miércoles, 28 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 77. (Platón, 347d - 348b)

Una buena reunión filosófica es aquella en la que cada uno habla de sí mismo. No es una reunión por tanto para hablar de otros, para hacer historia de la filosofía, para hacer comentarios a la historia de la filosofía, para sumar opiniones a las opiniones de los demás. Una reunión filosófica es hablar en primera persona. Es decir, hacer lo que siempre hacemos sin el escudo de la opinión del otro. Quizá la escasez de filosofía sea lo que haga que la filosofía sea incomprensible para muchos, especialmente para quienes se inician en ella. Y aquí sí pienso que todos tienen un inicio en ella motivado por la vida misma. 

Comentar opiniones de los demás, como si pudiéramos llegar a ellas por lo que escriben y bucear en sus intenciones, es ridículo. Lo es sin duda respecto a alguien presente, no digamos si no lo está y cuánto más si pertenece a otra época. Tal y como yo no pretendo hacer aquí, porque esto no es ni de lejos un comentario a nada, sino una meditación al hilo de este diálogo. Si fuera un comentario sería otra cosa distinta la filosofía, que es precisamente lo que se pide a los alumnos que van a ir a la universidad en el examen general para ingresar. Tal cual, en ese caso, está penalizado el comentario personal. 

Imagino que este apunte vale para toda la educación ampliamente considerada, donde no se da, salvo en rincones marginales, oportunidad al alumno para que piense, lea lo que le provoque interés, escriba sobre su inquietud e inclinaciones personales, comparta con otros compañeros foros y entornos de discusión. Eso, si se hace en la escuela -da igual su grado-, será siempre "como al margen", como "rozando lo ilegal" y considerado "como inútil". La educación actual, como entonces la de Grecia según parece, traslada al individuo a una esfera en la que pensar por sí mismo se penaliza. ¡Mejor que sea un repetidor! ¡Eso sí es aprendizaje! (Ni hablo del debate que hay en torno a la memoria, porque está desquiciado.)

Me parece muy luminosa la descripción platónica: 

"Así también estas reuniones, si se componen de hombres tales como la mayoría de nosotros dicen ser, para nada necesitan de voces ajenas ni siquiera de poetas, a los que no se puede preguntar de qué hablan; y muchos, al traerlos a colación en sus argumentos, los unos dicen que el poeta pensaba esto y los otros aquello, discutiendo sobre asuntos que son incapaces de demostrar. Pero los educados dejan a un lado las reuniones de esa clase, y ellos conversan entre sí, tomando y dando una explicación recíproca en sus diálogos." 

No deja lugar a dudas. No se trata de ningún tipo de desprecio por la cultura, el saber y todo lo demás. Por otro lado, Sócrates y Platón creo que no atisbaron nunca que hoy yo aquí estuviera leyendo uno de sus libros y haya leído a otros tantos (los libros son siempre cosas del pasado, claro está), porque no creo que deba situarse ahí la cuestión. Tampoco entiendo que la filosofía esté de la mano de la autenticidad de lo que cada cual piense en su momento. La situación es más complicada, porque ahora, cualquiera que esté concernido e involucrado en estas búsquedas tendrá a mano muchos textos que le ayudarán. Siempre y cuando se tomen bajo la advertencia de lo que hoy se quiere decir, pero no se dice, en la redundancia del pensamiento crítico. Es decir, que la propia acción de leer siempre será un pensar y que en el pensar por uno mismo siempre habrá que estar alerta. 

Por supuesto, todo pensar es personal. Pero no todo lo que se piensa el propio. Y gran parte de la filosofía consiste en hacer pensar lo que se piensa, sin más. Otros, los grandes genios, son los que crean horizontes de sentido para su generación y, no pocos de los más grandes, para las venideras. En esas estamos. En la necesidad de pensar que, cuando llega, ya tiene por lo tanto una historia que revisar y en la que habrá que "meter mano" de algún modo. Los grandes autores ayudan a eso. Pero filosofía solo será en primera persona. Y sabiduría, lo que es sabiduría, convendría ir separándola lo más que se pueda de la capacidad de citas elevadas o refranes populares. Un sabio no es el repetidor de las opiniones ajenas, sino el que eleva su voz en consonancia con lo originario, con lo fundamente. Esta memoria sí es prodigiosa. 

