jueves, 8 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (26)

Comienzo en 346e hasta 347d.



Dentro de las distinciones, de las restricciones socráticas que suspenden cualquier cosa que no le corresponda, como lo puro excluye su contrario impidiendo que se den juntamente lo que no "marida", hay artes-técnicas-conocimientos en sentido amplio que solo se dan dentro de lo gratuito y otros que permiten el comercio y el beneficio. Lo cual es para pensar largamente. 

Para Sócrates, el ejercicio del gobierno, para que sea tal, es gratuito y, por lo tanto, excluye el beneficio económico. ¿Por qué? Porque trata con asuntos humanos, con el desarrollo de los asuntos humanos, con aquellos asuntos que por su carácter deben ser públicos y mantenerse en ese ámbito sin que nadie pueda llevárselos a su terreno. Una distinción fundamental de esferas, planos, dimensiones de la persona, cuya confusión resulta falta. 

Como digo a mis alumnos, por simplificar mucho, nadie puede separar números y pares, pero sí entre números pares y números impares. Se corresponden con cuestiones diferentes. Es que, el gobernante trata con lo otro. Si deja de tratar lo otro y lo asume como propio, entonces lo que ejerce es una violencia, una apropiación. Y aquí, por repetirlo, los asuntos no son temas, cosas o papeles, entes entre más entes, sino personas. El gobernador, con toda su limitación y con toda su deficiencia, asume una tarea desproporcionada respecto a cualquier persona acostumbrada a vérselas con cosas. Lo que aquí está manifestándose debería ser la relación paradigmática del "entre" personas, de la "inter" relación entre iguales. Y, para salvar la incapacidad personal de realizar la gesta, la persona que gobierna, no pudiéndose colocar "por encima" solo puede situarse "por debajo" obligada por la responsabilidad que asume. Lo cual supone inevitablemente la gratuidad para cumplir su tarea y misión, la desapropiación de sí y de las cosas. 

Idealismo exagerado o realidad más que real, que deberíamos contemplar más veces en lugar de quedarnos atrapados en las sombras de las auténticas realidades, para su realización. 

Sin lugar a dudas, hay un beneficio para el gobernante en cuanto a gobernante, distinta de una cuestión material. En cuanto a gobernante, insisto. Que probablemente sea la de descubrir el mundo desde abajo, plantearse lo fundamental, ejercitar en primera persona el bien del que debe responder con su propia vida y tarea. Y, si no lo vemos así, lo que andaremos siempre será mezclando lo público con los privilegios, como de costumbre sucede. Y poco más. ¿Pero no somos capaces de más? ¿Pero no podemos ir a más? ¿Pero no hay otra forma de vida que no sea la queja, el lamento o la ilusión del optimista? ¿No hay realidad alguna en lo que pensamos como bien? ¿O se trata de un bien que desborda necesariamente, tensa y exige? ¿Dónde vamos con esto? Y pregunta tras pregunta, se acerca una vez más la sensación de que Sócrates habla de locura tras locura, sin sensatez ni razón alguna. Y, por tanto, enloquece a quien las recibe. ¿O cura?

Tal es la exageración socrática y la provocación, que a gobernar solo se puede llegar si se recibe como obligación, como exigencia, como quiebra de la propia vida, como ruptura con toda normalidad social, como -casi- castigo por algo que no se sabe si se ha cometido. ¿Cercanía con la sabiduría? ¿Preguntar lo incómodo? ¿Conocer más de lo que se acostumbra? ¿Será esto lo que está diciendo Sócrates? 

Diré más, en el caso de que los que deban gobernar sean los mejores, ¿no será precisamente un auténtico castigo por eso, por ser los mejores, por dar el salto fuera del grupo, por su diferencia respecto a los demás, y un correctivo humilde de lo más alto y grande para que su capacidad y potencia-fuerza se ordene hacia el servicio y no hacia el orgullo? ¿No será gobernar, auténticamente claro, la mejor manera de situarse en el corazón mismo de la humanidad, saliendo del mundo? 

Un último punto, una última pregunta. ¿Gobernar nos responsabiliza o solo muestra la responsabilidad que ya tenemos, nos hace consciente de ella, como si hubiéramos vivido de espaldas a toda la verdad, y por ello es una forma de sabiduría necesariamente, cuando gobernar es gobernar?



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