Como el oráculo de Delfos, Sócrates hace escuchar a Protágoras, como de pasada, esta frase que enmarcaba la llegada de todo peregrino griego. Según cuentan, allí podía ser vista por todos. "Conócete a ti mismo."
Ha pasado a la historia grabada en la mente de Europa. Poco más hay que decir. Recoger las innumerables veces que se ha usado con alusión directa es casi tan imposible como rastrear su presencia indirecta en el discurso filosófico, en las búsquedas más profundas de la humanidad, en la educación de los pequeños y en la orientación de los adultos.
Aquí aparece como un concentrado enigmático, junto a "De nada demasiado", menos trabajada y conocida, sin duda alguna. Esta segunda sentencia invita a la moderación de una forma negativa, como privación. Si la primera adquiere forma de mandato e imperativo, esta segunda es indicación general que para ser llevada a la práctica requiere vivir alerta, moderando, ponderando, sopesando. Quilón fue sin duda un sabio. Supo decir muy brevemente algo de gran excelencia.
Para Sócrates, la sabiduría de los antiguos se compone con "brevilocuencia lacónica". Entre los sabios, según Sócrates, circulaba una expresión de Pítaco que decía "difícil es ser digno" por la que habría alcanzado fama. Los antiguos serían simples en comparación con los que vinieron después queriendo auparse sobre sus hombros, de modo que extendieron y alargaron -como yo hago precisamente en este blog- las sentencias que habían recibido para adornarlas con más bellezas y engrandecerlas más. Así, si los sabios aplaudían a los antiguos, también aplaudirían a sus repetidores y ampliadores. ¿O no? Es lo que Sócrates echa en cara precisamente a Simónides. No su frase, a decir verdad. Sino algo que late en su intención y que no es la sabiduría sino la "ambición de honores", la querencia hacia la gloria por medio del aplauso y no por la sabiduría en sí misma. Damos por supuesto que Pítaco no pretendía el aplauso de nadie, sino solo la sabiduría y que quizá esta frase por la que pasó a la fama simplemente se le cayó de los labios en una conversación sin más intención que decir, no enseñar a nadie nada. Pero quien la recibió la recogió y transmitió junto con lo recibido a través de ella: su deslumbramiento, su brillo.
Simónides habría compuesto todo su poema en torno a esta tentación de superación de Pítaco. Y pide Sócrates a los que todavía escuchan que sigan su interpretación, su estudio, su examen. Pero en lugar de ofrecer sin más lo que él entiende que Simónides dice, lo toma como motivo de su práctica de filosofía junto con otros.
ἐπισκεψώμεθα δὴ αὐτὸ κοινῇ ἅπαντες, εἰ ἄρα ἐγὼ ἀληθῆ λέγω.
La interpretación general de Sócrates es que Simónides se aprovecha de la sentencia de Pítaco para, corrigiéndola, engrandecerse. Y lo hace desde el inicio, con ese "men". Luego aclara el asunto: lo difícil no es ser digno, sino llegar a ser bueno de verdad. Más aclarado todavía: no hay unos buenos que lo sean de verdad y otros de mentira, sino que los que son buenos siempre lo son de verdad y, por tanto, "bueno de verdad" es una reiteración, un subrayado a través de la alteración del orden esperado en las palabras, del hipérbaton. "De verdad bueno" y "bueno de verdad". En resumen, un diálogo de Simónides con Pítaco para corregirlo sin que Pítaco pueda explicar su auténtica intención, si es que fuera por estos caminos por los que el poeta le ha atrapado.
Un poco más adelante es cuando se comenta el otro asunto. Que una cosa es llegar a ser y otra permanecer en ello.
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