La incitación de Sócrates no queda como una reflexión abstracta. Quiere pasar a la acción, actualizarla, vivirla. Esto es lo que hay. Si somos sabios en algo, si hay sabiduría en nosotros, hablemos y sepamos de qué está hecha. Es decir, analicemos bien lo que decimos por nosotros mismos. Que es lo mismo, casi idéntico, que saber cuál es la fuente de nuestra vida. Y, ya que sabemos que no somos sabios, que esta conversación al menos conduzca a una nueva conversión, reparación o arreglo de nosotros mismos. ¡Al lío!

τοὺς τοιούτους μοι δοκεῖ χρῆναι μᾶλλον μιμεῖσθαι ἐμέ τε καὶ σέκαταθεμένους τοὺς ποιητὰς αὐτοὺς δι᾽ ἡμῶν αὐτῶν πρὸς ἀλλήλους τοὺς λόγους ποιεῖσθαιτῆς ἀληθείας καὶ ἡμῶν αὐτῶν πεῖραν λαμβάνοντας

Para poder realizar lo que Sócrates está proponiendo, que no es tarea fácil esto de "hablar por uno mismo", hay antes que "deponer a un lado" todo lo demás que es ajeno, aunque esté dicho con buenas y bellas palabras. "Abandonarlo", hacerlo extraño. ¿Cómo es posible, si ya está dentro de mí, si lo he recibido desde pequeño, si ni sé distinguir en mí lo que es propio y lo que es ajeno, lo bien pensado y el engaño, y todo lo demás se cierne en una confusión enorme nada más doy el primer paso? ¡Complicadísimo! 

Como todo esto es tremendamente cierto, que es una verdad de dimensiones enormes y que a nadie le gusta que le cuenten, mejor no tener ningún aprecio por uno mismo y lo que piensa, y ser lo suficientemente libre como para ponerlo en cuestión. Si se llega a esto, ya hay inicio en la sabiduría. Sin esto, difícilmente. Por muy inteligente que sea una persona, amándose a sí mismo por encima de todo lo demás la Verdad, como tal, no puede aparecer. Si hay Verdad, en pura lógica, la persona se amará a sí misma menos que a la Verdad, al Bien y a la Belleza. Pero cuidado, que aquí muchos se entregarán a ideologías de todo tipo, cegados y cerrados, repitiendo esta verdad sin haberla hecho Verdad. Si hay Verdad, en serio, nada más será tan importante. Quien lo ha probado, lo sabe. Y no es "misticismo", como me decía hace unos días un gran filósofo de reconocido prestigio mediático en España. Otra cosa es que no se haya probado la Verdad y se pueda leer mucho en muchos idiomas. Son cosas diferentes, que parece que los que saben muchos idiomas deberían saber, y quizá sepan, pero no lo dicen jamás. 

Protágoras ha quedado indeciso, incierto, débil e incapaz de tomar una decisión. ¿Exponerse? Durísimo. ¿Callarse? Quedaría como aquello que dice no ser o no dice ser, lo que se quiera. ¿Enredarse con Sócrates ahora para discutir estas nuevas palabras sobre si son o no verdad citando a otros poetas, como hace en otras ocasiones? Aquí parece que no puede dar gato por liebre, ni enredar enredando a otros. 

Sócrates habló más, no solo eso. Dijo otras cosas por el estilo. Pero sea lo que fuere, es importante ver que Protágoras ya ha recibido, se le ha aparecido algo que todavía no ha nombrado. Ese silencio locuaz de cuando caemos en la cuenta de algo o de cuando no sabemos cómo articular en palabras ordenadas lo que estamos viendo o de cuando la intemperie puede más con su incertidumbre y luz cegadora de lo que soportan nuestras seguridades y pilares cotidianos. Es importante verlo. Quizá es la puerta para lo mejor de la vida. Quizá no abandonar esta actitud sea de lo más filosófico que se puede provocar en muchas personas. Es un "hacer pensar", no dar algo que aprender, que son cosas diferentes. Es poner en marcha a la persona. 

Ahora bien, todos sabemos que un momento así, que es ocasión para lo mejor con un poco de valentía que se tuviera, en la mayoría se resuelven con mirar para otro lado y no acobardarse frente a la propia mediocridad confiando en el olvido de todo esto, en que el tiempo haga de la suyas y penetre esta luz en el pozo ciego. Será una posibilidad ahora, luego ya veremos. Será oportunidad, pero hay que cogerla por uno mismo. Igual que pensar, que nadie puede hacerlo por uno mismo. Igual que vivir. Se puede ser esclavo de alguien, pero nadie puede vivir por mí mi propia vida. Esto es una mala comparación. 

Está claro que se abren los ojos y se sigue adelante, o se queda uno tan tranquilo en la cama, tapadito y calentito. Que mañana ya, si eso, será otro día. 




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