sábado, 22 de mayo de 2021

PROTÁGORAS. Día 13. (Platón, 313a)

Cuando Sócrates pone en este diálogo con Hipócrates "lo que estimas más que el cuerpo", que puede entenderse como "dualismo" (y entonces usamos una palabra que nada tiene que ver con todo esto y nos vamos de aquí para allá), creo que está señalando precisamente lo que está más allá de lo que habitualmente tratamos. Y que cada cual estima en sí mismo, valora en sí mismo, percibe por tanto en sí mismo y lo percibe de una forma distinta a como se ven los árboles o los colores, o como se reciben -incluso- otras afecciones, otros compromisos, otros golpes. 

De eso precisamente depende lo feliz y lo desgraciado, el rumbo y el camino hacia ellos, la comprensión de sí mismo y la valoración de todo lo demás, confusamente generalizada. De modo que es un "hacerse" a sí mismo. Y cuando aquí vuelve a repetir palabras, "útil" o "malvado", ya no se refiere a lo idéntico que antes. Porque no quiere hablar de algo usable, porque no lo es, porque se ha situado en otro orden. Y lo que quiere decir es que ha habido en la propia comprensión de sí mismo, y de lo que en uno mismo es más que uno mismo, una modificación, un cambio, una transformación, un dinamismo. Que puede decirse en términos de empobrecimiento o enriquecimiento, o mejor dicho, de mayor presencia o de mayor olvido de sí y de lo más que uno mismo en uno mismo. Porque de lo que trata este diálogo en gran medida es de ese descubrimiento, de la incapacidad de tratar todo de igual modo y de, en la medida de lo posible, hacer presente siempre el alma, la conciencia de sí y en sí de algo mayor que uno mismo, y del cuidado de eso mismo para que siempre sea recordado, nunca olvidado, nunca equiparado al resto sin singularidad y generalizándolo. 

Y, seguimos, porque eso tan valioso se pone en diálogo con los demás y se puede acordar con otros, que tampoco son cosas, y cuyo valor principal se descubre por el camino de la relación y del amor, del vínculo y el cuidado mutuo. Y porque no se acude, para ciertos temas, a expertos en materias diversas, sino a los que se aman, aún sabiendo que ellos no son tampoco los más sabios. Pero ese impulso que aboca al diálogo y la conversación exigirá también de parte de todos un mayor recuerdo. Y Sócrates aquí retoma una costumbre cotidiana que igualmente debe ser elevada a lo filosófico. Y que no se da porque tampoco se recurre a ella. 

Sócrates vuelve a insistir en el peligro, que es la ignorancia, cuando la ignorancia se pone en marcha para arriesgar la vida de la persona confiando la vida y lo que hay que es más que vida en manos de otros sin calcular el impacto que tendrá. Es más, sin saber siquiera que todo trato con otros es impacto en el alma. Porque la relación con los demás se distingue de la relación con las cosas, por decirlo rápidamente, en que en el trato con el otro siempre el alma está en riesgo, lo que no pasa entre cosas, donde tenemos la capacidad de dominar y ser quienes dan sentido. Pero en el trato con otros se recibe enormemente. En el trato con el alma, entre almas, se da una transformación de otro orden por medio de las palabras, sean o no útiles y buenas o lo contrario. Y Protágoras, que es experto en palabras, todavía no sabe Hipócrates para qué y cómo las dice y qué busca hablando con otros mientras otros, situados en una pasividad enorme, escuchan viéndose progresivamente privados de capacidad de respuesta, admirados y sometidos al dictamen de este dictador de la retórica aparentemente benevolente con sus discípulos, a los que solo dice restar parte de su hacienda y riqueza, ocultado o ignorando todo lo demás. Si Protágoras tampoco sabe lo que hace, de algún modo sería inocente. Veremos si sabe o no lo que está haciendo y qué supone. Más adelante en el diálogo. 




"Lo más que el cuerpo" es poco menos que un enorme misterio, en el que todos vivimos cotidianamente. 

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