Estamos con el tema de la brevedad de las preguntas y respuestas, que en el mundo socrático bien pueden ser vistas con miras a la homologación con las cosas mismas, a la desposesión de artes confusas y bélicas de los discursos que vencen creando confusión, caos y cediendo el contenido al continente, maleando la realidad para adecuarla a la persona y así hacerse uno a sí mismo ante los demás como digno de todo elogio, casi como un dios o cercano a los dioses. Una locura. Perdón por la no brevedad.
Sócrates pide brevedad. Protágoras no la quiere, porque se ve a sí mismo perdiendo pie en el combate, en un tira y afloja, y llevado al campo de Sócrates. Sócrates, sin embargo, lo hace buscando que se separe muy bien y quede claro lo que es la persona y lo que es el discurso y dejar las cosas parcas y lo más reluciente posible. Es más, aquí encontramos una alerta sobre el uso de las palabras en su conexión con el ser, que de forma ambivalente se ven unidas y también con capacidad para sustituirse una a otra. En ocasiones hay palabras que sabemos que rozan sin más el ser, en otras lo ocultan y quieren sustituirlo en forma de engaño, en otras -y deberíamos empezar quizá por aquí- carecemos de ellas y buscamos las palabras impactados por el ser. Queda aquí, para cuando corresponda.
Sócrates insiste en que Protágoras es capaz de enseñar. Y que él ha dicho que puede hablar extensa y brevemente, usando tan pocas palabras que nadie podrá usar menos. Y Sócrates reclama esta presunción de Protágoras. Una interpelación directa dentro del discurso para que no abandone el discurso.
Entonces, Protágoras se engrandece nuevamente a sí mismo como si fuera un héroe que ha combatido numerosos combates y ha vencido a numeroso adversarios. Pero nunca hizo caso de lo que decían, ni de lo que pedían. Porque si lo hubiera hecho, según él reconoce, no hubiera ganado. Así que no quiere ceder.
Es más que curioso este modo de hablar, en forma de enfrentamiento, en forma de combate. Porque se ve claramente que la lucha de la sabiduría de Protágoras no es, ni trata, ni intenta tratar, ni nadie puede espera que lo intente o trate, sobre discursos y argumentos, sino contra personas. No vence al ser, al que no se vence. Pero sí se puede ser más que otros. Quedar por encima. Ser reconocido por otros por encima. Incluso, supongo, por su adversario. La victoria es contra el otro.
A lo que Sócrates responde por la vía práctica. Levantarse e irse, dejar el diálogo. Tal cual. ¿Darle entonces la victoria? ¿Quedar en tablas? ¿Qué ocurre aquí? ¿Reflejar así que Protágoras no quiere dialogar con él respondiendo, que no quiere permanecer, que no quiere figurar? ¿Reflejar así que Sócrates no está dispuesto a otra cosa que el diálogo y la realidad, pero que no está interesado en Protágoras? ¿Reflejar, mostrar y decir con los hechos, que la homología entre ellos no es posible, que no se ha alcanzado nada de lo que se dijo al principio que se iba a hacer? ¿Es Sócrates un cobarde? ¿O es que el diálogo necesita de los dos? ¿Por qué no permanecer?
Platón escribe una posible explicación, a la que Sócrates se levanta y se va. Pero quiere irse con la ironía con la que empieza todo siempre. Dejando como sabio a quien va a examinar y a sí mismo con una debilidad enorme que le hace ignorante, en asimetría, en una altura inferior, en una posición de precariedad. Y él, que dice saber que no sabe, se presta siempre a aprender en sus condiciones. Y se va porque tiene otros asuntos y no dispone de tiempo para largos discursos. (¡Madre mía, con la de horas que se ha llevado de la humanidad en su conjunto y la de tareas que hemos dejado por escuchar y aprender en los diálogos! ¡Qué ironía!)
Así que, a la que se va, le paran. Y el detalle es verlo vestido con ropa inapropiada y distinta, e interpelado por los que supuestamente son sus amigos, sus compañeros habituales, sus conocidos. Y frenado. ¿Tal y como él frena a otros tantas veces cuando quieren irse? ¡Quizá!
Es muy curioso ver a Sócrates saliendo de la conversación y "haciendo esa salida". Del diálogo se sale. Es verdad que, igual que se entra, se sale. Y es deseable solucionar todo dialogando, con la razón de por medio, porque decimos ser racionales y nos gloriamos de eso. Sin embargo, no solo somos personas racionales. Nuestra razón, en el mejor de los casos, vive ampliada más allá de sí misma en nuestra acción, por ejemplo, o en el campo de los afectos. Y por eso es racional levantarse de un diálogo, salir de una conversación. Al igual, por lo tanto, que la acción es un discurso que dice algo sobre la realidad. Es muy curioso verlo así también. Aquí está Sócrates diciendo algo, con ese decir que tiene que ver con el ser.
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