lunes, 2 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 82. (Platón, 348d - 349d)

Se puede tachar como "misticismo", pero no tengo otras palabras mejores. Y subrayar, aunque significa exagerar palabras, es el mejor camino para destacar y que se vea lo fundamental del asunto. 

Lo que le pasa a Protágoras tiene forma de milagro. Respecto al tema principal del diálogo, no es la acumulación de saberes lo que ahora importa sino la Verdad misma. Platón utiliza la verdad en sí, la idea de verdad. Sin conocerla, saber que existe y es importantísimo para toda persona y que nadie se puede desconectar de ella. Lidiará con ella. Y no es tampoco igual una obligación vivida desde fuera que el obligarse uno a sí mismo. En esto hay diferencia y no poca. Y tal es el respeto de la Verdad cuando la Verdad se presenta de primeras a las personas. Pide colaboración. No obliga a ella. 

Insisto en que puede verse desde la barrera como misticismo, sobre todo si se acostumbra alguien mucho a leer literariamente, es decir, por las letras mismas, sin trato con la realidad. Ayer leía algo que viene a colación a cerca de la fenomenología y lo que en ella es conciencia intencional, que es conciencia siempre de algo, que pensar ahí se describe como ir más allá de la conciencia hacia la cosa misma. Y la filosofía ha tenido que recuperar esta vocación de realidad después del fuerte impacto que ha tenido el mundo totalizante de la idea traducida en historia y subjetividad cerrada. El pensamiento y la idea-realidad terminan siendo mundos separados. Con los peligros que eso ha traído consigo y las derivas políticas que ha tenido. Y todavía estamos ahí inmersos de forma general. O es la forma general de trabajar sin singularidad, sin libertad. 

Puede parecer que estoy lejos del texto. O no. Recomiendo leerlo directamente. Claro que sí. Con calma. Este momento del diálogo es magnífico. Y no es literatura creativa, sino una extraordinaria descripción. Suscrita. "¿Qué otro mejor que tú, Protágoras?"

Sócrates le describe concentrando aún más el tema, definiéndolo. Ya no es el saber, sin más, ese saber alejado y abstracto del que pareciera que se filosofa o que permite mejor filosofar, idealizar, quebrarse, jugar con las palabras. Ahora se trata de Protágoras que dice ser "persona de bien y capaz de hacer a otros personas de bien". Algo que él dice y proclama públicamente, aunque muchos ni se atrevan a decir lo mismo, aunque lo piensen. 

Porque todos, de alguna manera, pensamos de nosotros mismos que somos "personas de bien", nos comprendemos, descubrimos nuestra intención, tenemos siempre justificación a mano para explicarnos. Y, por supuesto, sabemos también hacer mejores a otros, o peores. Sabemos esas dos cosas y vivimos creyendo que sabemos todo eso. Tanto de lo uno personal, como de lo otro relacional. Tanto de la propia subjetividad, como de la ajena, la vinculada y vinculante. Es sorprendente que no lo hayamos leído todavía y hayamos hecho de esto aviso. Un tema que se ha explotado en la psicología de todo tipo, que llamaríamos representación de sí, conciencia de sí, auto- múltiples palabras para definir esta pseudorelación (aunque la tratemos como relación, sin serlo) con nosotros mismos y que está presidida por el bien, pese a que no lo decimos claramente. Nosotros con nosotros mismos, el bien. Para otros, además, nuestro bien. Porque sabemos cómo iría mejor la vida de cualquier otro, incluso del mundo entero. Y si nos dejaran, ¡claro que lo arreglaríamos y claro que el mundo sería mejor, mucho mejor! ¡Claro!

A esta forma de vida Protágoras le pone nombre: sofística. 

Él no es un sofista sin más, sino que es "maestro de sofística". Y la diferencia es notable. Él es quien pone las cosas claras y deja traslucir todo lo que hay detrás de esta palabra nada ingenua, nada burlona. De broma tiene poco. Acentúa el saber por encima de toda ignorancia, olvida y cura toda ignorancia sin saber bien cómo lo consigue. 

Leído en el momento, en su contexto, estas palabras están dichas como para pedirle a Protágoras que las cambien, que gire hacia otro lugar, que reconozca que ha pasado algo. Con humildad, yo las leo así. Es un recordatorio del inicio para descubrirlas en un plano diferente: desde el arrepentimiento, ahora con la vergüenza de sí. Es la oportunidad. 

El apunte sobre el dinero, al ser el primero que se dice que cobraba directamente por su enseñanza, daría mucho que hablar. No tengo ahora tiempo. 

Sócrates quiere recordarle la cuestión. Hacer memoria en él. Ver cuánta Verdad hay. Examinar examinándole. No la idea como entendemos la idea, sino la idea como se entiende la idea aquí, como lo más real que lo real, fuera de toda apariencia y discurso disidente, logos falso. Y la pregunta era: 

"¿La sabiduría, la sensatez, el valor, la justicia y la piedad, qué son, cinco nombres para una sola cosa, o a cada uno de los nombres subyace una esencia particular y cada objeto tiene su propia facultad, que no es igual la una a la otra?"

σοφία καὶ σωφροσύνη καὶ ἀνδρεία καὶ δικαιοσύνη καὶ ὁσιότηςπότερον ταῦταπέντε ὄντα ὀνόματαἐπὶ ἑνὶ πράγματί ἐστιν ἑκάστῳ τῶν ὀνομάτων τούτων ὑπόκειταί τις ἴδιος οὐσία καὶ πρᾶγμα ἔχον ἑαυτοῦ δύναμιν ἕκαστονοὐκ ὂν οἷον τὸ ἕτερον αὐτῶν τὸ ἕτερον

Cargada la pregunta de todo el sentido del mundo, Sócrates recuerda que Protágoras había dicho después que eran diferentes, siendo la virtud todo ellas eran partes. Es decir, la sabiduría, la sensatez, el valor, la justicia y la piedad serían partes de la virtud, pero partes no iguales de la virtud sino partes diferentes entre sí. 

El todo puede tener partes iguales que se sumen o que sigan siendo, como partes, un todo en proporción inferior. Por ejemplo, cantidad de dinero. Lo del oro, que dice Sócrates, sin duda en relación al dinero que el sofista reciben. Son partes que se acumulan en más y más. O pueden ser partes diferentes, cuyo vínculo no sea una suma, como acostumbramos a entender, sino más bien una forma de desarrollo y completitud. 

Y termina esta intervención como debería terminar. Algo así como: "Seguro que puedes pensarlo ahora de otro modo, verlo con más claridad." 

εἰ δὲ ἄλλως πωςτοῦτο διόρισαιὡς ἔγωγε οὐδέν σοι ὑπόλογον τίθεμαιἐάν πῃ ἄλλῃ νῦν φήσῃςοὐ γὰρ ἂν θαυμάζοιμι εἰ τότε ἀποπειρώμενός μου ταῦτα ἔλεγες.

Sócrates colabora en lo que puede. No dice lo que tiene que pensar, pero colabora decididamente en que piense y piense, repiense si tiene repensar algo. Y adelante. Sea como sea, el impacto personal y la comprensión personal en primera persona por parte de Protágoras al menos, y más dudoso es que el auditorio se esté enterando o que el lector con distancia y prisas se de cuenta de ello, está garantizada.

Le toca a Protágoras. Y el siguiente paso se llama como se quiera pero es libertad. Sigo pensando que esta oscuridad en la que está sumido ahora mismo el discurso, el diálogo y hasta la pregunta misma, causa de  temor sin duda y no solo de ridículo, es una gran oportunidad. Toda otra consideración puede que merezca una reflexión en segundo plano. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario