viernes, 2 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 54. (Platón, 333a - 333b)

Somos racionales (una definición que llega demasiado pronto siempre, que tenemos incrustada como un concepto que nos distingue, sin saber bien qué es exactamente y, lo que es peor, sin vivirlo del todo). Pero somos seres (qué cosas) racionales que poseemos una razón rodeada (como mínimo) de oscuridades y enemiga de eso otro a lo que intenta poner coto y elaborar (por así decir), sin vencer siempre. Una luz que ilumina cuyo foco no siempre interpretamos bien y cuyas sombras queremos en ocasiones leer, en otras no hacemos ni caso a nada de esto y pensamos normalmente que lo que se nos presenta no necesita de nuestra parte ejercicio alguno de humildad o agradecimiento. Andamos por la vida como si poseyésemos la razón, no tanto a la inversa. Pero eso para otro día. 

Vista la conversación de ayer, esa página maravillosa en la que Protágoras exhibe su condición humana y su pretensión de sabiduría, y de paso deja al descubierto la nuestra, estamos en condiciones de recibir la pregunta fundamental: ¿Te has dado cuenta? ¿Nos detenemos un momento y pensamos bien lo que estamos diciendo? 

Sócrates lo dice con más finura y delicadeza, no sin ironía. Se trata en este caso no de que no hayamos acertado en la respuesta, sino que hemos dado varias. Y esto sí tiene que ver con la capacidad racional del ser humano y sus malas -por decirlo de algún modo, en términos morales clásicos y que todos lo podamos entender así- compañías. Es decir, y repito que la pregunta es sublime e invitaría a considerarla un poco más detenidamente, ¿qué abandonamos? ¡Descubramos la incorrecta, con las artes que tengamos de la razón! ¡A lo mejor así, vemos la adecuada, la buena, la verdad! ¡Aunque sea su espalda!

E insiste Sócrates, después de presentar las opciones: "¿Cuál dejamos ahora?"

Se trata de abandonar, de dejar, de apartarse de ese camino. Al menos eso. Al menos, digo, porque es la forma en la que según el propio Sócrates hablaba el "daimon" interior que, siempre alerta y atento, se educó al parecer en escuchar y que imponía incansablemente su opinión. Al menos dejar aquello que hace daño, que empeora. Al menos esta vía negativa. Tomarla en serio. Pasar este tiempo de cierta purificación, ayuno, discernimiento, carencia. Y, también hay que decirlo, ¡sorpresa! Vivir esa sorpresa al reconocer que así se ha estado, no solo hablando, opinando y diciendo cosas, sino viviendo. Efectivamente, se ha vivido aposentado y seguro en lo contradictorio, en lo equivocado, en lo superficial, en la confusión de luces y sombras, todos y partes, límites y relaciones, tensiones y sufrimientos, miedos y amores. Me repito: insistamos en esto. 

Lo demás, de un modo u otro, ya lo he comentado. La insensatez a Protágoras le parece contraria tanto de la insensatez como de la sabiduría. Pero si solo pueden ser contrarias dos cosas, una y su contraria, su afirmación y su negación, entramos en bucle infinito o negamos alguna de las dos, o las emparentamos tanto que no tendría sentido hablar de ellas por separado. O, lo que después de un tiempo me parece a mí lo más razonable de lo razonable y cómo no haberme dado cuenta antes, no participan del mismo "nivel" de realidad, no están en el mismo "plano" de la vida, no pertenecen a una región equiparable, aunque sí limítrofe. Y la confusión de unir todo, de cualquier manera, deviene necesariamente en un inmenso y llamativo desorden, en el que la razón, ahora sí, tiene la capacidad de adentrarnos de otro modo, aunque con la primera exigencia de abandonar lo que siempre hemos tomado como normal, como inmediato, como "lo que hay". 

A Protágoras hay que elogiarle el siguiente paso y a Sócrates la finura de su descripción. 

Lo reconoció, aunque de muy mala gana. 

Sin apearse de la orientación tomada, sin hacer sangre de ello tampoco, Sócrates vuelve a insistir. Pero la reacción de Protágoras es para estudiar. Y lo más destacable es que lo reconoció. Lo de las ganas, como siempre, es esperable. Esa resistencia en el corazón al cambio que acepta, por otro lado, el cambio continuo sin titubear. Solo cuando el corazón se somete a la exigencia de agarrar algo con firmeza es cuando nota y percibe su debilidad y su terquedad al mismo tiempo. Y no conviene confundirse. No es Protágoras porque es maligno y perverso, sino que representa, de entre la humanidad, alguien más que normal y, ahora como nunca, sincero al ciento por ciento. Aquí Protágoras se ha expresado, como no ha sido capaz de hacer en todo su largo discurso. Poniendo vida en su silencio. 

πότερον οὖν Πρωταγόραλύσωμεν τῶν λόγωντὸ ἓν ἑνὶ μόνον ἐναντίον εἶναι ἐκεῖνον ἐν  ἐλέγετο ἕτερον εἶναι σωφροσύνης σοφίαμόριον δὲ ἑκάτερον ἀρετῆςκαὶ πρὸς τῷ ἕτερον εἶναι καὶ ἀνόμοια καὶ αὐτὰ καὶ αἱ δυνάμεις αὐτῶνὥσπερ τὰ τοῦ προσώπου μόριαπότερον οὖν δὴ λύσωμενοὗτοι γὰρ οἱ λόγοι ἀμφότεροι οὐ πάνυ μουσικῶς λέγονταιοὐ γὰρ συνᾴδουσιν οὐδὲ συναρμόττουσιν ἀλλήλοιςπῶς γὰρ ἂν συνᾴδοιενεἴπερ γε ἀνάγκη ἑνὶ μὲν ἓν μόνον ἐναντίον εἶναιπλείοσιν δὲ μήτῇ δὲ ἀφροσύνῃ ἑνὶ ὄντι σοφία ἐναντία καὶ σωφροσύνη αὖ φαίνεται γάρ Πρωταγόραἔφην ἐγώ ἄλλως πως;

ὡμολόγησεν καὶ μάλ᾽ ἀκόντως.

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario