ha elegido, ni puede. Y aunque quiera dar la espalda, por el otro costado sigue la misma cuestión incansablemente.
No entiendo bien por qué, pero parece que el monólogo-diálogo de Sócrates con los muchos, deriva de nuevo hacia el placer. Y Sócrates concede terreno, incluso relatando él. No sé si con la intención de mostrar la permanente fuerza que el discurso común tiene con la argumentación general. Se ha desviado en "los méritos" y "la fuerza" de uno sobre otro, y terminamos ahora considerando el placer o el dolor por la cantidad presente y futura. ¿Cuál es ahora la vertiente? Que entre dos placeres, el que más placer aporte. Y entre dos dolores, el que menos duela. Tanto en lo inmediato como en lo lejano, que resulta que al pesarlos importan poco. El caso es mantener la lógica.
Lo único que entiendo de esto es que el intento de balancear sale siempre a considerar la posibilidad continua del placer y del dolor, y que el dolor, a su pesar, siempre resulta irremediable. A diferencia de lo que antes considerábamos respecto del bien, que debe realizarse libremente, debe hacerse.
Una pausa. Hacer cuentas con estos temas, como si fuera tal cosa medible y explorable, es del todo arriesgado. Porque, sin estar delante, ya que hablamos del futuro que no hay, que todavía no está, la medida se hace del todo imposible. Sin embargo, aquí se habla como si tal cosa fuera posible, en un ejercicio de racionalidad despiadada y radical en la que se crean objetos salidos de la nada, se les otorga un sentido completo al no estar en el mundo encarnados y, por si fuera poco, la estimación se hace por atracción y repulsión sin ni siquiera conocerlos, es decir, vivirlos realmente. Que todo es un enorme castillo en el aire, como cuando se habla de no sé qué elementos extraños que llegan a las puertas de nuestra vida y, sin que haya ocurrido nada, ya todo se resuelve con precaución, defensa, seguridad, encerramiento y posición. Peor aún, se generaliza comúnmente lo que a otros les ha ocurrido para así ejercer una motivación profunda, casi definitiva, sobre el alma de quien está dispuesto a escuchar. Siendo tal el miedo que se induce que se compra a cambio todo lo posible para que no suceda. Lo que sea. Literalmente lo que sea. Porque del placer, ni hablamos en esos casos ya. Si fuera preciso lo que se vende es comodidad y libertad para hacer lo que se quiera dentro de unos muros precisos más allá de los cuales mejor no explorar nada. Y ya que nombro el placer, con este tema ocurren tres cuartas de lo mismo, y lo sabe toda persona decente y honesta que haya tenido alguna vez expectativas de lo que sea, sobre cualquier cosa y después haya descubierto el enorme chasco que se lleva alguien al poner su esperanza en lo que no merece la pena. Que casi le dan ganas de no seguir deseando o no llega nunca a confesar que ha sido terriblemente engañado, y pone cara de estar feliz y contento para no traslucir su fracaso delante de otros que igualmente ponen la misma cara para que igualmente no se note su tristeza. Cosas de la vida, sobre las que juega continuamente tanta expectativa ingenua y confiada.
Vuelvo. ¿Puede ser de otro modo? Es decir, le damos una vuelta más. ¿Imaginar o pensar? Y Sócrates pone un ejemplo memorable, que a todos parecerá acertado, donde el tiempo, no el espacio, resultará decisivo. Pero la unidad en la reflexión entre espacios y tiempos, que no es ingenua ni mucho menos, provoca un fuerte impacto en quienes no se habían dado cuenta. Lo que pone sobre la mesa es que lo más inmediato parece más grande y lo más distante se vuelve insignificante. Aunque sea al revés, claro. Porque los tamaños varían según la percepción -palabra que no usa, evidentemente-, según "a simple vista". Da igual, "lo mismo" varía según la distancia. Y la distancia será un tema principal desde este momento en toda la historia. No solo relativo a lo físico y al espacio en el que se encuentran las cosas, sino también respecto a la ética. Con un matiz, cuando estamos en el tiempo, y es que lo más inmediato es accesible verdaderamente y lo que se ve venir muy de cerca naturalmente preocupa mucho más, y lo otro más distante, el ideal más elevado puede ser, sin más, figuración o configuración de la propia imaginación, que no es una capacidad ensoñativa, que no es una capacidad simplemente a la deriva de lo imposible, sino una capacidad que tensa la existencia humanamente más allá de su pobre e indigente situación en el tiempo pugnando por sacarla de allí, relevando algo mayor que la capacidad repetitiva del ser humano. Lo otro distante puede ser motivo de insignificancia o de la mayor de las libertades y cautividades. Que van muy de la mano.
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