Voy a adelantar, que si no me pierdo. Sabiduría, prudencia, valor, justicia y piedad son tan bellas, incluso por separado que ensanchan con su consideración simplemente la comprensión de la vida y vuelven muy precario el mundo. Y no creo que puedan viajar tan solas como se pueda pensar. Lo de la virtud es para altos vuelos. Y es una lástima que la vida de tantas personas se vea alejada de su contemplación y tan sumida y sometida a repasar día tras día casi exclusivamente la maldad en el mundo, la ignorancia, la imprudencia, la cobardía, la injusticia y la impiedad. De esto los medios de comunicación nos sirven raciones generosas y, por algún motivo, se calla todo lo excelente, la búsqueda de lo extraordinario y de lo eterno, infinito. El motivo es más que conocido, pero no lo nombraré.
Protágoras toma la palabra y no dice nada de sí mismo. Primer punto. Pese a todo lo que le ha reiterado Sócrates y contra su propio silencio. Pero el momento parece empujarle a decirle, circunstancialmente, lo que está a punto de pronunciar. Ya que está en un aprieto, y lo que más cree necesitar es salir de él, se agarra como puede a la valentía y tira hacia delante.
Para el sofista, según dice ahora, las cinco son partes de la virtud, pero una sobresale por encima de las demás: el valor. Y su razonamiento es el siguiente: "Encontrarás, desde luego, a muchos hombres que son injustísimos, de lo más impío, de lo más intemperante y muy ignorantes, pero extraordinariamente valientes." Pero, ¿dónde ha quedado la pregunta por la virtud? ¿Protágoras tiene tan poca memoria o habla por hablar? De momento solo dice que es "difiere muy mucho" de todas las demás.
Y Sócrates, con paciencia, responde como se responde a un niño caprichoso, sin entretenerse, aceptando el tema, sin darle más vueltas al asunto importante en el que Protágoras no puede entrar o no quiere entrar. Es la sensación que tengo al leer este momento del diálogo. Que no hay siquiera rendija alguna por la que Protágoras reconozca lo que vive, ni quiere centrarse en el asunto que sí ha descubierto ante la mirada de todos los demás.
Entonces Sócrates vuelve a actuar y pregunta:
"Venga, pues, dije yo. Vale la pena examinar lo que dices. ¿Llamas a los valientes intrépidos o algo distinto?"
ἔχε δή , ἔφην ἐγώ : ἄξιον γάρ τοι ἐπισκέψασθαι ὃ λέγεις . πότερον τοὺς ἀνδρείους θαρραλέους λέγεις ἢ ἄλλο τι ;
Pregunta corta y enjundiosa. Muy corta, muy simple. De las que impiden intervenciones para distraer y lucirse, y sin embargo tienen la carga más que suficiente para mostrar la ignorancia de quien ha hablado. Un vez más, dicho sea de paso. ¿Por qué? Porque le devuelve a la profundidad de sus propias palabras, no con juegos, sino con grados, con pertenencias, con posibilidades. E incendia su declaración. Eso sí, con el máximo interés y con radical ironía. ¡Vale la pena examinar lo que dices! ¡Veremos dónde llegamos!
Y Protágoras, en lugar de pararse nuevamente y pensar, se crece. Y creciéndose ya le ha vuelto esa especie de locura locuaz que actúa en él para antes decir una cosa y luego la contraria y seguir como si no ocurriera nada de nada.
"Incluso audaces, dijo, en cosas a las que la mayoría temen exponerse."
καὶ ἴτας γε , ἔφη , ἐφ᾽ ἃ οἱ πολλοὶ φοβοῦνται ἰέναι .
