domingo, 11 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 63. (Platón, 337c - 338c)

Ahora le toca a Hipias. El quinto en aparecer, tras Calias, Alcibíades, Calias y Pródico. Aquí no se cansa nadie. Esto parecen los entremeses del descanso en los teatros. Es la pericia de Platón que trae, a lo que hay, a otros que en su tiempo pululaban por allí expandiendo sus doctrinas. Tan abreviados y esquemáticamente expuestos que, como viene exigiendo Sócrates, se ve claramente su entraña. Se hacen trasparentes.

Hipias despliega su encanto ganándose con su apuesta por "lo natural" frente a "la ley", dejando así la ley para él o alguno de los suyos, que fuera de la escena, pueda ser árbitro en la contienda. Porque diga lo que diga, aludiendo a la amistad y la concordia como un amigo que pide a otros amigos tranquilidad está subrayando la necesidad de la ley por encima de todo lo demás. Pero esa ley, mejor que quede de su lado. Si no lo ves de primeras y te cautiva "el punto medio", vuelve a repasar el poder que quita a quienes escucha para dejarlo en cesión a su juez, que no es parte. 

De hecho, ya pide en su propio discurso recortar tanto la libertad de Sócrates como la de Protágoras, de modo que ninguno haga lo que quiere y cree que es bueno. Ni Sócrates podrá exigir respuestas breves buscando la verdad. Ni Protágoras podrá hacer sus largas intervenciones buscando convencer. Atención, que ya no queda más criterio que el suyo, dicho con elocuencia y con esa falsa moderación y equilibrio que tomarán otros como referente de toda su ética poco después. Que salga uno y otro de lo suyo, de su morada y de su ética, que el sofista así habrá hecho valer antes incluso de que se den cuenta la fuerza que les succiona con tanto encanto. 

¡Ay, cuánto atención y con cuánto cuidado hay que ir andando!

A ver. Una cosa es la moderación de uno consigo mismo, es decir, el propio control, autocontrol, la fortaleza sobre las propias pasiones, y otra muy diferente es esta supuesta moderación que se trata de encajar a una persona en el hueco que hay hecha para ella dentro del mundo, del sistema para que no piense, ni sueñe, ni busque un centímetro más allá de su fina piel. Hipias es el gobernante magnífico encajapersonas en tal o cual situación, al que no cabe preguntar por más libertad que la suya, porque rápidamente considerará que es una amenaza impropia, imprudente a su sabiduría. Diríamos que es un listillo. 

Los presentes, ¿qué dicen, qué hacen, cómo reciben todo esto?

Aplaudiendo. Y Calias, empoderado por el discurso de Hipias, sigue sujetando a Sócrates y "no lo soltará" hasta arrojarlo de nuevo a la arena, el lugar que le toca. Y punto. 

¡Qué más necesitamos que este discurso de Hipias y su confluencia con el asentimiento de la asamblea! ¡Fin! 

Todos gritan: ¡Un árbitro! ¡Un árbitro! 

Me pregunto. ¿Saldrá Sócrates de esta? Es más, ya estoy preocupado también por Protágoras. ¿Por qué anda tan callado el sabio entre los sabios y por qué deja a otros hablar tanto sin decir nada? ¿Están en parada?

Sócrates vuelve sobre su propias palabras. Ahora ya tiene que intervenir. Sería una vergüenza escoger un árbitro. Y, para que le quede claro a Hipias, no sería justo escoger a alguien inferior a ellos. ¡Ahí lo deja! Y, para que quede más claro aún, si fuera semejante haría las cosas de sus semejantes. ¡A derecha e izquierda se escucha el argumento y cae como una losa! ¡Ahí lo deja! 

Si alguien quiere un árbitro, entonces que sea superior. Si no, mejor que no ocupe tal lugar por el destrozo que puede hacer con su ignorancia. 

En el siglo XXI parece que todavía no hemos leído a Sócrates. Nos hemos quedado en el aplauso a Hipias. Esto lo digo fuera de toda lectura. Supongo. No sé. Lo dejo ahí. 




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