domingo, 11 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (29)

Comienzo en 348e hasta 349b. 


Prometeo descubrió el fuego que calentar y con Sócrates asistimos al parto del brillo de la vida interior y su confrontación con lo más grande. Las personas, que a su pesar no se adecúan con el mundo que les rodea jamás, viven de sí, desde sí, con interioridad y muy conscientes de su libertad. Algo así, tan así que no se puede ver, que cualquier espíritu es incapaz de someter, ni ver de un plumazo o en un instante. De tal modo que o la persona lo muestra o permanece escondido. Subjetividad, que dirán mucho después. Incuestionable. Se diga lo que se diga, imposible no contar con ella o dejar de tenerla presente.

Nuestra capacidad para haber brillar esta subjetividad se pone de manifiesto en nuestra capacidad para hablar. El discurso que hablamos es, en este sentido, revelación de la vida. Pero no siempre. Ya sabemos, demasiado bien, que existe una quiebra enorme. Incluso en nuestro acceso a nosotros mismos y en el acceso que otros pueden tener a ello a través de las palabras. Decimos lo que somos, alguna vez, con temor y temblor. Decimos lo que somos, pero a tientas y con incertidumbres. Decimos lo que somos, como en una especie de liberación en la que se suelta algo ligado interiormente e intrincado en la historia. Decimos lo que somos, ajustando mucho algunas palabras para no perdernos, no confundirnos, no despistarlos, no errar el tiro, no dejar pasar. Decir lo que somos es un paso, salto enorme. Poner palabras como ejercicio por el que puede brillar, como brillo y nada más, la vida. Y siempre, siempre distancia. Nada salió realmente de nosotros, nada se desgajó. Se quedó allí y allí permanece. Solo se pudo mostrar y manifestar, llamar la atención sobre sí como la tormenta ilumina la noche y la pone en tensión. Nada se movió de su sitio. Y lo que hubo, para mayor complicación, no está exactamente donde estaba. 

Los griegos lo vieron claramente. Y también que había algo más a lo que prestar atención más allá de la subjetividad. Y es que esa búsqueda de exterioridad corre el riego de, al querer más vida o comprenderla, cambiarla en ese giro por algo muy diferente de sí, como quien prefiere la foto al paisaje, un dibujo de un beso al beso mismo, una palabra a la realidad misma. Y el ser, cuando se pone mucho del lado de las palabras termina por confundirse con el ser mismo. Y se va cayendo en la hondura oculta de la caverna, y se va olvidando el sol con tanta profundidad adquirida en el mundo de lo secundario, y se van llenando de existencias y existencias, de cosas y cosas el reino de lo inmediato a lo que se atiende, y dejando para luego lo que en su tiempo fue lo primero y lo fundamental: vivir el paisaje, vivir el beso, vivir la palabra. 

Sócrates se espanta de lo que Trasímaco dice llevar dentro. Algo no cuadra. No es para menos. Qué diferencia hay, tan grande. Trasímaco, que por fin ha dejado brillar lo que lleva dentro, ha construido un mundo en el que pretende existir entre sombras. Sócrates se traumatiza, como no puede ser de otro modo. Porque Trasímaco pretende ser "la medida de todo", a la altura de su miedo a todo lo demás. Ni un escalón quiere salir de sí mismos. ¿Cuál es el trauma de Sócrates? ¿Cuál es el desconcierto? ¿Cuál es la distancia, la separación, la ruptura? ¿Qué duele al escuchar a Trasímaco hablar así, con tanta contundencia y violencia? ¿Qué lleva Trasímaco dentro de sí que le hace decir estas cosas?

Sigue en 348e, como un escultor, Sócrates conversando con su interlocutor para intentar a lo mejor pulir en algo y rebajar lo dicho. "Es ahora algo más sólido, mi amigo, y ya no es fácil poder contestarlo." Al tiempo que manifiesta la discrepancia, no pierde la relación, ni entra en el combate esperado. Para vencer al discurso no puede matar la persona. Para curar le de la enfermedad no se puede asesinar al que la sufre. Y Trasímaco es visto como enfermo, sin que él lo sepa siquiera. Así queda, para la posteridad, su figura incierta. Más común, quizá, de lo que pensamos. Aunque no todos lo muestren. 

Continúa su intervención Sócrates: "Si hubieses afirmado..." ¿El qué? Y le tiende la mano hacia una postura más moderada y prudente, en la que pueda tener algo de razón y sentido, sin extremar ruda y cruelmente su opinión, sin hacer endurecer su "corazón", sin enquistar su "alma", sin fortificar su "vida". 

