martes, 18 de mayo de 2021

PROTÁGORAS. Día 9. (Platón, 313e - 313e)

Los ejemplos que se ponen, curiosamente, encaminan hacia la realidad e intentan que, quien recibe la pregunta, salga de sí mismo e inicie, de otro modo, el trecho que cree haber recorrido hasta este momento. En vez de seguir adelante, bien pudiera parecer que lo que hace es ir hacia atrás, recuperar, recapitular, en el mejor sentido de esta palabra. ¡Pongamos alma, lo mejor del alma, en esto que decimos! ¡Pongamos razón! ¡Razonemos juntos!

Pasear y moverse, parar y tomarse tiempo, dialogar y, con esas palabras que van apareciendo, salvar precisamente la diferencia y distancia que hay entre realidad y apariencia. Y, de este modo, cultivar en los ejemplos un nuevo contacto con la verdad, confiando que aparezca. 

Es más, en sencillas preguntas, en realidades "paralelas" y bastante claras, lo que Sócrates muestra es que no son "cosas muertas" sino provistas de sentido, de finalidad, que, bajo un cierto orden, tienen por sí mismas una dirección, como la vida misma. Y la vida -humana-, entonces, puede entenderlo, hacerlo cargo y emparentar familiarmente. 

El segundo ejemplo, como suele ser costumbre en este alumno preguntón, desencaja lo concreto en búsqueda de algo mucho mayor, porque este salto abarca la realidad en su conjunto, se deshace de una cosa por la cosa, un ser por el ser. Establece, por tanto, el martillazo final que desenmascara fondo y forma. O algo así. El todo del que se descuelgan o cuelgan las cosas. 

Hipócrates, ya hemos dicho, ha redoblado su cautiverio dando rienda suelta a su deseo de cambiarse a sí mismo bajo la enseñanza de Protágoras, dejarse cincelar por la estética o curar por su terapia. Los sofistas eran escuchados bajo este deseo, en el que ya vale cualquier cosa y caminar con nueva lengua. Los sofistas conquistaban personas, las sometían contando con su libertad y, luego, a ejercer conscientemente su papel de ídolos en medio de la masa. 

Cribando un poco más, la primera definición que Hipócrates da del arte de Protágoras es, en tanto que sofista, "conocedor de cosas sabias". A lo que Sócrates, bullendo, parece responder: "¡De qué! ¡Acláralo! ¿Por qué dices eso si no lo sabes realmente y te suena solo de oídas? ¡Qué estás contando, amigo! ¡No abandones la sinceridad, no te permitas dejar de hacer pie!"  

¿Habla con habilidad y hace hablar con habilidad a otros? Pero, ¿de qué? De qué sabe para hablar. Su palabra a qué arte concreto se refiere. Y Sócrates cita más ejemplos, cambiando de tercio y cantinela, para que suena ahora de otro modo. Y digo "sonar", porque es el arte de quien toca la cítara, que solo persigue, moviendo unos hilos con certeza, sacar sonidos bonitos. Pero no palabras. El arte de la cítara no llega a las palabras, aunque el citarista puede hablar, él sí, de su arte y sobre su arte con las palabras. No sabrá de escultura, no convertirá a nadie en médico. Lo suyo es exclusivamente, además, el arte de la repetición, de los movimientos, de los sonidos que cautivan y hacen enmudecer. Mientras el citarista toca, o se calla, o se canta a su son. 

En manos de un citarista, ¿pondrías la vida para cuidar el alma?

El sofista no es un terapeuta de la palabra, no es alguien que corrige las palabras, no enseña a hablar hábilmente. Sócrates se empeña, por el amigo. Hasta que Hipócrates confiesa: "¡Ya no sé qué decirte!" Aunque visto desde fuera, la pregunta es bien sencilla: "¿De qué sabe Protágoras, para hablar hábilmente?"

Situemos, coloquemos bien las cosas y pongamos orden. Al menos esto, que no sabemos lo que no sabemos, y lo que sabemos es escaso, si no venido de oídas algunas veces. Sabemos, además, que las cosas no van sueltas por ahí en el mundo, sino que tienen sentido y orientación, algo que decir y mostrar a la vida, aunque siempre según el trato de la persona en su acción. 

Y no es Protágoras, propiamente, sino Hipócrates el que va tan al descubierto que ya ha perdido. Quiere ir entregado, sin precaución. Y, si no fuera por este pequeño paseo, hubiera caído a la primera. A poco que vociferara, danzarían. 

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