miércoles, 7 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 59. (Platón, 334d - 335a)

Protágoras tiene que notar el impacto de Sócrates mucho más que los aplausos. Una cosa está clara, desde el inicio del diálogo: Protágoras se ha dado cuenta de sí mismo, se ha notado en el tema más que el tema en él, se ha metido en la conversación al mismo tiempo que en el tema, se ha colocado en contraste en lugar de en posesión. Respecto de la verdad, que en el fondo es el asunto, y de si hay, por así decir, sabiduría en él o no. Porque la sabiduría no pulula. En su época, no se podía pensar que estuviera ni entre libros. Era de las personas, no de papeles, no de letras, no de discursos. Estos solos son medios, en el mejor de los casos. 

Hablemos de la brevedad. Como elogio en este caso. Sócrates pide respuestas breves, para que el diálogo fluya. Sus preguntas lo son. En ocasiones. Unas veces tampoco respeta su norma. Pero la brevedad es en este caso expresión de comprensión, de ajustarse, de homologarse. Tener tiempo para pensar bien la pregunta en lugar de imaginar una respuesta. Moderación y concentración. Ser la lógica, por así decir, del discurso en general. Situarse en él. Que es la sabiduría. 

Pero tampoco se puede forzar a Protágoras. Que no quiere "aprender" siendo "maestro". Le cuesta acceder a lo simple. Algunas veces es así, cuando se vuelven complejos los asuntos, que duele volver a atrás. Expresando las cosas a lo alto, por decirlo de alguna manera, para ser capaz de enseñar, es decir, de mostrar lo que hay, toca hacer camino de vuelta y no quedarse en aquello. Volver a la vida. Eso es brevedad. Entonces se queda la parte importante. Se puede hablar de lo que se sabe en estos tonos claros, sin envolver demasiado el conjunto. 

A esto le llamaremos brevilocuencia. Hablar brevemente. Quien es sabio y sabe enseñar.

Me gustaría profundizar el tema. Hoy no tengo más tiempo. 

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