sábado, 12 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 34. (Platón, 323c - 323e)

El problema de todo y partes, al que últimamente recurro para hablar de las cuestiones políticas y la construcción de un proyecto que pueda ser común, desaparece del horizonte de Protágoras, que no termina de entender que alguien pueda ser, en un limitadísimo concepto de persona, algo más que lo que deviene de la misma especie, por mucho que en su relato mitológico haya introducido, sin seriedad alguna, otras consideraciones literarias, religiosas, tradicionales. Pienso que ese uso ha sido meramente un reclamo para que la atención de los oyentes se vincule, se sientan hablando una misma lengua, y luego ya veremos.

Continúa la exposición. Hay dos tipos o formas de "males". Unos que provienen de naturaleza (eres así) o azar (te tocó), al no tener la persona nada que ver con ellos, y solo carga con ellos sin poder hacer otra cosa que resignarse, según Protágoras sobre estos solo cabe algo así como compadecerse, actuar con misericorida y perdonar. Queda dicho. Otros, sin embargo, en los que sí hay responsabilidad, porque son cuestiones de ejercicio y atención, es decir, de aprendizaje, entonces sí cabe el castigo y no la compasión. De estos últimos, según Protágoras, el mayor es la injusticia. 

Y así traza una línea que permanece en nuestros días. Porque, en este resumen, vagamente se establece una división que atañe a la libertad claramente. Por un lado, el reino de la naturaleza (también la naturaleza humana), donde las cosas son como son, bajo el imperio de lo necesario, de lo inevitable. Pero, por las mismas, entonces queda la persona entera, no divisible, a merced de este ámbito para siempre. El otro reino es el de la libertad (no natural) humana. A la persona le corresponde entonces ser libre, pero no siempre. En absoluto y rotundamente, no siempre. Hay campos en los que no es libre, por tanto no responsable. Y es cuando la naturaleza actúa en él. Porque no es una merma de la libertad, no es un obstáculo o algo que vivir libremente pero de otro modo, sino que simplemente no es libre. Queda dicho. Y adelante. ¿La persona está divida entre sí misma en cuanto natural o sí misma como libre?

Me parece importante subrayar que Protágoras sabe lo que dice, que no es un cualquiera hablando. Que ahí, cuando se apunta a lo alcanzable por el ejercicio y la atención, me parece que se dice algo más que bello, más que verdadero incluso, más que bueno. Se apunta que la persona, cuando no es, se vive siendo. Y este siendo se busca en libertad y no puede ser de otro modo, y es así como la persona queda comprometida responsablemente en sus actos, porque sus actos le hacen ser siendo. 

Ojo, que también diría lo mismo respecto de lo que es, de su propia naturaleza que no se ha dado a sí misma. A mi entender, la libertad tiene mucho que decir ahí, cuando se gira la persona que ha descubierto que es siendo, porque al volverse y mirar de nuevo, la libertad se vive como acogida y gratitud, o no. Luego, entiendo, en eso que dice Protágoras que la libertad no entra, en el ser humano, en tanto que consciente de sí, con capacidad para sí mismo y mucho más, cabe vivir la libertad. Claro que sí. Claro que no es un terreno vedado para ella, aunque ahí la libertad no sea de acción original y primordial en la que la libertad construye, aunque más bien desarrolla. Claro, por supuesto que la persona, bajo ningún concepto en verdad puede dejar de ser libre. Y me acerco mucho más a los que nada tienen de deterministas, ni "condicionantes", y ven más lo absoluto revelado ahí precisamente, en ese instante en el que, con una luz potente que vive dentro de sí, la persona continúa bajo el imperio de la libertad, que no es el de la naturaleza, ni de "este mundo". 

Protágoras coloca la "justicia" vinculada a la "virtud política". También cita, de refilón la piedad -religiosa es redundancia-. Luego está hablando de la dimensión relacional de la persona con sus iguales y con sus desiguales con quienes entabla relación personal. Es decir, de su capacidad "natural", porque es así, de intuir sin explicación ni aprendizaje la presencia del otro en el mundo. Precisamente, dicho sea de paso, porque lo que descubre quien a sí vive es la libertad del otro, también su reclamo e indigencia. 

Pues bien, el peor de los males es la injusticia. Anotadlo. Cometer injusticia, a decir verdad. Y Protágoras lo sabe y lo dice. ¡Atención!



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