Habría que pensar con cuidado a qué nos referimos cuando hablamos de "placer". Por eso Protágoras, que se ha convertido en una especie de socrático, le pide al mismísimo Sócrates que lo examinen juntos. Y el mismísimo Sócrates le cede el guiar él la investigación, aunque lo rechaza. ¡Qué momento! ¡Qué ironía tan grande!
Como tú dices, una y otra vez, Sócrates, dijo, examinémoslo, y si el examen parece estar de acuerdo con el razonamiento y resulta ser lo mismo lo placentero y lo bueno, lo acordaremos; y si no, entonces ya habrá que discutir.
ὥσπερ σὺ λέγεις, ἔφη, ἑκάστοτε, ὦ Σώκρατες, σκοπώμεθα αὐτό, καὶ ἐὰν μὲν πρὸς λόγον δοκῇ εἶναι τὸ σκέμμα καὶ τὸ αὐτὸ φαίνηται ἡδύ τε καὶ ἀγαθόν, συγχωρησόμεθα: εἰ δὲ μή, τότε ἤδη ἀμφισβητήσομεν.
La carga de palabras es tal que Protágoras parece Sócrates, aunque se resista a la homología. Y este sería un precioso final para el diálogo, porque Sócrates y Protágoras serían ambos filósofos en medio de todos los demás, de los que nos olvidamos tantas veces, y podrían multiplicar el examen.
Tal es así, que Sócrates se apresura a explicar a Protágoras, por si no lo ha entendido bien, lo que él entiende que hace cuando hace "examen", cuando "escruta". No sea que no hablen lo mismo, ni en esto. Así que continúa.
Lo que el médico experto hace cuando "explora" al paciente, sin quedarse en lo primero e inmediato, sino que pide que el paciente se quite capaz de encima que impiden ver directamente el cuerpo, lo mismo quiere hacer Sócrates al "examinar" la cuestión del placer: "descubrir el costado de tu pensamiento". ¡Potente imagen! Encarnada, particularizada, vivida en una persona. No de "el pensamiento", sino de "tu pensamiento", de "este pensamiento". Y la diferencia es notable, claro. Por eso también terapéutica.
ἴθι δή μοι, ὦ Πρωταγόρα, καὶ τόδε τῆς διανοίας ἀποκάλυψον:
Suficiente, aquí lo dejo. No sobre el pensamiento concreto siquiera, sino, dada su amplitud, sobre el costado de tu pensamiento, sobre la vuelta, lo que está oculto. Ese es el motivo de que haya que examinarlo con detenimiento. Que ni todo se ve de primeras, y mucho menos se comprende, ni siquiera cuando se descubre el pensamiento del todo, sino atendiendo con detalle hasta los costados. Haciendo girar, dicho sea de paso, y mirar en otra dirección. O dejarse mirar, si es que se puede girar el pensamiento viéndolo desde otro lugar, o desde el mismo lugar pero girada esa realidad sobre un fondo en ocasiones necesariamente diferente del habitual.
Llevo días poniendo imágenes de vasijas griegas porque ocurre lo mismo con el pensamiento que con ellas. Dibujadas completamente, su historia solo se descubre girándolas. Y nada más humano que tomarlas en la mano y proceder a girarla poco a poco y con cuidado. A diferencia de lo que pasa en los museos, que las personas son las que dan vueltas mientras la cosa queda quieta. Esto no es tan posible como se cree. Es más probable virarlas viviéndolas que vivirlas virando. Y en el caso de las personas, dicho sea de paso, por eso es imprescindible la colaboración y cooperación entre quien ve y quien es visto, lo mismo que con la idea encarnada. O al menos así lo descubro yo, por ahora. Que solo viviendo se desvela algo, cuando se vuelve sobre lo vivido en la conciencia con una intención verdadera, con memoria y con voluntad.
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