jueves, 13 de mayo de 2021

PROTÁGORAS. Día 4. (Platón, 311b)

Se apagó el ansia de Hipócrates y todo se ha visto frenado. En lugar de responder a la inquietud, Hipócrates ha sido aquietado de golpe, fruto del encuentro con Sócrates. Como un mal cálculo, con una pésima previsión. Se imaginó la situación muy probablemente de otra manera. ¿Cómo no iba Sócrates a querer salir corriendo, como a él mismo le sucede, al tener noticia de la llegada de un súpersabio a la ciudad? ¿Cómo no iba a querer Sócrates lo mismo que él? ¿Por qué no vive lo mismo? 

Da igual. Hipócrates, como es tan sabio, ha ocupado el lugar que esperaría que tuviera Protágoras. Sin verlas venir. Y aunque quiso ver un gran espectáculo ahora lo protagoniza. Salió del escenario. Quizá por amistad, pero Sócrates se muestra más interesado en su cercano despertador que en el extranjero afamado. Y, ya que busca sabiduría, le va a preparar para ella, del mejor modo que sabe: examinándolo.

No sé hasta qué punto se trata de un recuerdo fiel y fidedigno. Da igual. Porque refleja, en cualquier caso, la memoria de Sócrates. Algo fundamental. Porque queda aquí inscrito en palabras de tal apertura que obran con el lector atento, es decir, el lector amigo, lo mismo que le ocurre a Hipócrates en este momento de la secuencia. Siempre y cuándo, con la libertad propia de la escuela, esté dispuesto a involucrarse. Si no, quedará al margen, no entrará en la conversación, no quedará afectado al igual que Hipócrates quiso en un principio ser simplemente un transmisor de una cierta información y poco más. Esta filosofía de toda la demás precisamente por esto. 

Sócrates se limita a reflejar que ocurrió lo que él propuso. Y, de paso por tanto, la sincera amistad, que se deja llevar, de Hipócrates. Ni siquiera acepta, no hay ninguna resistencia. Simplemente, propuesta y acción. Por lo tanto, resistencia socrática, docilidad hipocrática. 

La primera pregunta va directamente hacia la intención y la sintetiza: ir hacia algún lugar, donde se vincula dinero y cuidado, precio y aprendizaje, con el objetivo de la vida buena. Un paraíso de herramientas, que es Protágoras, en el que no quedarse, sino recibir, a cambio de dinero como en cualquier otro negocio, lo que a la vida parece faltarle para ser plena, feliz, buena. ¿Se trata de esto entonces? ¿Se trata de una peregrinación, una salida de sí, un éxtasis, una atracción hacia la ausencia de algo en uno mismo?

Es muy interesante detenerse en ese punto no escrito en el que Hipócrates buscará aquello que él mismo no parece darse a sí mismo, que no posee, que no tiene a mano o al alcance. Y de ahí la inquietud por la cercanía imaginaria de lo que cree que anda buscando, o de algo que viene con alguien, que se puede trasmitir, que se puede comunicar o contagiar o traspasar. De algún modo, parece cercano y asequible, llega la oportunidad. ¿Cómo no inquietarse? ¿No está aquí una fuerza del deseo esencialmente considerado? ¿No se diluye, sin perderse del todo, quizá transformándose en miedo, impotencia y soledad, con la excesiva distancia que no despierta, que no afecta nada? ¿No hay una "objetividad" no reductible, que atrae?

En modo de cambio, como naturalmente se imagina alguien la vida, se da algo para recibir otra cosa. Naturalmente, como invitación al comercio. Algo parejo, por tanto. Algo equilibrado en balanza. Algo que lo iguale. Algo que permite simetría. Se piensa naturalmente así. Dar algo para recibir algo. La vida fuera de la gratuidad, como intercambio, como algo en medio que pasa de uno a otro, perdiéndolo o sin perder. Aunque si se comparte algo, de algún modo no se multiplica, sino que pierde valor quien lo entrega porque deja de ser único. Al menos en ese sentido, puro comercio igualmente. Con algo en medio, insisto. Con algo que pasa de un lado a otro. En este mundo, hipocráticamente comprendido, las realidades visibles se parecen a las invisibles, las invisibles por tanto a las visibles. Lo humano es como una cosa. No la sustituye, porque se pasa de un sitio a otro. Pero lo importante es ver que no queda cabida a la gratuidad cuando se es preso de la carencia, de la precariedad. 

Hasta aquí llegaría hoy y lo dejaría. El examen de Sócrates, la primera pregunta es ese triple movimiento que en Hipócrates está "despertando" y, aprovechando esta situación, golpear fuerte. No sea que el amigo esté haciendo algo sin conocerse, y conociéndose no haría, resistiría o lo haría de otra manera. ¿Hacia dónde sales con tanto "entusiasmo" o parecido? ¿Qué darás a cambio, será dinero o algo más profundo? ¿Se trata en el fondo de la necesidad que tienes de que alguien cuide de ti? 

Concentrado: Con esto que estás haciendo, ¿qué estás haciendo con tu vida, qué te está pasando, qué estás haciendo contigo, amigo? 




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