sábado, 29 de mayo de 2021

PROTÁGORAS. Día 20. (Platón, 317e - 318a)

La pintoresca escena tiene algo confuso. Sócrates invitó a Protágoras a dar una lección de sabiduría, porque intuía que hablaba más para otros que para él, formando una asamblea. Es Calias, mejor dicho, quien decide la forma de asamblea y no Sócrates: sentados todos junto a los dialogantes. 

Lo que no me cuadra del todo es la intención con la que Sócrates lee a Protágoras en su interior, trayendo "el amor con que habían acudido a él"; un "eros" supuestamente mueve a Sócrates al encuentro con Protágoras, un "eros" hacia él mismo, según Protágoras. Del que Sócrates no ha dicho nada. 

Sobre el conocimiento del amor, podríamos hablar en algún momento. También sobre las confusiones, que casi son más cuando se intentan dilucidar y esclarecer, tanto las que provienen del mundo en el que estamos, como las de nuestra propia razón cuando intenta hacerse con ellas. Platón reservó esto para otro diálogo mucho más intenso, aunque aquí comparten casi hábitat para su desarrollo. 

Por otro lado, la reunión es para que otros, sin embargo, simplemente escuchen, no para que participen, ni tampoco para ver nada. Y es después Sócrates, quien narrando, dice alegrarse porque iban a oír a hombres sabios. Luego, ¿Sócrates se toma por sabio junto a Protágoras y son motivo de la alegría de todos los demás?

A Pródico tienen que traerlo medio dormido. 

Sigo. 

Una vez sentados, Protágoras toma la palabra para pedirle a Sócrates que exponga de nuevo, para todos, el tema sobre el que "trataba ante" Protágoras. El verbo es "hacer", como quien hace una vasija. Nada le pide, por ahora, sobre la intención. Salvo que Sócrates, según Protágoras, habla en favor de Hipócrates, el muchacho. 

A las bravas, muy bravas Sócrates lo dice con palabras condensadas. 

καὶ ἐγὼ εἶπον ὅτι ἡ αὐτή μοι ἀρχή ἐστιν, ὦ Πρωταγόρα, ἥπερ ἄρτι, περὶ ὧν ἀφικόμην. Ἱπποκράτης γὰρ ὅδε τυγχάνει ἐν ἐπιθυμίᾳ ὢν τῆς σῆς συνουσίας: ὅτι οὖν αὐτῷ ἀποβήσεται, ἐάν σοι συνῇ, ἡδέως ἄν φησι πυθέσθαι. τοσοῦτος ὅ γε ἡμέτερος λόγος.

Lo dicho. Sócrates quiere repetirse, aunque no del todo. Primero, el origen, el motivo, la fuerza, el poder que les ha traído ahí. Que no es otro que el ímpetu y deseo de Hipócrates. No el suyo. Esto está del lado de Hipócrates. Y también la pregunta, que al estar "homologada" ya no es de Hipócrates solo, sino de ambos. Hay una pregunta en la que sí están de acuerdo. El auténtico motivo. Saber, ahora, qué es lo provechoso, lo que produce y provoca de bello, bueno y verdadero estar en compañía de Protágoras, bajo su trato. Y "de los dos" es esta "razón". Demasiado dicho y muy rápidamente. Menos mal que son preguntas, para empezar. A la altura de todo lo que se espera después. 

Según Sócrates, se trata solo de un deseo de cantidad irresistible. El deseo de la compañía, de estar con Protágoras. Aunque ya sabemos que no es estar con él simplemente lo que desea. Que no se trata de eros, sino de provecho, de interés. No es por él directamente, sino algo que él tiene y que se quiere recibir. No se trata de Protágoras por tanto, sino de si encarna algo superior a él y que merece la pena buscar y encontrar, dando a cambio lo que tuviera que hacerse por lograrlo. Y, así puesta en asamblea la razón, comienza la indagación. 

De una pregunta, a la indagación. No quedarse en la pregunta, pero sí centrarse en ella. Reconducirse para no divagar. 

Tratar con otros, en general, no es provechoso. Ya quedó dicho hace poco, que no queremos una cuestión general, sino una individualización tal y sin miedo a los demás, que sea diferente a todo lo conocido hasta el momento. Al menos así se entendía Protágoras a sí mismo y se vendía como mercancía notable y deseosa. 

Protágoras redunda, también sintéticamente, su propuesta como eslogan comercial que se puede poner en lo más alto del frontispicio de su templo. 

 νεανίσκεἔσται τοίνυν σοιἐὰν ἐμοὶ συνῇς ἂν ἡμέρᾳ ἐμοὶ συγγένῃἀπιέναι οἴκαδε βελτίονι γεγονότικαὶ ἐν τῇ ὑστεραίᾳ ταὐτὰ ταῦτακαὶ ἑκάστης ἡμέρας ἀεὶ ἐπὶ τὸ βέλτιον ἐπιδιδόναι.

Joven, si me acompañas, te sucederá que, cada día que estés conmigo, regresarás a tu casa hecho mejor, y al siguiente, lo mismo. Y cada día, continuamente, progresarás hacia lo mejor. 


 

¿Quién no quisiera algo así?

Ahora ya, no queda otra. Protágoras debe explicarse. 

Lo que está diciendo, por si alguien no se ha dado cuenta, es que, incluso nosotros que lo leemos con dos milenios de diferencia, estamos mejorando por el mero hecho de estar con él. Y que estar con Protágoras es una especie de acción que nos mejora pasivamente, como quien mejora mirando o escuchando sin más un cuadro, sin hacer nada, imbuido por la realidad, metido en una máquina de mejora automática, que nada exige salvo estar, que nada pide. Un bien, por tanto, que no cuenta para nada con la persona, que no reclama más acción que la de venir aquí y ya está, y deja a la persona en la pura pasividad, en la mera recepción, anulado y vaciado hasta de sí mismo. Y perdón por la exageración. 

¡Qué bien tan bueno y generoso, aparentemente! ¡Qué bien tan pura gratuidad, salvo al final, claro, cuando se vaya de su lado, que se llevará consigo lo más de lo imaginado! ¡Qué bien...! ¿Qué bien? ¿Eso es el bien? 

Si uno se para a pensar, a lo mejor lo mejor es no quererlo. 

Cada día, nada más y nada menos. Y cada día será mejor, lo note o no. Da igual. Volverá a casa mejorado. Porque el arte que tiene Protágoras es el de mejorar las personas, nada más y nada menos. No una cosita entre otras, no algo singular, no algo de una región concreta, de un aspecto fundamental siquiera. No, la persona. Mejor persona. ¡Es para pensarlo!

Y también para pensar si algo así no es más que humo y engaño. 


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