sábado, 10 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (28)

Comienzo en 348b hasta 348e.



¿Vamos a un juicio de verdad o nos comprometemos entre nosotros a ser testigos y jueces al mismo tiempo? Y Glaucón, el que ha expuesto que el modo de vida justo es el más provechoso, elige la segunda opción. Es decir, en el fondo está pidiendo que todo aquel que habla lo haga con juicio, lo haga sabiendo lo que dice y siendo el primero en examinarlo. Aunque, como ya todos sabemos, para ver con claridad lo que realmente se vive es imprescindible pasar por la alteridad lejos del encarcelamiento con uno mismo. 

Por supuesto, hablar es adquirir un compromiso con la justicia. Nadie más que uno mismo es capaz de ver lo que realmente debe hacer brillar ante los demás o mostrarlo con palabras. Así que, empecemos por ahí. Pacto con la justicia previo. Curiosamente. Como si supiéramos lo que es. 

Dicho lo cual, Sócrates pregunta a Trasímaco: ¿Sigues defendiendo lo mismo o has cambiado? "¿Sigues afirmando que la completa injusticia es más provechosa que la justicia plena?" Y Trasímaco asiente de nuevo y recuerda que ya ha dado razones por las que defiende eso. Lo cual es verdad. Ha mostrado lo que realmente lleva dentro y, en un alarde de fuerza y cansancio unidos, lo dijo muy sencilla y claramente: "Lo mejor es ser el dictador de la sociedad que somete a todos los demás y se aprovecha de ellos." 

Ahora Sócrates pregunta. ¿Una es "excelencia" y la otra "mal"? 

φέρε δή, τὸ τοιόνδε περὶ αὐτῶν πῶς λέγεις; τὸ μέν που ἀρετὴν αὐτοῖν καλεῖς, τὸ δὲ κακίαν;

Y, entre preguntas y respuestas breves, así queda el asunto. Trasímaco considera la injusticia como excelencia y a la persona que vive injustamente la toma como alguien con buen sentido. Mientras que la justicia queda como malogro de la vida, genuina candidez y mala predisposición. De tal forma que "los que pueden obrar de modo completamente injusto y someter" esos serían los verdaderamente inteligentes y buenos. Y, por si no se entiende, Trasímaco dice que el injusto no es el ladrón vulgar y callejero que roba dos o tres cosas sin importancia, sino el que es capaz de alcanzar la totalidad, de someter la totalidad de un pueblo o Estado. Algo mucho más grande de lo que se espera. Como decía antes, el tirano. 

Al lector simple esto le parecerá un atropello ridículo, como una broma de mal gusto de Platón que hace pasar a Trasímaco a la historia como tonto y ridículo, por algún tipo de rencilla. Porque cuesta decir lo que Trasímaco dice o pensar que alguien pueda decirlo así de evidentemente. Salvo gente como Hitler, Lenin, Stalin y toda esa gente, también en el siglo XXI. Y, lo que hay que entender más bien es que Sócrates ha conseguido sacar, al menos eso, la verdad de Trasímaco para que no se disimule, ni envuelva en palabras bonitas y engañosas, ni endulcoradas. Lo que piensa, sin ambages, ya ha aparecido, sin las artes. Queda tomar conciencia, es decir, examinar, lo que realmente significan. 

Otros, sin embargo, no llegan ni a la altura de Trasímaco respecto a sí mismos y se desconocen hondamente. No han pasado por ese punto filosófico que sitúa a la persona con libertad frente a sí mismo. 

Lo que tocaría ahora, en el programa socrático y filosófico, sería considerar lo que se está diciendo en confrontación con la razón y el viaje de altura que es capaz de realizar cuando habla también por sí misma. Como una doble opinión que habita dentro de sí. Una que proviene de la experiencia directa y del miedo, de la contingencia y el deseo de salvarse a uno mismo, y otra voz incierta e indirecta que proviene de más allá de sí, que se refleja también como luminosidad en el otro que se ofrece abiertamente a trasparentar la vida y no solo las circunstancias, y se desprotege lo suficiente como para que cale el interrogante sobre lo excelente, sobre el bien, sobre lo justo, sobre el otro. Así se sencillo. Así de relevante es la pregunta acertada de Sócrates dirigida como flecha a lo neurálgico, que no es, como se ve, un examen de nada sino justamente el criterio con el que se puede examinar todo, esa presencia de la medida misma, esa luz de la verdad. 

Dicho lo cual, escuchada la defensa de Trasímaco, Sócrates reacciona con perplejidad. Algo así como: "Te entiendo perfectamente, estoy comprendiendo lo que dices y choca frontalmente con algo que yo tengo por verdadero. Y no eres tú, Trasímaco, lo que ahora preocupa, sino ese discurso que defiendes, las palabras que utilizas y cómo hablas, lo que estás entendiendo sobre vida, justicia, bondad." 

Y, como no puede ser de otro modo, Sócrates manifiesta su asombro, la misma palabra que luego el discípulo tomará como supuesto punto de partida de toda sabiduría. A Sócrates le causa estupor, dolor. A Sócrates se le rompe algo. ¿Qué? Que alguien pueda hablar de la injusticia como sabiduría y como excelencia. ¿Cómo es posible que alguien defienda lo que Trasímaco está defendiendo? Aquí hay un misterio. Ahora no cabe detenerse en él. ¿Cómo es posible tal maldad, tal miedo y tal odio, tal rechazo del otro y tal incomprensión? ¿Cómo es posible que alguien piense realmente y defienda abiertamente que él, una persona más entre otras, debe estar por encima de todos los demás y aprovecharse de ellas cuanto pueda, de la forma que sea? ¿Cómo alguien puede considerarse absoluto, cuando precisamente está dialogando con otros?

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