El giro en el diálogo -y en Protágoras- está siendo memorable. ¿Se acordará dentro de un rato de lo que está pasando y permanecerá en la tensión de lo que está viendo, con su propia luz, cuando esto se ponga más intenso? ¿O cederá y volverá al mundo común del que está saliendo? Sócrates está firme y no se mueve ni un milímetro.
¡Venga, pues, Protágoras, no nos fatiguemos, sino examinemos también el resto.
¿Qué es lo que hay que examinar? El tema es el siguiente: la proximidad entre algunas virtudes, como la sensatez, la sabiduría, la justicia y la piedad. Va cargada la intervención en este punto con lo más elevado, con lo más destacado, con lo más buscado y querido. Proximidad aquí tiene que ver con cercanía, evidentemente. Pero entre distancia, diferencia, contrariedad y demás palabras de ese espectro convendría saber diferenciar. Igual entre cercanía y proximidad, entre familiaridad y trato, entre participación y contigüidad... ¿Qué es lo que hay que examinar? Cómo está cada persona, sea Protágoras, sea Sócrates, sea Platón que escribe para sus discípulos, sea el lector de este u otro siglo. ¿Qué tomamos por distancia, a qué distancia miramos, qué nos parece próximo y a qué? Y la metáfora sirve para decir algo más importante. La pregunta ayuda a situarse. Y desde lejos, sin caminar un rato largo, todo se confunde y difumina. Sin embargo, al acercarnos, al estar más próximos a eso de lo que hablamos, los matices lo llenan todo. ¿A qué distancia y de qué estamos?
De ahí la pregunta final, tan concreta como práctica.
- ¿Es que te parece que es sensato un hombre que comete injusticia, en tanto que la comete?
- Me avergonzaría yo al menos, Sócrates, dijo, de reconocer eso, aunque lo aceptan muchas personas.
- Entonces, ¿voy a hacer mi diálogo con ellas o contigo?
- Si quieres, discute primero contra la opinión de la mayoría.
- No me importa, sólo con que tú respondas, tanto si es tu opinión como si no. Pues yo examino sobre todo el argumento, aunque sucede que eventualmente nos sometemos a examen el que interroga, yo mismo, y el que responde.
- Al principio, Protágoras nos ponía reparos, porque achacaba que la tesis resultaba incómoda; pero luego, sin embargo, concedió responderla.
Atentos a cómo se dicen las cosas. Algunas cosas siempre cambian.
ἆρά τίς σοι δοκεῖ ἀδικῶν ἄνθρωπος σωφρονεῖν, ὅτι ἀδικεῖ;
αἰσχυνοίμην ἂν ἔγωγ᾽, ἔφη, ὦ Σώκρατες, τοῦτο ὁμολογεῖν, ἐπεὶ πολλοί γέ φασιν τῶν ἀνθρώπων.
πότερον οὖν πρὸς ἐκείνους τὸν λόγον ποιήσομαι, ἔφην, ἢ πρὸς σέ;
εἰ βούλει, ἔφη, πρὸς τοῦτον πρῶτον τὸν λόγον διαλέχθητι τὸν τῶν πολλῶν.
ἀλλ᾽ οὐδέν μοι διαφέρει, ἐὰν μόνον σύ γε ἀποκρίνῃ, εἴτ᾽ οὖν δοκεῖ σοι ταῦτα εἴτε μή: τὸν γὰρ λόγον ἔγωγε μάλιστα ἐξετάζω, συμβαίνει μέντοι ἴσως καὶ ἐμὲ τὸν ἐρωτῶντα καὶ τὸν ἀποκρινόμενον ἐξετάζεσθαι.
τὸ μὲν οὖν πρῶτον ἐκαλλωπίζετο ἡμῖν ὁ Πρωταγόρας—τὸν γὰρ λόγον ᾐτιᾶτο δυσχερῆ εἶναι—ἔπειτα μέντοι συνεχώρησεν ἀποκρίνεσθαι.
Por favor, leedlo irónicamente. Porque Protágoras quiere bajarse del diálogo al vivir lo que realmente está sucediendo, que sus opiniones y su vida está siendo examinadas. Pero, como buen retórico, ahora quiere poner el foco de atención lejos de sí en la estúpida masa. Algo en lo que estarán de acuerdo todos los presentes. Y creerá que así complace a Sócrates y ambos están cerca. Porque ahora la distancia que está viviendo no es solo de discurso y argumento, sino también respecto de Sócrates y su sabiduría en forma de preguntas, y el camino por donde le está conduciendo sin poder escapar a un lugar en el que él tome las riendas y sea quien dirige el "cotarro".
Volvamos a la pregunta final, tan práctica y tan cotidiana. Aquí, dicho en palabras abstractas, todos los presentes podrán ver aquello de lo que habitualmente ni quieren hablar, ni quieren que salga a la luz, ni quieren que se pronuncie. [Recuerdo una reunión muy seria, con personas de bien, en la que había que decidir algo importante para la vida de otras personas. Alguien dijo, sin más, que había que dejar de hablar de justicia. Se hizo un silencio incómodo. El tema, a mi modo de ver, tenía mucho que ver con aquello. Sin embargo, tuvo éxito. Y es que no hay nada mejor para que todo funcione en ocasiones que hable "el director" de la reunión. No me callé, pero no volvieron a invitarme. Sé el nombre de la persona de la que estábamos hablando. Los otros se me han olvidado.]
El tema que Sócrates pone delante de Protágoras es el siguiente. Hago recapitulación breve. Si Protágoras está confuso y unas veces dice una cosa e inmediatamente es capaz de contradecirse sin titubear, qué ocurre respecto de la justicia. ¿Lo mismo? ¿Sin sensatez se puede ser justo? ¿Sin sensatez se será siempre, salvo casualidad, injusto?
Y añado algo más, porque lo da el mismo discurso en su forma de diálogo ante muchos silentes. ¿Es lo mismo lo que decimos ante los demás que aquello que vivimos a solas? ¿Es lo mismo lo que vivimos ante los ojos y los oídos de los otros que lo que hacemos cuando nadie ve, cuando nadie oye? ¿Es lo mismo, por concretar, lo que se dice ante una persona o cuando esta escucha, que lo que se dice de ella cuando sabemos que ni nos ve, ni nos escucha, ni probablemente sabrá de esto? Y la respuesta concreta y real, la verdad sobre lo que ocurre y lo que sabemos -porque lo sabemos- qué debería ser y ocurrir es la siguiente: ... ¡Aquí lo dejo!
Ese paso es el que lleva a Protágoras a desviar la atención y la presión de sí mismo hacia la masa. Y acusa a la masa, a los muchos. Y así se separa de ellos y quiere distinguirse y ennoblecerse.
Pero creo que todos lo han visto tan claro, que ya no hay nada más que decir. Por supuesto, Sócrates lo refleja irónicamente. ¡Claro, claro! ¡Protágoras, tú no eres como los demás, tú eres excelente y sabio y bueno y justo! ¡Háblanos de lo que sabes, de la justicia, de tu excelencia...!
Pura ironía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario