domingo, 25 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 74. (Platón, 345d - 346b)

Vuelvo sobre el tema de ayer. Comienzo casi del mismo modo. Perdón por la repetición. Lo creo necesario. El asunto es que del bien y del mal no se escribe de cualquier manera o no se debería hacer. Y que cuando nos tenemos que parar a pensar sobre ello es siempre "tarde", sin antelación. De ahí que nuestra posición más sincera sea una ignorancia más que reconocida y una precariedad en los instrumentos notables. 

El niño que se plantea que ciertas decisiones de sus padres son malas para él y le da vueltas y vueltas, porque la vida es siempre injusta y no le da tregua, en el fondo no habla del bien y del mal, sino de sí mismo y todo lo demás, junto con su deseo de no tener obligación y responsabilidad alguna, porque eso "carga". Quien se plantea el bien y el mal está ya y se ve ya "cargando" necesariamente y sin salida con una realidad que, podríamos decir que como un niño que empieza, le supera ampliamente y en la que no cabe otra que verse implicado, haciendo sin saber de las consecuencias de lo que hace. 

Si del bien y del mal hablásemos así, con su profundidad propia, poco menos que el alma se desgarraría entera. Tanto por lo hecho como por la presión de lo que queda por hacer. E, insisto, no queda otra que actuar. Lo repito, no hay salida. Estamos de lleno en eso. 

Solo alguien que ignora esto puede vivir tan distraídamente de sí mismo que, en el fondo, le da igual su propia persona, la de los de alrededor y no digamos los otros que no conoce y que están viviendo las consecuencias de sus decisiones. No es una exageración, por supuesto. Si no se ve es porque falta profundidad al reconocer lo decisivo que es esto de lo que hablamos. Todos sabemos que quien construye un fusil no mata a nadie. ¡Claro que no! Ni quien compra esto o aquello tampoco es un opresor que paga injustamente. ¡Claro que no! Ni quien hace a medias ciertas obligaciones se puede decir que sea un vago que enseña a otros a vaguear y trampear por su comodidad, pase lo que pase luego. ¡Claro que no! Ni un padre que es mal ejemplo es el responsable último de la vida de sus hijos y lo que hagan con ella. ¡Claro que no! Y suma y sigue. 

Sócrates expone aquí su doctrina, su pensamiento sobre la vinculación entre el mal y la ignorancia. Decimos "intelectualismo moral" y todos saben ya de qué hablamos. ¿Nadie hace mal "a sabiendas", con "sabiduría"? Y nos reímos de la bobada que es, aunque sea para desahogarnos por las veces que hemos creído ver y vivir lo contrario. ¡Cuántos habrá que hayan matado queriendo matar y sabiendo que mataban y disfrutando incluso de la muerte del otro y deseando su sufrimiento y el de todos los de su alrededor! ¡Cuántos!

No es así como se tiene que ver la cuestión, ridiculizándola. ¿Alguien que viera el mal en su profundidad, con todas sus consecuencias, sería capaz de obrarlo? ¿Alguien que supiera lo que es y dónde se mete, lo aceptaría? ¿Alguien que colocara el mal en su auténtico lugar, no descolocado de todo lo demás, se atrevería a acercarse o cedería? ¿Alguien así no resistiría? 

A la inversa, ¿alguien que supera de su capacidad para el bien y todas las consecuencias que tendrá no lo desearía como lo primero, lo buscaría, se comprometería, daría lo que fuera por alcanzarlo como el tesoro más valioso? ¿O es que no vemos el Bien en su auténtica grandeza, lo ridiculizamos éticamente en ocasiones, lo dejamos al "libre albedrío" como opcional? ¿En serio? 

Ahora, ¿no será que no sabemos, esto es, que ignoramos lo que son y por eso vivimos como vivimos, pero que si lo conociéramos...? ¿No habría voluntad?

Probablemente esté aquí el otro asunto, que ha encandilado a muchos. ¿Voluntad dañada, herida, rasgada, temerosa, débil, precaria? ¿Cómo llamar a esto? ¿Desorientada, perdida, extraviada, atrapada? ¿Voluntad negativa, temerosa? 

Hace falta meditarlo bien. Que es lo que Sócrates procura que hagan aquí sus oyentes. Desconcertados, ciertamente, a medida que va comentando el poema y toma referencias de Simónides. 

Muy interesante la referencia del esfuerzo de los buenos para no ceder voluntariamente a "lo que les nacería casi automáticamente", que procuran decir bien cuando todos se quejan con males y, con sus palabras sencillas, muchas veces justician sin echar más leña al fuego. La queja, por pequeña que sea, como es acusación y juicio, sitúa curiosamente del lado del "mal", clausurando y cerrando la culpa, mientras que el bien es posibilitante, recuperardor, reparador, esperanzador siempre. Así se distinguir desde antiguo. Y así cualquier en su día a día puede comprobar el poder cotidiano del bien frente al mal, que lo detiene. A lo mejor también nota lo contrario. 

τοὺς δ᾽ ἀγαθοὺς ἐπικρύπτεσθαί τε καὶ ἐπαινεῖν ἀναγκάζεσθαικαὶ ἄν τι ὀργισθῶσιν τοῖς γονεῦσιν  πατρίδι ἀδικηθέντεςαὐτοὺς ἑαυτοὺς παραμυθεῖσθαι καὶ διαλλάττεσθαι προσαναγκάζοντας ἑαυτοὺς φιλεῖν τοὺς ἑαυτῶν καὶ ἐπαινεῖν.

Efectivamente. Quien ama, con su voluntad justifica. Así obra el bien y quedan vinculados para siempre más allá de la mera amistad o de la pertenencia social, se une al bien y queda impregnado por él. Diríamos que alguien que obra así es auténticamente valiente y fuerte, y no pocas veces le toca "templar" ambientes cálidos o fríos, amainar tempestades y soportar -siempre es paciencia lo que está en juego- inclemencias, intemperies y realidades que buscan imponerse con la violencias de los hechos ante la precariedad de lo que debería ser. 

Suena duro, pero es así. Estos buenos que describe Sócrates silencian el mal, lo tapan, lo ocultan, lo hacen suyo sin reflejarlo. Porque no es ignorancia del mal lo fundamental, sino el conocimiento del Bien. Solo eso transforma y no lo pensamos detenidamente casi nunca. Conocer el mal a fondo solo puede conducir a la negrura del alma. Quien conoce el bien, lo contrario. Pero que nadie espere que por conocer mucho y muy profundamente el mal se saldrá de ahí de algún modo sin el amparo del bien, sin el hueco de salida. Sin embargo, en este mundo, quién puede conocer solo el bien. Quien conoce el bien sabe también, y probablemente no poco, del mal. A mí esto me parece decisivo en educación y cada día más. No digamos socialmente, con todas las oleadas de quejas, reivindicaciones y protestas, que llevan al enfrentamiento sin salida alguna. El bien es otra cosa, procede de otra realidad. Quien conoce el bien, tiene verdaderamente otra vida, otra tensión. Centrarse en él es fundamental y fundante. 

Deberíamos seguir pensando esto con mucho más cuidado. No sea que la sabiduría sea esto y solo esto, porque pequeña que parezca: saber del bien, nada más y nada menos; y de la tensión en la que está la vida humana situada, con su voluntad y tiempo de por medio. 



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