viernes, 20 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 100. (Platón, 356c - 357c)

Número redondo que precisamente coincide con el tema. Esto de calcular, esto de medir y una pregunta en torno a la capacidad humana de hacerse con las cosas matemáticamente. El salto es terrible, pero nadie se da cuenta. Es más, pese a toda la carga irónica que tiene, pese al incalculable efecto que tiene el aviso, se ha propuesto e instalado esta posibilidad tan profundamente a lo largo de la historia que aún hoy la estupidez humana sigue considerando que este método es el más adecuado, el menos confuso y el más proyectivo. 

Si para nosotros, por tanto, la felicidad consistiera en esto: en hacer y escoger los mayores tamaños, y en evitar y renunciar a los más pequeños, ¿qué se nos mostraría como la mejor garantía de nuestra conducta? ¿Acaso el arte de medio, o acaso el impacto de las apariencias? Éste nos perdería y nos haría vacilar, una y otra vez, hacia arriba y hacia abajo en las mismas cosas, y arrepentirnos en nuestros actos y elecciones en torno a lo grande y lo pequeño. Pero la métrica haría que se desvaneciera tal ilusoria apariencia y, mostrando lo auténtico, lograría que el alma se mantuviera serena, permaneciendo en la verdad, y pondría a salvo nuestra existencia. ¿Reconocerían los demás, ante eso, que nos salvaría el arte de medir o algún otro?

εἰ οὖν ἐν τούτῳ ἡμῖν ἦν τὸ εὖ πράττειν, ἐν τῷ τὰ μὲν μεγάλα μήκη καὶ πράττειν καὶ λαμβάνειν, τὰ δὲ σμικρὰ καὶ φεύγειν καὶ μὴ πράττειν, τίς ἂν ἡμῖν σωτηρία ἐφάνη τοῦ βίου; ἆρα ἡ μετρητικὴ τέχνη ἢ ἡ τοῦ φαινομένου δύναμις; ἢ αὕτη μὲν ἡμᾶς ἐπλάνα καὶ ἐποίει ἄνω τε καὶ κάτω πολλάκις μεταλαμβάνειν ταὐτὰ καὶ μεταμέλειν καὶ ἐν ταῖς πράξεσιν καὶ ἐν ταῖς αἱρέσεσιν τῶν μεγάλων τε καὶ σμικρῶν, ἡ δὲ μετρητικὴ ἄκυρον μὲν ἂν ἐποίησε τοῦτο τὸ φάντασμα, δηλώσασα δὲ τὸ ἀληθὲς ἡσυχίαν ἂν ἐποίησεν ἔχειν τὴν ψυχὴν μένουσαν ἐπὶ τῷ ἀληθεῖ καὶ ἔσωσεν ἂν τὸν βίον; ἆρ᾽ ἂν ὁμολογοῖεν οἱ ἄνθρωποι πρὸς ταῦτα ἡμᾶς τὴν μετρητικὴν σῴζειν ἂν τέχνην ἢ ἄλλην;

Y un poco más adelante, después de considerarlo más matemáticamente aún con pares e impares, sobre el más o el menos, en comparación mutua, añade la clave: 

Puesto que es métrica, seguro que será un arte y una ciencia. 

ἐπεὶ δὲ μετρητική, ἀνάγκῃ δήπου τέχνη καὶ ἐπιστήμη

Con cuya conclusión, en la mano, sentencia: 

Preguntabais, si os acordáis, sobre cuando nosotros estábamos de acuerdo uno con otro en que nada es superior a la ciencia, sino que ésta siempre domina, donde quiera que esté, a todo lo demás...

ἤρεσθε δέ, εἰ μέμνησθε, ἡνίκα ἡμεῖς ἀλλήλοις ὡμολογοῦμεν ἐπιστήμης μηδὲν εἶναι κρεῖττον, ἀλλὰ τοῦτο ἀεὶ κρατεῖν, ὅπου ἂν ἐνῇ, καὶ ἡδονῆς καὶ τῶν ἄλλων ἁπάντων: 

Resumo para compactarlo. Si se trata de medir, para medir hace falta una ciencia de las exactas, un conocimiento firme y seguro, indubitable y común, que fuera evidente en su conclusión por sí mismo aplastando todo lo demás. Luego la ciencia, en cuanto tal, en cuanto aparece y se muestra en su conclusión resulta, por su capacidad para medir, incontestable y, en esa medida por cierto, poderosa. 

Y, hasta aquí, se muestra algo paradójico y algo que siempre se reclamará a la ciencia. A saber, que la argumentación que hace Sócrates aquí le sirve de apoyo y ontología para aparecer por sí misma y justificarse, y que por tanto la ciencia no tiene científicamente su valía, sino que proviene de otro sitio, que será la filosofía. Y que ciencia no es, se diga lo que se diga, un método suelto y libre que se haya en el campo de los saberes como una flor más en un jardín, ni un león en la sabana, sino que en el campo de la razón aparece fruto de la misma razón en la conexión y relación entre factores, resultando adecuada de ese modo como conocimiento vinculante, como son la persona que conoce, una realidad que quiere desvelar a la que habitualmente se llama objeto, que sostiene el sujeto y lanza delante de él, y el camino que se debe transitar para alcanzarlo partiendo siempre de la realidad, volviendo al sujeto y de nuevo de regreso al objeto. Con palabras muy diversas y diferentes. Pero el asunto es que filosóficamente se fundamenta aquí la ciencia, sobre algo que todavía no se ha pensado bien del todo, porque se ha dicho en general, como cuestión válida para todo, como algo universal y necesario, de incontestable verdad. 

