A ver si soy capaz de decir lo que pienso. Si por valiente se dice que es el que hace algo sin más, sin saber a qué se expone o cómo salir adelante, entonces la acción queda liberada de todo tipo de razón y tiene virtud propia al margen de la palabra, la comprensión y la dirección de la voluntad. Si decimos valiente a alguien que responde apresuradamente y a lo loco es porque, de pasadas y quizá por casualidad, ha salido airosa. Si el valor es irracional y el impulso de la voluntad se sitúa al margen en la naturaleza humana, muy al margen, entonces el dualismo es más que real y veremos qué ocurre a la larga con lo que se dice que se piensa, si es que merece la pena pensar o todo está permitido para gobernar. Si el valor y la sabiduría no tienen vinculación, si no hay entre ellos jerarquía, entonces hay o bien pisos independientes o estancias incomunicadas en la persona. Siendo así, todo será posible. Pero qué sé yo.
Protágoras ha regresado a escena hace muy poco. Conviene recordarlo. Lo que ha hecho no ha sido dormir, sino quedar instantáneamente preocupado. De hecho, estaba pensando, a buen seguro que estaba pensando. Y examinado sobre la virtud expone sobre el valor en su forma más alta, más radical, que según él va a ser la del audaz, la del intrépido. Parecía que todo iba bien mientras se hablaba de buceadores y de jinetes, pero al llegar a los guerreros todo se ha venido al traste. ¡La guerra nos cuenta la verdad!
Se conoce que la misma representación de un guerrero peltasta le da alas a Protágoras para hacerse más fuerte.
"Los peltastas, y así todos los demás; si lo prefieres así, los entendidos son más intrépidos que los no entendidos, y una vez que han aprendido, más de lo que eran ellos mismos antes de aprender."
Así es de evidente para Protágoras. Con todo el sentido del mundo. Se prepara para peltasta no a un cualquiera, sino a quien ya ha demostrado algo de valor. Lo mismo que hoy, supongo, para ser policía o militar. No se presentará cualquiera a la puerta, sino que deberá ser probado antes en su fuerza, en su destreza y en su valor. Por supuesto. Y también, y no me cabe duda de que se hará, en la razón, en si está cuerdo, si es sensato, si responde cabalmente, en qué intenciones le llevan a ello. Supongo. Porque lo contrario puede ser un desastre. Insisto, desconectar el valor de la sabiduría, tal y como Protágoras propone, dando rienda suelta sin más a algo preracional en el ser humano puede terminar fatal. De hecho, en cuanto ha dicho eso de "aprender" he pensado en lo importante que es, y en lo profunda que es, su contradicción, de la que no se da cuenta.
Si el valor se aprende, si es maleable, si es afectado por la sabiduría, eso significa claramente que... ¡Conclusiones!
Sócrates reacciona para volver a preguntarle sencillamente, por saber por dónde seguir o en qué páramos de la razón o sinrazón anda caminando Protágoras en este desfile de argumentos para intentar salvar el buen concepto que tienen otros de él. Que le va en ello el sueldo, la riqueza.
¿Pero alguna vez has visto a algunos que ignoraban todo eso y eran intrépidos en cualquiera de esas materias?
A ver, esto es imposible. ¿Alguien que no bucea, de repente sabe bucear? ¿Alguien que no sabe montar a caballo, es capaz siquiera de montarse en uno? ¡En las películas, claro! ¡En los libros de fantasía o en los sueños! Pero la realidad es más tozuda de lo que dice Protágoras. Aunque ya sabemos que eso podemos nombrar como "ser" en verdad le da un poco igual, en el discurso que tiene para impresionar a otros. ¡Todo es posible para Protágoras! Mejor dicho, en sus palabras. No hará nada, claro. Pero todo es posible. Es el posibilista máximo. Lo que falta es voluntad, nada de sabiduría.
No puede ser, así de sencillo. Pero Protágoras no claudica, no se rinde. ¿Qué estará pensando la gente que estaba escuchando? ¿Qué pensará el lector cuando llega este momento?
