Arranca Sócrates con toda la fuerza, yendo a la raíz que aun hoy tenemos olvidada, al ver que Protágoras -como elogio, ciertamente adulador y complaciente- "se mantiene en la misma actitud".
El tema es... Por cierto, si no se hace "tema", si no se "expone", si no se comunica o se pregunta bien sobre él permanece pero extraordinariamente oculto, y Sócrates parece un artista en esto de "tematizar" incluso lo que no es "tematizable" descubriendo así su resistencia, gobernanza y prioridad... El tema es lo que hoy llamaríamos inteligencia o razón, en sentido amplio, que al tratarse de un tema para a ser la ciencia, es decir, el conocimiento. Y la cuestión es muy simple en su formulación y extraordinariamente difícil de asir, de abarcar aunque aquí quede dicha.
Lo que se plantea es, dando por supuesto que somos seres racionales, que evidentemente lo somos aun con sus limitaciones y encarnádolo cada persona concreta en una enorme diversidad, si la "ciencia" es "firme, dirigente y soberana".
πῶς ἔχεις πρὸς ἐπιστήμην; πότερον καὶ τοῦτό σοι δοκεῖ ὥσπερ τοῖς πολλοῖς ἀνθρώποις, ἢ ἄλλως; δοκεῖ δὲ τοῖς πολλοῖς περὶ ἐπιστήμης τοιοῦτόν τι, οὐκ ἰσχυρὸν οὐδ᾽ ἡγεμονικὸν οὐδ᾽ ἀρχικὸν εἶναι:
Ya sabemos que Sócrates siempre pregunta para que la persona se separe de los muchos, se individualice, se muestre como tal, se singularice, se personalice. La persona se personaliza, efectivamente, no pensando como la mayoría. Haciendo propio su pensamiento, que nunca será el de otro exactamente sino el suyo propio. Y, en cierto sentido por tanto, obligando a ese callejón que tanto dará de sí entre los cínicos, que ni saben convivir en la naturaleza al natural, ni en la convivencia con otros como meros convivientes. No le falta razón, porque el camino es exigente y casi, por principio, mejor mantener distancias visto lo visto en las formas generales de existencia.
El interrogatorio se hace, dado que Protágoras muestra tal carácter y certeza sobre sí y no sobre todos, a la inversa. No se pregunta nada a Protágoras de Protágoras mismo, sino que se le convence irónicamente para decir algo separándose de todos los demás, aunque no este pensando bien lo que dice, porque eso es lo que la mayoría, esto es, los muchos, precisamente hacen. Un decir por decir, un hablar por hablar en el que sus palabras se pronuncian como significantes a los que el significado se les ha hurtado discretamente. ¿No será esto lo que está pasando, la auténtica pregunta singularizante?
Este conocer científico no es una técnica, sino un saber, un conocimiento. Por eso se traduce como ciencia, aunque no signifique lo que hoy exactamente. Se cuestiona entonces si saber nos conduce a vivir mejor o no. Porque, en palabras de Sócrates, aunque se diga "conocimiento" realmente dominan otras realidades, igualmente humanas aunque probablemente no tan singulares o singularizantes como la misma razón, que en ocasiones se muestran y en otras no. Es decir, que el conocimiento o la apariencia de conocimiento verdaderamente estaría dirigido por pasiones, placeres, miedos, dolores, amores incluso y otros campos que, en un análisis sincero, sabemos distinguir del conocimiento. Y entonces el conocimiento no es primero y prioritario, sino que se reviste de indulgencia y condescendencia para, con su llegada, más bien justificar y proteger la acción y hacerla aceptable que para ser, por ella sola y por ella misma, la que conduzca y discierna lo mejor.
La cuestión, pese a que esta formulada de soslayo, y no tan rápida y sencillamente como Protágoras se quejaba hace un rato que preguntaba Sócrates para mandar, es de un enorme calado. Y otra vez, una vez más, sería mejor pensar antes que escuchar lo que Protágoras responde. No sea que, a lo tonto a lo tonto, en lugar de leer filosóficamente lo que consigamos es pasarnos con nuestra actitud poco inteligente al grupo de los muchos.
