sábado, 21 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 101. (Platón, 357c - 357e)

Como de costumbre, algunas preguntas las tomamos tan tontamente que ni tienen posibilidad de reflexión. Es decir, no se les da ninguna oportunidad más que la simple e inmediata vivencia primera en la que las cosa parecen ser unívocamente de un modo. En realidad, no todas. Algunas de las más inmediatas tienen tanta fuerza que son invivibles sin reflexión, sin una segunda vuelta. Incluso de las más cotidianas. En comunicación es constante. A lo mejor todo es comunicación, de alguna manera, con la realidad, traducible al lenguaje del decir, del escuchar. Lo dicho, algunas incluso inmediatas ya empiezan a exigir que se les dé una segunda oportunidad y tiran del sujeto hacia su comprensión, más allá de lo que parecen en el primer impacto. 

El conocimiento es lo que domina, lo decisivo. Habiendo claridad solo un loco o un malvado se dejaría encaminar en otra dirección. Pero no habiendo claridad, sino que dando pábulo a la confusión o al engaño, cualquier cosa es posible, porque lo que se cree es estar haciendo un bien. Esta es la relación permanente fundamental de la persona con la realidad. No es optimismo de ningún tipo, como se dice en ocasiones. Sino la verdad previa a todas otras consideraciones. La fragilidad en nosotros es tal, aunque menor de la que abundamos en explicar para convertir todo en autojustificación, que el bien se alía con la verdad. Ni el bien ni la verdad nos son ajenos jamás. Y no queremos que sea un horizonte en el espectro del mundo, sino lo más cercano e íntimo a nosotros mismos. Decir lo contrario es haberse vuelto estúpido, rematadamente estúpido, o extremadamente malvado. 

En la reflexión no solo imprime su contundente pregunta la relación de lo inmediato con lo mediato y la totalidad, sino también con la vida, con la huella, con la herida que dejan a su paso multitud de acontecimientos a cuya apertura estamos expuestos radicalmente, ontológicamente, metafísicamente. 

Lo dicho, el sometimiento fundamental del ser humano no es al placer o las pasiones, sino al conocimiento. Y opinar de otra forma es, a decir verdad, esa opinión común, hecha con trazos de una tradición que todo quiere explicarlo comprensiblemente a través de narraciones, cuentos e historias que usan personajes inexistente y son más metafóricas y simbólicas que directas y actuales. Algunas de estas tradiciones se han quedado en la explicación funcional. Así, al considerar "el dominio del placer" realmente terminamos en "el dominio de la razón", en su mejor sentido. No era el placer lo que era fuerte, sino la razón la que sigue siendo fuerte, aunque débil, frágil y capaz de ser ella misma pero engañada, confundida, justificada de antemano casi para que no le duela demasiado aquello que está viviendo internamente. Si dejásemos a un lado ciertas consideraciones tan arraigadas e intentáramos verlo por nosotros mismos, prestando atención de verdad a lo más inmediato, sin irnos lejos tan rápido, descubrimos en esas descripciones que la conexión con el bien es eterna. 

Aquellos que vuelven a preguntar a Sócrates, en la imaginación misma de Sócrates, sobre cómo se debería contestar a la cuestión del inicio, en el que la persona que sabe bien algo luego hace otra cosa diferente a lo que sabe, Sócrates responde con aquello que ya sabemos por los libros de texto, por las clases y demás enseñanzas y que puede que hayamos aprendido mal o hayamos criticado demasiado rápido. ¿Qué ocurre entonces, Sócrates? ¡Explícalo!

Y Sócrates, y sigo pensando que irónicamente, dice que es la ignorancia. Y lo dice, irónicamente creo, del lado negativo. Como si fuera una broma. 

εἰ μὲν οὖν τότε εὐθὺς ὑμῖν εἴπομεν ὅτι ἀμαθίακατεγελᾶτε ἂν ἡμῶννῦν δὲ ἂν ἡμῶν καταγελᾶτεκαὶ ὑμῶν αὐτῶν καταγελάσεσθε.

Añade que, si se hubiera dicho al principio, sin más, hubiera parecido ridículo y cosa de niños, de lo que reírse sin dolencia y algo que despreciar sin culpa alguna. De primeras, hubiera parecido lo más imposible y hubiera quedado descartado. Pero Sócrates, después de todo el trabajo para depurar lo anterior, para descubrir su consistencia, ha vuelto al origen mismo, al principio mismo, a lo que fue dicho pero no atendido, que estaba ahí y no ha dejado de estar presente en toda la argumentación: La primacía del saber, del conocimiento. 

De paso, podríamos repasar qué significa realmente "amathía" y recuperarla un poco de su ámbito académico y de la consideración del examen como la tenemos en la cabeza. Algo que en Sócrates está claro que ni existía, ni era una posibilidad. Aquello era otra cosa, más ociosa. Para empezar, amathía es una privación. Y lo que normalmente decimos como aquello que priva es algo así como ser discípulo o aprender, es decir, pertenecer a una tradición. 

Y digo ignorancia entonces, y que la ignorancia es una ironía, porque precisamente lo que ha hecho Sócrates es, sin más, quebrar todo el aprendizaje recibido por estos, sus interlocutores imaginarios que, misteriosamente coinciden rabiosamente con el común de la humanidad irreflexiva, durante una continua y permanente argumentación, que más que ponerles del lado negativo, pobre y frágil de la historia les ha mostrado una conexión, un vínculo, un sometimiento, una subyugación perpetua de la persona con el bien y la verdad. Por eso creo que todo lo que se explica habitualmente de Sócrates prescinde de la ironía, lo traga como verdad, lo mastica como si fuera tal y nadie dice nada. 

La ignorancia, aquí, forma parte del método. E insisto, es la pregunta fundamental y más respetuosa que se puede hacer y de la que se puede aprender. Curiosamente. ¿Hasta dónde alcanza mi ignorancia y qué es lo que sé que no sé y sé que no podré saber? Pero, a lo mejor nos vale también esto, ¿qué es lo que sé aunque no sepa explicar bien lo que sé, aunque no sea en mí un tema, un dominio, algo perteneciendo al reino de lo evidente, de lo inmediato, de lo directo, de lo claro y de lo evidente? ¿Queda, por debajo de todo esto, en verdad una verdad mayor que ha sido incomprensiblemente dicha a toda persona y que actúa en ella y se muestra desde ella? Si es así, la condición humana no es precisamente ignorancia. 

Dicho a las claras. ¿No será que no tenemos solo preguntas sino que somos capaces, muy capaces de respuestas? 



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