viernes, 9 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 61. (Platón, 335d - 337a)

Como esto es filosofía narrada y a posteriori, que involucra al lector, ¿qué pensamos que puede suceder al ver levantar a Sócrates? ¿Se irá o se quedará? Si se va, ¿cómo puede alguien tomar su relevo? Si se queda, ¿por qué motivo, contradiciéndose a sí mismo tal vez, en lo práctico? ¿En qué queda Sócrates en opinión de los asistentes? ¿Lo que queda del diálogo es para que Protágoras asuma la revancha y hable sin miramientos? ¿Platón permitiría eso?

El primero que reacciona es Calias, que sujeta a Sócrates a dos manos en claro ademán de sentarlo de nuevo. Ya se había levantado. Y sin miramientos le dice que no le permitirá que salga de allí. Una reacción un tanto violenta movida por su deseo de continuar escuchando un diálogo de "alta calidad". Pero pasado este primer impulso le ruega que se quede y lo pide con amabilidad. Aún así, por delante va expuesto el impedimento que ha puesto para que haga lo que quiera con su vida y su buen juicio. 

Calias es un buen exponente de lo que en tantas ocasiones sucede en la asamblea. Lo podemos presentar por su lado benévolo: Calias está aprendiendo. Lo podemos acoger también desde lo más negativo: Calias está comodísimo, disfrutando de un espectáculo en el que no quiere verse a sí mismo. Además, Calias habla por muchos. 

Sócrates lo recibe por el lado del "amor a la sabiduría" a la vez que vuelve a sacudir a Protágoras por hacerlo imposible. Se lava las manos de responsabilidad y se presenta metafóricamente como un mal corredor siguiendo a un atleta de primerísimo orden. Sin más: ¡Calias, es que no puedo complacerte porque Protágoras no accede! 

Lo importante, además del reclamo por lo lento, que realmente es la exigencia de lo breve, es la diferencia que aparece al final. Una cosa es la filosofía y otra la política al modo como se hace en la asamblea. En la filosofía no son los grandes discursos los prevalentes, sino que su modo de proceder es otro: la argumentación. Y el método de la filosofía es el diálogo "uno con otro". Es muy interesante esta cuestión. 

Calias no escucha el final y se sitúa como defensor de Protágoras, para que él escoja la herramienta que considere más apropiada. En su cinismo escaso lo que quiere es que continúe el diálogo como sea, pero que continúe. No tenían televisión y aquello le resulta el mejor de los ocios posibles. Probablemente antes se estaba aburriendo y ahora, no sabemos cómo, le está divirtiendo lo que sucede. 

Alcibíades, que ya sabemos de qué lado hablará antes de que diga nada, elogia a Sócrates. Si se va es por algo. Porque, conociéndole, no se iría de una conversación si pudiera mantener el diálogo en ella. Pero sin diálogo, para qué. Tiene mejores cosas que hacer. Protágoras no le ha absorbido su tiempo, como a otros, ni su presencia resta importancia y relevancia a la suya, con sus ocupaciones y dedicaciones. Que probablemente son ir a buscar a otros con quienes seguir dialogando aquí o allá. Si no está dispuesto, mejor irse. 

El motivo es vuelve a remarcar. Aunque Alcibíades lo deja ya patente, pues entiende bien el lenguaje socrático. Si Sócrates se va delante de un Protágoras que dice no poder hablar bien en discursos cortos, en respuestas claras, es porque el sofista no es tal sabio, ni de lejos. Sócrates habría mostrado su ignorancia por la vía práctica. O, al menos, que Protágoras no está dispuesto a mostrar su saber ante todos. Algo que a un sofista que se precie... De nuevo, Alcibíades hace una descripción extraordinaria del discurso largo: el que hace resonar palabras sin dar razón alguna de todo lo que se pregunta, hasta el punto de que el auditorio quede cautivado por ellas y olvide la propia pregunta. Qué arte tan perverso de adormecimiento, de suavidad heladora de la razón. Como una droga para el alma o algo así. Y ya sabemos de qué va lo de olvidar y cuál es la relación griega que tiene con la verdad. 

Por si fuera poco con Calias y Alcibíades, ahora interviene también Critias. Todos van mostrando, en el fondo, lo que está ocurriendo allí y el horizonte en el que hay que conducir (o reconducir) el diálogo si es que tal intercambio de palabras se hiciera merecedor de ese nombre. Y Critias quiere la mesura y el equilibrio, ni ponerse de un lado ni del otro, ni ser parte de Protágoras, ni ser parte de Sócrates. Y su equidistancia le hace, de otra manera, responsable. En cualquier caso, expone su realidad con sus palabras y hace un juicio con ellas de lo que ve, de lo que escucha y, también, de lo que quiere ver y quiere escuchar. De paso, deja entrever en su mucha humildad y buen juicio que él es superior -con suavidad- a Calias y Alcibíades. Con lo cual solo reclama que no disuelvan en el intermedio esta discusión. ¿En el intermedio? Pues parece ser que tiene razón en ello. Ahí están, en medio del diálogo. 

Quedan más por intervenir. Pródigo, Hipias. Veremos en qué termina el asunto. 





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