martes, 6 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 58. (Platón, 334d)

Si se leen solo las palabras de los diálogos, sin tomar en serio la posición de cada uno, en el fondo no se examina la vida o no se deja ver la vida en su amplitud y contundencia. Para leer así hace falta algo más de atención de la usual y un poco de mirada entre líneas, pausadamente. La tensión que se experimenta en uno y en otro respecto de sus palabras es constante. El sabio que se pega a lo que dice y se hace responsable de su expresión. El otro que habla quizá por hablar o dice más de lo que hay para, en el fondo, escapar de sí mismo. 

Son salidas distintas desde sí. Palabras que concuerdan en un plano en el que pueden encontrarse, aunque vayan cargadas de modo diferente. Algo tan cotidiano como filosófico. Si la filosofía no es un ejercicio de razonamiento formal, sino algo más. 

Los grandes filósofos, reducidos a sus esquemas, resultan excesivamente ridículos. En algunos, el contraste con su vida es tan grande que, en el fondo, ellos mismos dicen que no hay verdad alguna en nada y van vaciando de sentido todo.

Hoy me detengo aquí. Releyendo desde el principio a Platón otra vez. Desde 309a. Estoy aproximadamente en la mitad. Podré ir más rápido que en otras ocasiones. Viendo panoramas e hilos. 

La sabiduría, que es de lo que trata el libro, tiene mucho que ver con lo que cada uno hace. Sin duda. Tomada como "sabiduría" parece que es "conocimiento de cosas extrañas y propias de unos pocos". Pero mis abuelos eran sabios, en cierto modo, sin leer demasiado. Lo que hace la filosofía es otra cosa. Situarse en esa senda y profundizar en ella. Y, algo muy importante, desenmascarar, desvelar, desolvidar algunas fundamentales. La verdad es esa desmemoria. Porque, y es así, lo que hay que hacer es recordar lo fundamental para seguir adelante. Porque, y es así, la vida enseña lo que debería ser inolvidable. 

La tensión socrática es ajustarse con las palabras. No usarlas sin más para decir, sino para esclarecer y vivir. Protágoras está probando, y con él muchos otros estarán probando, como yo mismo estoy haciendo, esta medicina, esta terapia del alma, que también alcanza al cuerpo. No me cabe duda. 

Perderse en la largura del ser no es perderse en el ser, sino en las muchas cosas que son sin preguntarse por lo que es y podría no haber sido, por lo que es y necesariamente es. Distinguir delicadamente, cuidadosamente lo breve de lo eterno, lo concreto de lo infinito, la persona de carne y hueso de los discursos superpuestos. Y así, una y otra vez, repetir, para no olvidar y recordar, lo fundamental, lo primero, lo original y originante, la fuente. 

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