Me imagino la sorpresa de la gente al darse cuenta de lo importante que es el razonamiento de Sócrates. Claro que sí. Por qué no. En la situación en la que estoy, donde me duele mi incertidumbre más que ninguna otra cosa y quiero salir de ella como sea, cómo no se me había ocurrido ponerme a medir, usar la razón para medir en lugar de soñar y buscar, y poner una nota final con la cual y a partir de la cual ir decidiendo todo lo demás. Y eso respecto a todas las cosas que me rodean, a mí por supuesto, que no hay que despistarse mucho, y así ir calculando lo que es más provechoso para el placer y para la indolencia. ¡Cómo no se me había ocurrido esta genialidad, esta auténtica sabiduría, esta certeza de que es posible salir de la precariedad en la que estoy! ¡Gracias Sócrates!

Y no sé si alguna vez se ha reflexionado sobre el daño que quizá haya hecho este pensamiento tomado del lado del mal, para manipular y convertir, eso sí, a las personas en indolentes e insensibles, sin abrirse con sus propios ojos y oídos al impacto de la realidad y sus preguntas, sobre si está lejos o cerca, sobre quién habla y quién no. Y olvidarse un poco de sí mismo, del propio plan, del propio proyecto y del propio cálculo. Porque en las sumas y restas en las que Sócrates está hablando de esto no hay diferencia alguna entre cosas y personas. Y la ironía, dada la inteligencia natural del auditorio en el que está, y dada la perdida ignorancia en la que se encuentran, puede calar como lo mejor si no siguen adelante más, mucho más, o den la vuelta para volver a pensar lo que están diciendo. Es muy probable que la mayoría ni se dé cuenta de lo que está pasando y sin reflexión ninguna esté tragando un mal argumento sin pensar. Porque la palabra "felicidad" dicha al inicio la ha perdido de vista. Y cree que puede, igual que vive a posteriori el placer o el arrepentimiento, que esa misma actitud y cálculo se puede hacer a priori, no sobre ningún pasado, sino sobre el futuro. Y terminar jocosamente con una risa maléfica que le haga pensar que es, si no Dios mismo, sí un ser capaz de tutear a Dios o matarlo, para que todo acabe, para dejar de vivir la incertidumbre que es, exactamente lo mismo, que querer prescindir de su propia humanidad, tan molesta, tan sensible, tan frágil, tan poco silenciosa y tan comunicativa, tan presente en todo lo que hace, dice, vive... ¡Qué mejor que hacerse desaparecer entre los números que, por otro lado, justificarán plenamente y explicarán plenamente sus acciones sin que quepa, dada su evidencia, pregunta alguna de parte de nadie, ni siquiera de sí mismo, mucho menos de lo Absoluto! ¡Cualquier cosa menos eso! ¡Calculemos, calculemos! 

La confusión, es la confusión. Es no darse cuenta al inicio, la pregunta primera sería qué buscamos realmente, qué necesitamos más bien. No una persona, sino como humanidad en mí. Eso que tanto dolía a más de uno porque se veía en su carne y en sus huesos, y afirmaba que por ahí empieza todo, pero que jamás termina donde empieza, sino que se mueve en salida imprescindiblemente salvo que haya tanta fuerza como para destruirse a sí mismo y negarse para siempre. Es la confusión la que aquí se expresa de modo argumentativo y en apariencia racional. Y es el peligro, por tanto, del saber. Confundir el objeto, que de suyo es indefinible, le pese a quien le pese lo que acabo de escribir. Confundir luego el método, el camino, rebuscando entre otras formas de conocer que valen para otras cosas y coger una podadera para hacer un trabajo fino, o no resistirse a prescindir de una bomba atómica para entrar en el corazón de la persona, o darse el placer de sentir el poder de la razón sin cuestionarse antes a qué se debe atender lanzando sobre todo lo demás los gritos insólitos del alma. Así es el proceder del "sabio" que todo lo sabe porque ha encontrado en la "matemática" el arte bajo el cual se someterá todo lo demás con evidencia. ¿Y el otro? También. Por supuesto, también. Ni otro ni mandangas. Ni prójimo, ni hombre, ni mujer, ni niño, ni anciano, ni cercano, ni extranjero, ni pobre, ni rico, ni Dios. Todo números, grados comparados entre sí. Esta persona o esta otra. Elección. Dominio absoluto de la libertad, de la capacidad de seleccionar, de segregar, de clausurar, de decidir. Y así nos va. Matemáticamente hablando, con la ciencia como vanguardia de nuestro saber aplicado a todo, adentrándonos en la barbarie en la que no cabe pregunta, sino sometimiento. Nada es superior a la ciencia. Porque la ciencia nadea toda la realidad que desconoce, la depura y la filtra, mete en cámaras de gas o en extraordinarios rincones apartados llamados gulac a todo lo que no se asemeja a ella. 

Personas extraordinarias, grandes inteligencias siendo partes de un sistema que, aún hoy y pese a todo el siglo XXI, siguen colaborando arduamente en su fragmento de realidad sin preguntarse nada más, sin dejarse ser personas en su mundo científico, porque esto no está permitido y es contaminación del método, sintiendo la espada de Damocles de quien le da de comer y le encumbra en el prestigio. Para ser científico, ¿antes debes dejar de ser persona? Para ser buen científico y solo científico, ¿no cabe ninguna pregunta más?

No será más bien al revés, y aquí está ya dicho en la escritura socrática, que se trata de un poder que orientar decisivamente más allá de sí mismo, porque la razón por sí sola no sabe caminar. ¿No será esto más bien lo fundamental? ¿No es esta una extraordinaria recuperación de lo humano como pregunta fundamental? 




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