La tentación racionalista es siempre la misma, hacer de las ideas un mundo aparte de pensamientos que giran en las cabezas de las personas y poco más. Pero recordemos algo importante, muy importante. Aquí lo se está diciendo es, más bien, si eso que en la persona se dirige a la realidad misma más perfecta, de la cual lo más inmediato es poco menos que caricatura cuando no una enorme deformación que todo lo corrompe, si esa capacidad de enganche con la realidad última está activa en la persona y es capaz de dirigirla. O no, y siempre la razón será estupendísimamente un buho que sale en la noche, con apariencia de no sé qué y con galones de batallas no vividas, para acomodar la persona consigo misma en lo concreto e impedir que se vuelva absolutamente loca, desquiciada y desesperada. Esta es la pregunta. Y parece que los muchos lo que creen, lo que realmente creen, es lo segundo y desconfían mucho, pero muchísimo, de lo primero.
Las tres palabras que acompañan a eso que los muchos dicen que la razón no es están ahí para pensarlas bien. Por un lado, su firmeza, su resistencia, su consistencia, su fuerza. Se podría decir débil, pero está describiendo una carencia, una escasez, una ausencia, una falta, un "costado". Por otro, no es conductora, líder o guía, no adelanta a otras, no resuelve, no tiene poder, no es autoridad. Lo cual, si pensamos en el marco de la "ciudad", de la "convivencia social", de las relaciones con los otros, es más que una declaración de intenciones, que evitaría toda consideración de la corrupción y la injusticia realmente. Y, en tercer lugar, no es la razón un órgano competente para ser dueño de sí mismo, para ser soberano, para ser su propio principio, poder y origen, con esa palabra tan recurrente en la filosofía y tan cuestionante. Estas tres serían las claves que hay que considerar bien a fondo. De nuevo, el mero hecho de confiar en que la razón puede vérselas directamente con ellas, aunque no se diga como tal, es ya la afirmación de la prioridad de la razón más allá de las explicaciones que esta pueda dar.
La pregunta continúa. Sócrates argumenta preguntando que para él la razón es algo hermoso y capaz de gobernar la persona, y no solo a sí misma por lo tanto, alejándola de pasiones y todo lo demás que amenaza y se cierne sobre ella. El hecho de conocer cosas buenas y malas no es solo un dejarse afectar por ellas y sucumbir a su merced, sino que la razón tiene una misión mucho más destacada en la persona que es, precisamente, pase lo que pase y conozca de ese modo lo que conozca, dirigir su acción, ordenar su vida, sentenciar el destino, marcar la dirección. Y tan es así que, entonces, "la sensatez-prudencia es suficiente para socorrer a una persona".
ἀλλ᾽ ἱκανὴν εἶναι τὴν φρόνησιν βοηθεῖν τῷ ἀνθρώπῳ;
¿Dónde estamos ya, respecto al saber que decíamos que al principio era la cuestión principal del diálogo? ¿Por qué Protágoras cede de este modo si Sócrates lo mantiene en pie?
En seguida Sócrates dice: "Yo no pienso así." Y Protágoras, lo mismo. ¡Claro, claro, claro! Tal es su compromiso que, si dijera otra cosa, en su caso sería "vergonzoso". ¿Recuerdas dónde apareció, en qué otro momento? Pues según Protágoras la cosa está tal que así:
καὶ δοκεῖ, ἔφη, ὥσπερ σὺ λέγεις, ὦ Σώκρατες, καὶ ἅμα, εἴπερ τῳ ἄλλῳ, αἰσχρόν ἐστι καὶ ἐμοὶ σοφίαν καὶ ἐπιστήμην μὴ οὐχὶ πάντων κράτιστον φάναι εἶναι τῶν ἀνθρωπείων πραγμάτων.
Ahora sí, la sabiduría y la ciencia son lo más de lo más. ¿Ahora sí? ¿En qué quedamos? ¿Y aquella virtud en la persona que tenía cinco partes y donde se decía que lo primero y fundamental era, antes que esto que ahora dice, la fuerza, el valor, el arrojo, la valentía y todo de modo exagerado? ¿En qué quedamos, Protágoras? ¿No te das cuenta de tu infirmeza, de la falta de gobierno que hay en ti mismo, de la escasez de principio?
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