Más que observar, leer y estudiar, con los diálogos platónicos me ocurre que me gustaría -de vez en cuando al menos- responder por mí mismo y no solo esperar a lo que dice el interlocutor. Es decir, llegar a la pregunta, cerrar el libro y meditar un rato, nunca breve, sobre la cuestión. Lo cual no sé si es salir del diálogo o entrar en él.
Lo que ha sido convertido en "tema" es la virtud. Recuerdo que no se está haciendo historia de la filosofía cuando dialogan Sócrates y Protágoras, sino intentando mirar más de cerca la vida para saber si lo que dice Protágoras es o no es. No se están preguntando por el desarrollo de la excelencia, ni repasando teorías sobre la excelencia, sino preguntándose, sin más, si es posible o no, qué es y qué no. A palo seco, muy directamente y sin más interlocutores que ellos mismos. Una situación creada, artificial como bien sabemos. Pero un enorme choque y enfrentamiento entre ambas posiciones, que al ser humanas nunca son herméticas, salvo por cerrazón, sino abiertas y dinámicas, pues tal es nuestra condición bajo la pregunta y la incertidumbre. Siempre, siempre esta tensión. Siempre, siempre el impacto de una novedad que ya estaba, pero ahora se muestra, actúa, sujeta al sujeto más de lo que el sujeto puede sujetar cualquier objeto o a sí mismo. En la pregunta queda contenido quien habitualmente usa la palabra para hablar y decir.
No se puede salir de esta pregunta, que tanto nos interesa. Estamos aquí, cierto. Y algo no nos deja vivir en paz, literalmente. Todo el rato estamos a vueltas con el hacer algo, esto o lo otro, lo que debería o lo que tendría que haber hecho si es una reflexión, que no cesa jamás, sobre la propia vida. A posteriori, de vuelta se ve más claro. Claro que sí. Y sin embargo no hay posibilidad, no existe esta posibilidad. El vivir es a priori, la pregunta es antes cuando es pregunta. Y algo hay que hacer. Hay que determinarse. Es pura obligación. Es necesario que esto sea así frente a todo lo posible. Y se escoge una minucia tantas veces, como a tientas, que lo excelente posible nos parece extraordinariamente imposible, por cobardía y no tanto por ignorancia cuando está la pregunta. Si la pregunta falta, que no falta, es más bien porque no se escucha. Y la conciencia, en este sentido, de la realidad se va apagando más que gritando ante la desatención. Y nos acostumbramos al ruido. Aunque luego, de vuelta, todo nos parezca rarísimo y paupérrimo, escasísimo y durísimo. Es nuestra distancia la que ha hecho que esto se viva así más que la misma realidad, que constantemente ayuda. Generación tras generación, día tras día. Y leemos a Platón con tanta actualidad que, a decir verdad, ambos estamos siendo contemporáneos de algo que no cesa, no calla y no se detiene, pese a toda barbarie permanece.
La pregunta era sobre la virtud, sobre la excelencia, sobre el bien perfecto. Tan pretenciosa la pregunta como interpelante. Desearíamos, no solo la respuesta, sino vivirlo. Ser capaces de ello, ser capaces de lo mejor. Mejor dicho, cuando nos planteamos esto ya sabemos que somos capaces de tanto, aunque quizá a nuestra costa, a costa de lo que hoy vivimos. Y el cambio es tal que da miedo, mucho miedo. Pero capaces somos, claro que sí. Y sin escala alguna, en lo importante. Ya mismo, el salto se puede dar. O el primer salto. Y ahora es posible. Efectivamente, es posible. No engañosamente posible, sino realmente posible. ¿Y quién da esa posibilidad, que nuestra capacidad conoce aunque teme?
Como la virtud, así a secas, es tan grande, procedamos mejor por partes para no ahogarnos hablando del bien más pleno, del bien más absoluto. Porque el trato con él, si bien se vive tantas veces como una acusación sobre la mediocridad y nuestra maldad, que decimos excusándonos que es porque somos frágiles y vulnerables, en el fondo es casi al revés porque sigue ahí y dice lo contrario: ¡hazlo, vívelo, es posible!
Por partes, la virtud aparece en la pregunta de Sócrates desglosada en cinco -cómo llamarlas, si no es la virtud, ¿capacidades?-: capaces de sabiduría, capaces de sensatez, capaces de valentía, capaces de justicia, capaces de piedad. Este camino, el de la distinción y no la mera separación, va a ser muy fructífero en la historia. Aquí queda conectada la plenitud de la vida humana -el ser, el ser en el ser humano, con la forma personal y humana- en estas cinco. ¿Otras, falta alguna, hacia dónde están mirado para coger estas y no otras?
σοφία καὶ σωφροσύνη καὶ ἀνδρεία καὶ δικαιοσύνη καὶ ὁσιότης, πότερον ταῦτα, πέντε ὄντα ὀνόματα, ἐπὶ ἑνὶ πράγματί ἐστιν, ἢ ἑκάστῳ τῶν ὀνομάτων τούτων ὑπόκειταί τις ἴδιος οὐσία καὶ πρᾶγμα ἔχον ἑαυτοῦ δύναμιν ἕκαστον, οὐκ ὂν οἷον τὸ ἕτερον αὐτῶν τὸ ἕτερον;
La pregunta es si son lo mismo (sabiduría y demás), pero con nombres diferentes. Es decir, si es un juego de palabras. O si se tratan (sabiduría y demás) de partes de un todo, la virtud. Y, si se trata de esto segundo, si son iguales entre sí o no.
Si son la misma cosa significaría que la sabiduría es piedad o valentía, es decir, que cuando decimos que alguien es valiente también es sabio y si es prudente es valiente. Todo unido. Y reconoceríamos que es completo y perfecto aunque nos refiramos a algo que llama más la atención. Supondríamos, por ejemplo, que alguien cabal y reflexivo tiene también valentía suficiente. Lo cual, a decir verdad, ni siquiera nos parece que es así en lo corriente. Y, además, decir que alguien es cualquiera de las cinco cosas, que ha realizado alguna de ellas ya es mucho decir. Que al que decimos sabio ahora no le queda nada por saber o que el prudente de hoy ya no tiene nada que sopesar.
Sería interesantísimo ir viendo una por una. Más bien necesario si acaso. Y notar los huecos que faltan en la lista. Introducidas ciertas cuestiones hoy, que no puedo olvidar, ¿dónde queda la alteridad, el otro, la compasión o la amistad o, sin más preámbulos, el amor? ¿Es que la virtud no tiene nada que ver con filia o eros o agape o tensión alguna? ¿O todas ellas y la virtud misma?
El encaje tampoco resulta fácil, ni siquiera imaginándolo. ¿El sabio es siempre prudente y valiente? ¿El piadoso qué tiene que ver con el atrevido o el fuerte? ¿El sensato es justo y el justo es sabio? ¿Puede no haber relación entre ellos? ¿Puede un sabio no ser valiente o justo o piadoso? ¿Puede alguien piadoso no ser justo? ¿Falta algo así como ternura, delicadeza, suavidad, amabilidad, docilidad incluso? ¿Dónde está en la lista de las cinco el dominio de sí?
No hay comentarios:
Publicar un comentario