jueves, 5 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 85. (Platón, 349e - 350a)

Protágoras no ha bajado de intensidad en todo lo que ha ido diciendo. Aunque la respuesta podría ser ágil, como la pregunta, sube el tono siempre que puede para extremarlo, sin matiz alguno que la exageración y la contundencia. Algunas veces, a decir verdad, es el mejor modo de hablar. Como intento hacer ahora yo mismo. Otras veces muestra falta de carácter y prudencia para considerar los asuntos con sus aristas. En cualquier caso, la letra escrita no permite ver el tiempo de silencio que hay entre punto y punto. Solo se lee y se avanza. No hay detenimiento. En la lectura es un peligro. No menos que en la verborrea. 

La parte que comenté ayer era de bajada y subida, en lugar de centrarse e investigar, van de un sitio a otro. En lugar de escoger lo preciso, se van por lo grandilocuente. Respecto a la virtud platea Sócrates por la definición del valor, que Protágoras ha escogido y este responde que el más audaz. Lo siguiente, respecto de lo bello, igualmente. Lo más bello. Insisto, Protágoras no considera las preguntas. 

Decir que la virtud, la excelencia es bella es decir mucho. Así, en una frase, suena muy bien. Claro que sí. Todos, supongo, desearíamos ser virtuosos y excelentes, en cualquiera de los aspectos que han citado. En cualquiera, sin más. Salvo que se considere lo que supone llegar a ellos, que entonces a lo mejor se nos antojan demasiado duros y distantes, comprometidos y exigentes. Además, a quien empieza algo con tal meta en el horizonte nada, nadie le garantiza que llegará. Simplemente sabe que empieza un camino duro. Muy duro. Eso por descontado. Comenzado además por lo más cercano, que es la separación del mundo en el que vive. Es absolutamente evidente que el mundo no es sabio, ni justo, ni piadoso, ni prudente, ni valeroso. Lo que reina es más bien lo contrario y quien tiene el poder, quien parece decidirlo todo es quien no considera demasiado estas cosas ni se detiene en ellas. Separarse de lo considerado normal ya es excesivo. No digamos el camino restante, con lo que pueda deparar. Y sin ninguna certeza de alcanzar nada de lo deseado en este caso. 

Es normal rendirse, pasarse del otro lado, aunque alguna vez se haya pensado que esto sería lo más necesario, lo más excelente, lo más importante. Es lo normal, porque es el movimiento que normaliza, adapta y socializa a tantos y tantos. Mejor mundanizarse que querer la excelencia y tomársela mínimamente en serio. A Protágoras, ahora que habla, todo le parece bonito. Va recuperando su ánimo, el espíritu en el que confía y por el que es famoso. Cualquier cosa menos amedrentarse en la batalla y abandonar su negocio. 

Ya digo que a mí, de primeras, no me parece bello. Pero además aquí llega el siguiente punto respecto de la verdad, absolutamente y sin lugar a dudas. Bien, Belleza y Verdad. Se puede ver en el texto cómo quedan intrincadamente unidas, las que luego se nombrarán de mil maneras.

Pregunta fácil, sin lugar a dudas: 

¿Sabes tú quienes se sumergen intrépidamente en los pozos? 

No resulta muy común que Sócrates haga una pregunta tan abierta, sin opciones. Aquí la respuesta debe ser tan evidente que la guía está dada de antemano. Como si supiera lo que Protágoras dirá y, sobre todo, que no se le ocurrirá decir "cualquiera". Los buceadores, en el ejemplo, son los que se sumergen intrépidamente. Dejamos de un lado todo lo demás, porque adverbio es siempre decisivo, su modo y manera, su carácter y empuje.

No se pregunta, a continuación, sobre otro caso distinto, sino sobre este mismo para hacer notar aún más el hilo de la conversación y desde dónde se está tirando de él. Pero ahora, a diferencia de antes, que daba igual qué se respondiera, sí que se dan opciones como es costumbre.

¿Porque tienen conocimientos o por otra razón?

Y Protágoras repite, sin más: "Porque tienen conocimentos."

Queda visto para sentencia por dónde va. Solo hay que recordar aquellas cinco claves o partes de la virtud, que es una, para verlo en relación con todas las demás y comprobar que lo que acaba de decir Protágoras está en oposición a su exageración del inicio. Pero le ha servido para llegar hasta aquí, que no es poco. A la quinta pregunta, que puede que solo sea coincidencia. 

Atado el tema, Sócrates vuelve con otro ejemplo en paralelo, por si acaso algo se estuviera yendo de las manos y no fuera del todo evidente. Estas son preguntas "de repaso" de la cuestión, innecesarias salvo para generalizar. Tanto que van dos en una, por abreviar y no perder tiempo. Se supone que Protágoras ya es consciente. 

¿Quiénes son intrépidos en combatir a caballo? ¿Los que saben montar a caballo, o los que no?

Y Protágoras sigue respondiendo, de nuevo obviando la primera parte para ir ya donde sabe que tiene que llegar tarde o temprano: "Los que saben montar." Las concreciones de ejemplos y casos concretos es lo de menos. Con "los que saben" son "los que se atreven" a algo hubiera sido más que suficiente. 

Pienso que Sócrates continúa todavía porque, al no decir nada Protágoras, que es el protagonista de su propio conocimiento, será que a lo mejor tiene que ir un poco más allá. Es simplemente dar distancia y tiempo para que el sofista mismo exponga lo que está sabiendo. Que no es tanto el contenido de las preguntas como el hilo de lo que está ocurriendo seis cuestiones más atrás. Ni más, ni menos. La lógica en acción, la lógica en ejercicio. 

¡Date cuenta ya, alma de cántaro! 


 

 

 

 


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