sábado, 1 de mayo de 2021

Dilemas sociales en salida (2). Democracia y democracias

El problema de todos y partes, enunciado en la entrada anterior, no quisiera que se pensara desde el inicio como un esquema simple y sencillo, sino en una dirección concreta. 

Por un lado, la necesidad de gestionar, cuidar y respetar la libertad personal y la diversidad resultante dentro de un orden social. Por otro, la necesidad de diferenciar espacios privados, públicos, y entender el desarrollo de construcciones sociales en los que estos espacios se gestionan de otro modo, o incluso desaparecen, o sufren tensiones. En tercer lugar, pensando en la dimensión de altura y concreción de un proyecto social y antropológico que se articule entre ambos, con sus dos grandes direcciones: la persona y las relaciones. Y, en cuarto lugar, para empezar, considerando con mayor detalle la relación entre todos y partes desde la pertenencia, construcción y vinculación, es decir, midiendo en qué grado hay independencia o no de las estructuras respecto de las personas y por qué se produce esa distancia. 

Como estamos en un contexto democrático, adelanto unos pasos hacia un tema relevante que considero planteado abiertamente, que hoy es motivo de crisis quizá por la reducción en su recepción. 

En no pocas ocasiones, se presenta la democracia con dos opciones y desde ahí se entiende la actual articulación. Poco se dice de la "democracia" como poder del pueblo más allá de su traducción etimológica, sin justificación alguna de parte de nadie y sin comprender lo que se está diciendo. Es más, dada la notable confusión creada, termina por ser algo así como el poder de la masa, de una colectividad, de la suma de las fuerzas o su multiplicación. Y no digamos de otras interpretaciones que se hacen, en las cuales, examinadas con un poco de detalle, rápidamente aparecen fuerzas diferentes de gestión de estas masas y colectivos, a los cuales quedan sometidas las inteligencias, voluntades y deseos de las personas que participan en ellas y, cómo no, los otros a los que comúnmente se enfrentan porque, en su visión, lo que hay realmente de fondo es el "poder" como "fuerza" primitiva de lucha de unos contra otros. 

Creo sinceramente que la cuestión del "poder" está pensada desde la "naturaleza" como fuerza, sin más. En sentido humano considero que hay una dimensión abierta más allá de lo meramente "natural", que entendemos como capacidad, posibilidad y desarrollo mucho más interesante. Reconozco, sobre esta diferencia, no haber leído muchas referencias. Es más, se habla extraordinariamente poco y, dándolo por supuesto sin ofrecerlo a la auténtica reflexión de las personas, hay un gran interés manipulador e ideologizante. 

Lo dicho, por aclarar lo que se pueda a medida que construimos este pensamiento, el poder del pueblo es la capacidad de la humanidad, lo cual cabe etimológicamente igual y no lo sitúa conceptualmente en el ámbito natural o de la violencia y el enfrentamiento. 

Sobre los diversos sistemas, no democráticos, también habría que hacer consideraciones más detenidas, pero será en otro momento. Por ahora, mirar la democracia como se presenta habitualmente y en la que somos educados no pocas veces desde la negatividad e insuficiencia, movilizando emociones y afectos, más que desde la propia realidad y realización, llamando a la racionalidad. Si el poder del pueblo es capacidad de la humanidad, está claro que queda directamente relacionado con la capacidad racional, en sentido amplio, de las personas y que, dicha capacidad, es desarrollable y ejercitable. Relación que no puede pasarse por alto, ni dejarse a un lado sin más como dicha y entendida, sino que debe estar presente en todo el proceso y desarrollo. 

Sigamos. La democracia se presenta en una doble dirección: directa y representativa. Reduzco mucho, pero no hay mucho más en el análisis social, y todo queda comúnmente del lado de uno u otro, si es que no son lo mismo en el fondo, y de cómo articular lo segundo, una vez considerado lo primero como insuficiente para la organización democrática en sus asuntos más amplios. 

Por democracia directa se entiende, y sobreentiende, que personas democráticamente cultivadas y con intereses democráticamente cuidados ejercen su derecho de elección de modo directo, de modo activo y pasivo. 

Por democracia representativa se explica que, ante la imposibilidad de participar todos directamente, por contingencias de todo tipo, las comunidades se organizan como democracias directas hacia dentro de ellas mismas, pero eligen un representante que será la voz, ya no de todos, para que junto a otros representantes y entre ellos como una democracia directa, se decidan los asuntos de una amplitud tal que, afectando a todos, no pueden organizativamente dar cabida a todos. 

A poco que se piense, lo que se ve es que ambos son lo mismo y que una parte continuamente va restando o haciendo cesión del poder. Tal y como se habla comúnmente. Y el acento se reitera sobre el poder de la mayoría, de ahí que la democracia olvide progresivamente el conjunto, "el pueblo" y "la humanidad". Es una organización que da de baja permanentemente a unos para dar de altas a otros o que se comprende a sí misma como reparto, y en esa medida igualmente deshumanizante. Porque no cuida la capacidad de las personas sino que la va limitando en las reiteradas elecciones y con personalismos. 

Desde mi punto de vista, para que la democracia siga teniendo sentido y encuentre su camino en el siglo XXI, hay que dar un paso atrás en la cuestión antropológica y abrir el debate sobre la persona. Solo así se puede entender todo lo que después se diga y se proponga. 

Pensando en la democracia, en sentido amplio, hay otra posibilidad a considerar. Es la capacidad, el poder de las personas para situarse en planos diferentes de la realidad y considerar racionalmente las cuestiones que nos afectan desde diversas perspectivas. Aquí sí que hay una auténtica fuerza humana y humanizante. Y este sería el poder no reductible a la naturaleza, que condena a la persona a vivir sometida simplemente a leyes y normas de un tipo limitante, impuestas y recibidas sin conexión real con su individualidad y concreción humana. O se considera de este modo o todo será siempre una u otra forma de totalitarismo "directo" o "representativo", sin intervención alguna de personas, ni para la humanidad. 

Dicho rápidamente, el sistema democrático exige de las personas que sean capaces de situarse racionalmente en planos diversos de la realidad y vivan en ámbitos con valores diferentes, pero integrados. Es decir, que activa y pasivamente actúen en favor de la persona que son y la humanidad en su conjunto sin dividirse, pero como dos modos de participación y pensamiento. Por un lado, aquello que les afecta personalmente, pero también dejándose pensar en relación con otros. Por otro, aquello que afecta a todos, donde otros son agentes activos igualmente, no en igualdad real, no en ensimismamiento de ningún tipo. 

De ahí que, a mi entender, llamar a la democracia "representativa" es poco menos que reducirla a individualismo, a partes y a conflicto entre partes, lo cual es claramente una forma de totalitarismo difuminado con conceptos, pero totalitarismo al fin y al cabo. Y la elección, y la libertad individual se enfrenta una y otra vez a otros, en lugar de participar con otros en la construcción de la sociedad. 

A esta forma de democracia, la llamo capacidad "mediadora", en la que la supuesta totalidad no revierte ni termina sobre sí misma, sino que simbólicamente se establece en conexión con las personas sin restar fuerza a las partes, de modo que empieza y termina en la capacidad que la humanidad tiene en las personas concretas, sin deshumanizarlas, sin dividirlas, sin hacer de la sociedad estamentación alguna, sino simple y llanamente "mediación" y constituyendo el ámbito propio de lo público en su constitución y sistema personal. 



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