Desde luego, y muy intrépidos, dijo.
Por fin, Protágoras confiesa algo de matiz contra sí mismo. Que son unos alocados, claro. Que los intrépidos son valientes alocados. Y no hay color en ello. Conste y vaya por delante.
Sí, y no obstante resulta algo vicioso ese valor; pues éstos son, más bien, alocados.
αἰσχρὸν μεντἄν , ἔφη , εἴη ἡ ἀνδρεία : ἐπεὶ οὗτοί γε μαινόμενοί εἰσιν .
¿Es una virtud viciosa, viciada, perdida? ¿Eso es una virtud? ¿Y no había nada feo en ella, no era capaz hace tres o cuatro preguntas de no ver nada feo y todo era estupendo, maravilloso y glorioso?
Pero nada, Protágoras, como si toda lógica le fuera indiferente, irrelevante y casi estúpida, lo que viene a decir ahora es que todo le da igual porque él seguirá hablando como si tal cosa. "Aun ahora lo mantengo, dijo."
Sócrates vuelve -ya no se pueden contar las veces- a reconducir la argumentación y enderezar el razonamiento hacia una conclusión que sea medianamente coherente y fructífera. A ver qué dice luego Protágoras, porque con preguntas y respuestas es capaz de no acordarse de lo que dice dos segundos antes.
¿Acaso esos, contesté, los que son así de intrépidos no parecen valientes sino alocados? Y antes, en cambio, los más sabios, esos eran los más intrépidos, y eran los más intrépidos por ser los más valientes. Y, según este razonamiento, el saber sería valentía.
οὐκοῦν οὗτοι, ἦν δ᾽ ἐγώ, οἱ οὕτω θαρραλέοι ὄντες οὐκ ἀνδρεῖοι ἀλλὰ μαινόμενοι φαίνονται; καὶ ἐκεῖ αὖ οἱ σοφώτατοι οὗτοι καὶ θαρραλεώτατοί εἰσιν, θαρραλεώτατοι δὲ ὄντες ἀνδρειότατοι; καὶ κατὰ τοῦτον τὸν λόγον ἡ σοφία ἂν ἀνδρεία εἴη;
Que no parezca que son palabras en juego, sin más. Partimos de un soporte llamado tharraleos. No nos situamos en el mundo sin ello, anterior. Es lo que traduce como intrépidos, lanzados, decididos. Y, viendo cómo es su relación con o sin la sabiduría, se pueden separar en locos o valientes. Al enloquecido, en las propias palabras de Protágoras podríamos señalar que no está clara su proximidad y realización de la virtud. Sin embargo, unida a la sabiduría se da la auténtica valentía o valor. Luego, el saber es valentía, no cobardía. El saber es lo que, sin más, quizá otros reconozcan como valentía, dándole una importancia decisiva pero aislada, aunque no es nada separado de ella. El sabio es valiente. El valiente será, si es tal y no un loco, sabio. ¿Son idénticas? ¿A qué se refieren una u otra?
Aunque en los pecados capitales cristianos no aparezcan ni la ignorancia, ni tampoco la cobardía, habría que considerarlo. Desde luego, lo que no ayuda en absoluto es tratar la valentía simplemente pensando en el héroe y en el guerrero, como si nada tuviera que ver con la vida cotidiana, como si allí no existiera rastro alguno de su virtud, como si dependiera simplemente del reconocimiento del otro, de la memoria de la sociedad, del aplauso generalizado. Eso no. Esa valentía espectacular, que se podría revisar por su heroicidad, no es en absoluto su único atisbo. Más bien, diría yo, la valentía está sustituyendo aquí a la libertad, a la capacidad para hacer algo, para decidirse, para comprometerse, para sujetarse con mucha fuerza lo sabido y para realizar lo sabido. Aunque eso sabido sea, a saber, la propia debilidad e ignorancia, la propia realidad traspasada por lo infinito.
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