Es más, le recuerda que "el uso común" de las palabras "maldad" y "vergüenza" es muy diferente al que él está empleado. Como si no fuera posible comprender lo que dice porque habla en otra lengua. Como si estuviera confundido respecto de lo que es la "maldad" y la "vergüenza".  Algo que, como sabemos, se puede confundir en la distancia pero no cuando se acercan y vienen, e impactan y chocan con la vida. Entonces se conoce fácilmente lo que son y dejan de ser "manejables". La posición de autoridad que Trasímaco quiere plantear es, en verdad, imposible. Trasímaco quiere ser dueño del bien y del mal, pero no padecerlo, ni sufrirlo. Trasímaco quiere ser gobernador del bien y del mal. 

Volviendo al principio del libro, a lo mejor Trasímaco es muy joven o no ha crecido con su tiempo. Esto solo lo puede decir quien no ha vivido. 

Y Sócrates permanece con esperanza, abriendo posibilidades, mostrando que hay una vía desde la que continuar que no rompe con todo lo demás: 

"Si hubieses afirmado, en efecto, que la injusticia da provecho, pero concordaras con otros en que es maldad y algo vergonzoso, podríamos replicar hablando conforme al uso habitual de estas palabras. Pero ahora es patente que dirás que es una cosa bella y vigorosa y que le atribuirás todo lo demás que atribuimos a lo justo, ya que has tenido la audacia de colocar la injusticia en la sección de la excelencia y de la sabiduría."

τοῦτοἦν δ᾽ ἐγώἤδη στερεώτερον ἑταῖρεκαὶ οὐκέτι ῥᾴδιον ἔχειν ὅτι τις εἴπῃεἰ γὰρ λυσιτελεῖν μὲν τὴν ἀδικίαν ἐτίθεσοκακίαν μέντοι  αἰσχρὸν αὐτὸ ὡμολόγεις εἶναι ὥσπερ ἄλλοι τινέςεἴχομεν ἄν τι λέγειν κατὰ τὰ νομιζόμενα λέγοντεςνῦν δὲ δῆλος εἶ ὅτι φήσεις αὐτὸ καὶ καλὸν καὶ ἰσχυρὸν εἶναι καὶ τἆλλα αὐτῷ πάντα προσθήσεις  ἡμεῖς τῷ δικαίῳ προσετίθεμενἐπειδή γε καὶ ἐν ἀρετῇ αὐτὸ καὶ σοφίᾳ ἐτόλμησας θεῖναι.

Trasímaco suscribe la inversión de toda la realidad. Que la injusticia es para él lo provechoso, lo bello, lo original, lo excelente y lo sabio. La referencia a la "vergüeza", a lo abusivo y violento, es muy interesante. Habría que pararse un poco más en esto. En si hay "vergüenza" y de dónde viene. En la humanidad de la "vergüenza" vivida, en lo que revela y despierta. Pero sigamos. Trasímaco, tratado como amigo por Sócrates, responde tomando como adivino. "La verdad perfectamente adivinas." Es decir, que Trasímaco es ya fácilmente reconocible, anticipable y no se moverá ni un paso de su posición. La verdad de Trasímaco es patente. Trasímaco, sí. La justicia, no. 

Pero Sócrates no debe vacilar y seguir el examen. Porque ahora Trasímaco dice lo que piensa. Ahora Trasímaco no bromea, ni lo que dice se puede tomar como un chiste. Bien lo sabemos. Ahora es muy importante seguir con esperanza sin dejar de hacer lo que siempre se ha hecho. Buscar tanto y con tanta fuerza la verdad, el bien y la justicia que jamás se confundan con ninguna persona, que nadie pueda poseerlas, que siempre se hagan las preguntas importantes para hacerlas llegar a la conversación, pero no para poseerlas, atraparlas, agarrarlas y apropiárselas. Que aparezcan, pero no se posean. Así que Sócrates continúa. Sigamos, sigamos. 

ἀλλ᾽ οὐ μέντοιἦν δ᾽ ἐγώἀποκνητέον γε τῷ λόγῳ ἐπεξελθεῖν σκοπούμενονἕως ἄν σε ὑπολαμβάνω λέγειν ἅπερ διανοῇ 

ἐμοὶ γὰρ δοκεῖς σύ Θρασύμαχεἀτεχνῶς νῦν οὐ σκώπτεινἀλλὰ τὰ δοκοῦντα περὶ τῆς ἀληθείας λέγειν.

Un sutil intento más, por su parte. No ha servido el matiz. Vamos a procurar la distancia y que Trasímaco considere lo que piensa como lo que cree, como opinión respecto de lo que no sabe, pero no como sabiduría. Y Trasímaco se revuelve y protesta: "¿Y qué diferencia te hace el que lo crea o no? Más bien refuta mi argumentación." Así que, no cabe duda, y tiene su alivio: Trasímaco no se está tomando en serio la conversación y no dice lo que realmente cree; solo juega a decir cosas manejando palabras, construyendo frases. Así es muy difícil hablar. No conduce a nada, porque nada preocupa. Así que tomo la respuesta de Sócrates como una ironía más: "No hay ninguna diferencia."   



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