Respuesta que, dicho sea de paso, a mí me da que pensar en que lo que está haciendo es buscar si tiene algo de esto y volver nuevamente al tema del miedo, que es donde está, porque ve peligrar tanto su fama y grandeza en el diálogo con Sócrates, como su supuesta bondad y capacidad de enseñar la bondad. Mejor dicho, lo que ve peligrar solo es lo mucho que cree vale, el enorme rédito que le puede dar y ofrecer esa posición en lo material y en las relaciones, y el consiguiente poder. Él, que es el único que está hablando con Sócrates mientras los demás están observando y escuchando, quizá entendiendo en el mejor de los casos, se sitúa excesivamente al margen de sí mismo para intentar combatir esquizofrénicamente como dos en lugar de ser uno.
Ya no son valientes, sino que son audaces. E, insisto, de la virtud ni se habla. Y su hazaña consiste en "exponerse a lo que la mayoría temen exponerse", es decir, hacer lo que no suelen hacer los muchos, las masas. Simplemente ser distintos, ¿por exponerse?
Lo deja ahí.
Sócrates, sin hacer casi ni caso, como si no hubiera escuchado, en la segunda frase sube de peldaño, no hacia "abajo", sino de vuelta hacia "arriba". Estos son los dos movimientos que se han dado en las dos primeras preguntas breves, concisas y concretas. Y Protágoras viaja de un lado a otro, cual títere que todavía cree que sabe porque responde lo primero que se le ocurre, con un cierto sentido y manejo de las palabras.
Además, ¿afirmas que la virtud es algo hermoso, y, en la idea de que se trata de algo hermoso, tú mismo te ofreces como maestro de ésta?
φέρε δή , τὴν ἀρετὴν καλόν τι φῂς εἶναι , kai ὡς καλοῦ ὄντος αὐτοῦ σὺ διδάσκαλον σαυτὸν παρέχεις ;
Lo deja ahí.
Desde luego, lo más hermoso, si no desvarío, dijo.
κάλλιστον μὲν οὖν , ἔφη , εἰ μὴ μαίνομαί γε .
Así que vuelta a empezar. Vamos a verlo. Primero, Sócrates hablando de la virtud y "cinco partes", "cinco capacidades o posibilidades" de la virtud. Segundo, Protágoras dice que partes, pero una parte mayor. Tercero, Sócrates divide esa parte mayor en otras partes, como en un tercer piso hacia abajo, si se quiere decir así, en la comprensión. Cuarto, Protágoras lo acepta y ve la mayor, excediéndose, como queriendo lo más de lo más de el valor en la audacia, sin calidad pero en abundancia. Quinto, Sócrates vuelve a la virtud, al primer piso, hacia arriba de nuevo, sin quedarse en la valentía, que sería el paso segundo. Y una vez allí, hacia abajo pero por otro camino, que según parece todavía no se ha explorado. Ahora se baja al segundo piso pero por vía de la belleza. Sexto, Protágoras, de nuevo movido por su exceso y falto de toda sensatez y prudencia, creyendo que las respuestas cortas y tan simples en forma que Sócrates utiliza no dan más de sí, responde que no solo bella, sino bellísima. Y apostilla lo que, al menos yo, estoy pensando: "si no desvarío." Yo creo que sí, que anda un poco mareado de tanto subir y bajar y no lleva cuenta de lo que está ocurriendo.
¿Os imagináis que Protágoras pudiera leer este diálogo y meditarlo? ¿Se daría cuenta de qué va todo este asunto o ni siquiera eso? La verdad es que el diálogo en el momento, en el presente, en el decir es muy exigente. Mucho más que en el papel, que lo soporta todo. Como estoy yo aquí y ahora cómodamente hablando de lo que no me está ocurriendo directamente y sin tener que dar ninguna respuesta propia.
Examinar tiene mucho que ver con poner una lupa bien potente en ocasiones y superarse después, y luego volver a verlo de otro lado y de otra forma. Y darle vueltas. Aquí sí que es darle vueltas. Y se puede hacer de dos maneras: o bien girando el objeto, en lo que se pueda; o bien siendo nosotros los que nos movamos, en lo que podamos. Protágoras no se quiere mover, pero tampoco es capaz de sujetar la cuestión dos o tres minutos.
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