viernes, 11 de junio de 2021

PROTÁGORAS. Día 33. (Platón, 323a - 323c)

El argumento de ayer fue excesivo. Ahora Protágoras, adelantándose, viene a corregirse. Para que nadie crea que dice locuras, por así decir. Y reclama que no todos participan, ni obran con justicia. Y esa decisión corresponde a la mayoría. De modo que, si alguien habla contra la mayoría, en seguida va la familia a por él porque se ha vuelto tarumba. Lo cual, a cualquier lector del Evangelio, le resultará más que familiar. Y al lector de Platón, igualmente. En este mismo discurso, un poco más adelante, se tratará con mucha decisión de este asunto. 

Pero ahora, a lo que toca. La palabra de Protágoras sobre la justicia se ha devaluado mucho, se ha empobrecido a sí misma, aunque prometía grandes definiciones. Ahora, la mayoría toma la palabra. De alguna manera habla la especie en forma común de mayoría. Nadie ha explicado cómo se ha llegado ahí, sin embargo está en escena como sujeto actuante y decisivo. "La mayoría" "no cree" que cualquier puede hablar justamente. ¿La mayoría? ¿Qué es eso? ¿La mayoría puede "hacer algo" como "creer", como tener opinión, como hacer brillar la opinión? ¿La mayoría tiene algo así, esa capacidad? ¿Qué es esa mayoría? 

Dicho muy a las bravas, muy brutamente: desapareció la persona, apareció el género humano. Y la política es de género, no de persona. Y, por lo tanto, hay un arte extraño que repartido a todos es de todos y no de uno tras otro, sino de un conjunto sin individuos. O algo así parece decir. Y dominar este arte será, por lo tanto, dominar la opinión de todos. De esta manera va quedado meridianamente clara la orientación que va a tomar Protágoras respecto de la democracia, respecto de la persona, respecto del conjunto de personas. 

Hago notar además que conviene despertar un cierto miedo, desde el principio, hacia los demás cuando están reunidos. Quizá por separado, no. En grupo, por supuesto. Y no lo dudes, porque si lo dudas puedes ser "hombre muerto", o alejado, o juzgado, o condenado, o expulsado, o excluido. El género domina por encima de todo lo demás, la fuerza de la masa es insalvable. 

Lo que no tengo claro es que sea un arte propiamente y, menos aún, un arte capaz de constituir un sistema democrático al modo como yo lo entiendo. Porque democrático sería, sin lugar a dudas en términos de Protágoras, que el grupo como grupo estuviera capacitado y orientado por la ley para exterminar de sí a los raros que piensan y hablan contra el grupo. 

Conviene leerlo claramente y poco a poco. 

Insisto, Protágoras sabe lo que todos sabemos, teme lo que todos probablemente temamos instintivamente. ¿Pero es la única respuesta que cabe dar? ¿Pero es esta la mejor respuesta? ¿Pero esto es entonces el arte de la política, que tanto ansía cualquiera y en el que la divinidad funda la convivencia? ¿Pero no es esto, no precisamente un arte, sino la consolidación de la perversión anterior a la capacidad política, al diálogo, a la razón?

Ya veremos. Pinta en bastos, por este camino. Porque para quien pueda verlo, aquí está la destrucción legitimada de toda individualidad con posibilidad de alcanzar un tipo de excelencia que le ponga en relación con el otro sin negar al otro ni negarse a sí mismo, sino proclamando algo más que un entre que les une, una humanidad común que deben realizar y en la que están íntimamente formados por encima, sin lugar a dudas, de todas sus otras fuerzas disponibles. Suma y sigue. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario