domingo, 13 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 35. (Platón, 323e - 324d)

Para Protágoras es evidente que se puede enseñar, no solo aprender, qué es la virtud. Por eso le pide a Sócrates que reflexione sobre el motivo por el que se castiga a alguien. ¿No es para que aprenda? ¿No es eficaz, muy eficaz incluso el castigo? "A no ser quien se vengue irracionalmente." Adelanta a defender su flanco débil. "Quien castiga racionalmente" lo hace pensando en el futuro, para que no se repita otra vez, ni en él, ni en otros. O sea, el castigo es preventivo. Y Protágoras no quiere ni hacer mención del castigo por venganza, ni el irracional. Y lo apuesta todo a la dirección de la razón. Aunque la razón, a lo mejor, encuentre otras vías. Pero ahí sigue. Para él es incuestionable su éxito. A ser bueno se aprende y el castigo lo demuestra. Sin duda, tiene una cierta fuerza. ¿Automática? No. Luego, a lo mejor, no enseña tanto y solo en ocasiones, en algunas particulares, en las que sí se aprende, pero no por el castigo, sino por otra cosa. Digo yo. 



Un elogio de la enseñanza, con fundamento en el castigo. Protágoras no añade nada más en esta parte. 

Venga. Lo soltamos, porque si no, no puedo seguir. Alguien que castiga a otro es porque ya ha hecho un juicio de orden moral. Eso por delante. Luego es alguien que sabe lo que es el bien y el mal, porque si no no tendría sentido. Y sabiéndolo no ha sido capaz de transmitir el bien al otro. Y si lo castiga quizá sea por eso y por tanto tiene responsabilidad en ello y ha quedado igualmente implicado. Y lo castiga, a mi modo de ver, en el mejor de los casos, con la esperanza de que descubra algo. Que puede o no descubrir. Pero si el bien fuera transmitible, el bueno que castiga no necesitaría recurrir al castigo. Luego Protágoras en algo hace aguas, por muy común y aceptado que esté su pensamiento en la sociedad de entonces y de ahora. Y a nadie le llame en nada la atención. E insisto, el ejemplo mismo de Protágoras, repensado o meditado, termina en el lado contrario. Si a alguien habría que castigar entonces es al que, sabiendo lo que es el bien, no lo ha transmitido ni compartido con otros. Porque ese es el que realmente hace daño según su argumento. 

Luego hace alusión a los atenienses, siempre elevándolos por encima de todos los demás, conforme a su retórica. Una Atenas preocupada por los suyos, que no mira para otro lado y afronta la situación. "Los atenienses consideran que la virtud puede adquirirse y aprenderse", sentencia. Entonces, ¿Sócrates no lo es? Si no lo es, ¿debería ser expulsado de la ciudad, para que todo funcione con esas claves nuevas?

Qué difícil es organizar esto. La verdad. Cada vez más complicado me parece todo y los grandes esquemas, al ser precisamente esquemas, se me hacen más o menos deseables, y no pocas veces difícilmente realizables. Alguien que piensa es alguien que está habitualmente solo, o en diálogo con otros, habitualmente considerados por quien lee como más grandes que él, sobre todo si quiere aprender algo. Ahí hay, pienso yo, o una gran preocupación por uno mismo, dispuesto siempre a reformarse y refutarse más que a defenderse, o se convierte todo en un cúmulo de fantasías que se van despegando progresivamente del prójimo para encerrarnos en nosotros mismos bajo el amplio mal augurio del egoísmo y su crueldad. No pocos que leen y que saben se han sincerado de este modo, haciendo notar que falta algo más continuamente en cada lectura, en cada estudio. Que no se puede hacer en atalayas. Y que el sabio realmente viaja lejos a la vez que vuelve a lo más cercano. O si no, lo suyo no es sabiduría. Pienso. 

La siguiente objeción es la que hemos comentado arriba. Comienza aquí un segundo gran problema, para que el que dice no necesitar mito, sino argumento solamente. La atención ya está captada. Luego estamos todos los que aún hoy lo leemos aprendiendo. Apunto la objeción: por qué los sabios no enseñan su sabiduría aunque sí otras muchas cosas. Toca seguir pensando. 

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