martes, 20 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 72. (Platón, 344b - 344d)

Sigue hablando Sócrates, sobre la interpretación del poema de Simónides que ha sacado a colación Protágoras. Donde Protágoras ve una contradicción en Simónides, que Sócrates no reconoce, el propio Sócrates está haciendo una lectura de múltiples matices de una profundidad incomparable. Es como si estuvieran haciendo un comentario de texto un alumno de primer curso y un profesor a las puertas de su jubilación después de casi infinita acumulación de saber. Y el profesor le estuviera pidiendo al alumno que recogiera su testigo y aprovechase bien lo que tiene que decirle. No solo no hay contradicción, sino que es Simónides un aprovechado en su verbilocuencia de la brevilocuencia y buen consejo de un ausente Pítaco. Toda una indicación para los que llegamos después. 

Por un lado una alteración de lo esperado que confunde a quien no sabe leer bien. Por otro, un matiz no tan pequeño sobre el llegar a ser y el ser permaneciendo en el ser. En este segundo tema, lo propio de la persona sería la vida esforzada queriendo llegar a ser, entre dificultades, sin que se le ofrezca descanso alguno permanente o decisivo en el caso de que alcanzase supuestamente su meta en él. Es decir, que lo que tocaría honestamente es vivirse en permanente tensión respecto del bien, como en "llegando a ser", sin poder afirmar de una vez para siempre que se "es bueno", que se está en "el bien". Aquí se traza una línea divisoria entre seres divinos y seres humanos que no viene ahora al caso examinar, salvo para distinguir lo posible de lo imposible, lo posible por difícil que sea de lo imposible por mucho empeño que se ponga.

Aquí vamos a enganchar con un tema que, si no se ve bien, termina en una idea fatalista de la humanidad en su conjunto, sin remedio alguno, sin cura de ningún tipo, y que expone a cada uno de sus integrantes al sufrimiento y al sin sentido permanentemente, salvo que este decida con su libertad realizar poco menos que la locura de permanecer siendo bueno pase lo que pase. Porque de lo que trata es de la siguiente sentencia y su posible verdad o no, llevada a un examen sincero y no tomada como la excusa de siempre. Juntamos las dos para que todos las veamos. 

Por un lado, "solo un dios tendría tal dominio" como para permanecer en el bien. 

Por otro, "a un hombre no le es posible dejar de ser malo, si a él le alcanza una desgracia irresistible". 

Esto hay que pensarlo bien, que nos va demasiado en ello como para ir de puntillas. Lo que está diciendo el poeta es de gran calado, ciertamente una enseñanza que parece reproducirse reiteradamente porque se enseña de unos a otros. Algo así como que toda persona sucumbirá en el mal ante la presencia del mal mismo, que no se puede estar en el bien si llega el mal y el mal siempre vencerá atrayendo hacia sí a todo aquel que roce, sin que quepa resistencia. Los ejemplos se pueden multiplicar. Se responde al mal con mal, se le quiere vencer con mal y, por tanto, ahí está el fruto de su semilla. Y no cave otra. 

Luego se pregunta Sócrates a quién derriba. Evidentemente, no al que está ya tumbado, sino al que está de pie. Al que conduce, le puede torcer, pero no hay tempestad que despiste a quien no se mueve de su sitio, igual que no se equivoca nadie que no toma decisiones, en el ámbito que sea. Quien no hace nada, si es que hubiera alguien en tal situación, nada le puede pasar. Quien no vive, tampoco sufre. Pero quien vive, por la misma razón de vivir, está expuesto permanentemente a algo que puede superar, con creces, su capacidad para dominar la situación y, por lo tanto, puede afectar a su propio dominio en la situación. Distingamos esto último bien. Que una cosa es lo que ocurre y otra qué se hace con lo que ocurre. Si es en forma de diálogo, una es la pregunta que recibo y otra la respuesta que doy. Y aunque la pregunta quiera siempre llevarme, porque esa intención no siempre se oculta, no tengo por qué darle la razón de primeras y dejarme conducir por ella donde quiere verme. ¿O sí?

Lo que dice el poeta es que lo que nos sucede nos "causa" irremediablemente una reacción en su misma línea. Si alguien me hace bien, bien. Si alguien me provoca un mal, le daré otro. De modo que la persona y su mundo están en continuidad. Por así decirlo. 

En ocasiones no es un momento concreto y puntual, sino que lo que nos sucede puede durar. Como la noche, como la oscuridad que cada día nos abarca largamente. No es un instante, no es una situación, sino que puede darse también la reiteración de la situación, la vida sin escapatoria. No algo que llega y "pum", sacude y desaparece, sino que permanece, se mantiene. Incluso puede vivirse en la forma en la que se da algo como circunstancia de lo que no se pueda volver a salir, que abarque con su presencia todo el horizonte, sea cierto que vaya a suceder así o no. Es decir, que en ocasiones la noche se presenta tan oscura interiormente que se viva como si jamás se volviera a abrir el sol. Y no dudo que esto ocurra, porque de hecho es así. Una noche irremediablemente noche fuera de la cual ya no se vivirá. 

El excursos anterior es para no caer en la tontería infantil de considerar el mal como una bofetada que sorprende, duele un poco y se pasa. Porque la cara que ofrezca puede ser todo lo contrario, incluso la de verlo venir y no tener lugar alguno por el que escapar para no recibirlo, con la obligación no sorpresiva de tener que afrontarlo y someterse a su dominio. Con el miedo que esto puede provocar cuando nos damos cuenta de que es así, que ciertamente es así. 

Volvamos al texto. Que no hay que perder el hilo. De este modo el noble cede hasta hacerse malo. Insisto: cede, se deja llevar, cae, confunde el rumbo, hierra el tiro, descoloca sus principios, desnorta su horizonte, deja de resistirse, permite, concede, condesciende... Insisto: el noble hace posible con su acción que el mal avance en la historia, en lugar de detenerlo, permanecer, resistir, persistir en su bien, fortalecer su situación, aceptar el impacto. Y, ojo, que es fundamental esta diferencia. 

Otra cosa es el malo. El malo no tiene que ceder. ¡Claro! Solo puede ceder el bueno, como solo puede caer quien está de pie. ¿Será posible ser malo, ya que ser bueno se da por supuesto que es imposible para todo ser humano, sin excepción? ¿Es así como tenemos que ver este asunto y como debemos plantearlo si queremos ir por buen camino, sin ceder a repetir sin refutar las impresiones comunes de la gente? ¿Hay algo más o no que se pueda decir, con sólida esperanza, con firmeza verdadera o verdad firme, con bondad? ¿Cae siempre frente al mal el bueno? ¿El malo no tiene otra que seguir en su maldad sin moverse de ella, yaciendo para siempre? ¿Es posible el arrepentimiento, ya que tratamos así las cosas, respecto de la sabiduría, de modo que se haga, como mínimo, amiga o amante de ella sin poseerla y a una cierta distancia continuamente?










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