martes, 13 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 65. (Platón, 339a - 340a)

Resulta muy evidente que nuestras palabras no son nuestras. Por lo cual ya deberíamos estar agradecidos. E igualmente es palmario que tienen una historia que nos supera, que han acumulado con el paso de los siglos significados y trayectorias. Por tanto, al aprenderlas aprendemos más que palabras. En el mejor de los casos nos enseñan realidades y la realidad, nos adentran en ella. Más que mera interpretación las veo como un cierto camino para llegar a algún lugar, en el que vivir algo concreto. Es decir, las palabras nos conducen también a vivencias y no solo nos explican "cosas". La visión de conjunto no son palabras, sino mucho más alrededor de las personas que las viven, como las relaciones con otras personas con las que podemos hablar. 

Por supuesto, el diálogo no se establece con quienes están al lado. También se puede hacer, a través de libros, con otras personas muy lejanas. Unos que leen, otros que escribieron. La predominancia la tiene quien escribe. El esfuerzo, incluso en la propia lengua, lo hace quien lee. Con la oportunidad que le da el pararse, volver sobre las palabras o ir a otras palabras de otros lugares. Pero las palabras yacen muertas. Es indiscutible. Algo que son ellas las ha separado de quien las dijo, las pensó, las vivió, las estaba viviendo. No es que tengan autonomía propiamente, sino que quien las lee en muchas ocasiones las separa definitivamente de quien las escribió, olvidándose de su vida y apropiándose lo dado ocultando el dador. Es arriesgadísimo. Creo. Si no se toman con esa humildad en que se ofrecen queriendo transmitir algo. 

Protágoras está hablando, pero bajo la escritura platónica. Hace las veces de Sócrates en lo que representa y se dispone a examinarle con preguntas más o menos cortas. Fluye bastante bien esta parte, que comienza con un alegato de la educación, en el que vamos a pararnos un poco. 

Educar es aquí tratado como el saber poesía. Esto puede significar muchas cosas. Desde conocer poemas enteros, con sus palabras, con su sensibilidad, con la sabiduría que pretenden condensar y sobre la que dar que pensar. O puede ser, sin más, ser capaz de repetirlas. Volvamos a lo del principio. Exponerse al pensamiento de otro, sin el ejercicio de pensar, es como meterse en el mar sin saber nadar. Lo mismo ocurre con las letras. Las mías también. Sin diálogo que las haga conversación son peligrosas. 

El sabio cita aquí al poeta. Cogida una frase de aquí, para ejemplificar ciertamente mucho más. Otra de allá. Ambas transmiten experiencias de vida, sin duda valiosas. Quizá cualquiera que las lea puede pensar que eso ya lo sabe, de sobra, por sí mismo. Salvo que sea quizá un niño, a quien le caen sin saber a cuento de qué viene todo aquello. 

La primera de Simónides dice: "Difícil es, por cierto, llegar a ser de verdad un hombre de bien, bien equilibrado de pies, de manos y de mente, forjado sin tara." Conviene leer el poema íntegro. Porque de eso va el tema. Protágoras pregunta por la frase, a ver si Sócrates conoce el poema y le parece correcto, para luego ir en busca de la contradicción. Tema candente. La contradicción. Que insisto que debe darse de múltiples modos y no tiene una única forma, según el plano en el que se utilice, de tal manera que sean, como aquí Protágoras lo pretende, excluyentes una y otra mutuamente en tal forma que solo una se sostenga como verdad frente a la otra. Ahora bien, hay aparentes contradicciones que no son tales, que son solo o bien paradojas, o bien otros realidades mal conjugadas, o bien una parte de la otra sin más. La contradicción no es, en cualquier caso, tan evidente como se dice comúnmente. Y quien la pronuncia no suele darse cuenta de ella. Igualmente, algunas realidades tomadas como tales no lo son, solo le parecen así a quien las dice porque no las ha examinado con más cuidado o con más ayuda que su propia intuición. 

La segunda frase de Simónides, en la que el poeta critica a otro poeta notable, dice: "Ni siquiera me parece ajustada la sentencia de Pítaco, aunque dicha por un mortal sabio: Difícil, dice, es ser un hombre digno." Y Protágoras quiere ridiculizar a Sócrates porque no se ha dado cuenta de la contradicción y que Simónides dice una cosa y la contraria en el mismo poema, mientras Sócrates sospecha que hay una maniobra más allá de lo que él está pensando. 

Pensemos. Por un lado, "difícil es llegar a ser hombre de bien" y, por otro, "no es difícil ser un hombre digno." ¿Hay concordancia o contradicción? Porque las primeras palabras son del propio Simónides, según parece, pero las segundas, que también son de Simónides, sirven para contradecir a Pítaco que parece decir lo mismo que Simónides, luego Simónidesse contradice a sí mismo al juzgar negativamente a Pítaco si es que Pítaco está defendiendo lo mismo que Simónides. Es fácil. Si sumamos que Protágoras está usando este argumento para ir contra Sócrates, que dice ser sabio en contradicciones y no se da cuenta de esta, entonces significaría que Protágoras al criticar lúcidamente a un Simónides que se niega a sí mismo está haciendo oposición a Sócrates desvelando su ignorancia. Es más fácil de lo que parece. Salvo que Protágoras no ha dicho nada. Y muy probablemente esto que está ahora sacando a la palestra le tumbe definitivamente al arriesgarse a considerar como contradicción lo que no lo es. 

La multitud, cómo no, aplaude. Despierta el aplauso y la admiración. De todos y, en este momento, incluso Sócrates describe que casi se deja llevar por la multitud. Pero resiste. Una vez más. Y piensa. Y se toma su tiempo, que es distancia. Y para pensar lo que está diciendo realmente el poeta y abrir espacio respecto de todo lo que está ocurriendo, entonces acude a Pródico. 

Esa separación crucial es el tiempo para pensar, el tiempo para examinar. ¿Se ha dicho todo ya o queda algo por decir en todo esto?



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