miércoles, 7 de abril de 2021

Leyendo REPÚBLICA de Platón (25)

Comienzo en 346a hasta 346e.

Se puede pasar demasiado pronto por las diferenciaciones socráticas. E incluso leerlo, sin aprender este arte. De qué estamos hablando, a qué nos referimos, hacia dónde va dirigido el discurso. Porque hay algo que señala, indica. La palabra no se detiene muerta en sí misma. La razón convive de este modo con el ser en semejanza y parentesco. La razón, al mismo tiempo que se acerca al ser, descubre en lo que anda buscando una prioridad respecto de sí. De dónde viene entonces esta potencia, esta fuerza, este poder que tiene el arte y que tan vinculado está con, al menos, una parte de lo que es. 

Cuando entre Sócrates y Trasímaco delimitan y acuerdan que todo arte tiene un poder distinto, no están diciendo cualquier cosa. El conocimiento de una técnica es conocimiento sobre un ámbito concreto de la realidad y del ser. No del ser, sino de una parte del ser. Y no se aplica de modo general, salvo entre aquellos que actúan al margen de la razón misma. Pero esta simple conclusión sitúa la conversación en un plano diferente y alejado de todas las artes, por lo tanto capaz de contemplarlas todas en su belleza y forma. Una técnica será adecuada en la medida en que se corresponda a una parte de la realidad y permita, precisamente por ella misma y por del poder del que dispone, de mejorarla. Estas técnicas, además, tienen la cualidad de mejorar, de alcanzar mejor el resultado que buscan y pretenden. Y lo hacen, como es evidente ahora mismo, porque hay un conocimiento de lo que hay y de lo que debe haber, y un conocimiento que relaciona ambos saberes y no claudica. Es decir, existe también un deseo, una voluntad ajena al conocimiento de lo concreto que empuja, también con fuerza, más allá de la realización repetitiva o adquirida de otros de una rutina, de una técnica. El hecho de poseer una técnica permite a la voluntad aplicarse de modo distinto a ellas. 

Con Trasímaco han distinguido esto respecto del médico y del pastor, que realizan acciones concretas. También en lo que corresponde a los artesanos, diversos y variados, en la elaboración de sus objetos y productos. Es una panorámica muy amplia, en la que ahora conviene fijarse simplemente en el aspecto en el que la técnica, con su poder, produce una mejora, alcanza un objetivo, realiza un objeto concreto. 

Este poder se emparenta en el discurso con las palabras relacionadas con el Estado, el gobierno y algunas de sus formas. No lo perdamos de vista. La razón de este diálogo, el tema principal de la conversación, es la justicia. Y, de alguna manera, se quiere clarificar la técnica, el arte que le corresponde. Y cuál es su forma más adecuada al objeto que le corresponde. 

De modo que, siendo las artes específicas, específicos son también sus conocimientos. Se unen y se alían en ocasiones, se mezclan y confunden en otras. Así que, si tenemos un arte superior que reconozca las distintas artes y técnicas, entonces tendremos también un arte que ordene y despeje dudas, que clarifique y coloque lo que corresponde en su sitio. Si no disponemos de este conocimiento, quizá todo venga a ser casi lo mismo. ¿Vale un alfarero para domar caballos? ¿Se parecen un pintor y un escultor? ¿Encargaría las fotos a un profesor? Puede que un profesor pueda hacer buenas fotos, pero no en calidad de profesor sino como fotógrafo. Distinguir es fundamental. 

Entonces, respecto al gobierno. ¿Se puede confundir el arte de gobernar con el arte de mercadear? ¿Tienen relación o van separados? ¿Convendría separarlos y distinguirlos tan evidentemente que no se confundan? ¿Cómo garantizar entonces la distancia entre ambos, para que ningún gobernante saque provecho del trato con otros en tanto que gobernante? Y es aquí donde Sócrates pronuncia la pregunta por la gratuidad. 

ἆρ᾽ οὖν οὐδ᾽ ὠφελεῖ τότε , ὅταν προῖκα ἐργάζηται ;

Entonces, respecto al gobierno. ¿Se puede confundir el arte de gobernar con el arte de mercadear? ¿Tienen relación o van separados? ¿Convendría separarlos y distinguirlos tan evidentemente que no se confundan? ¿Cómo garantizar entonces la distancia entre ambos, para que ningún gobernante saque provecho del trato con otros en tanto que gobernante? Y es aquí donde Sócrates pronuncia la pregunta por la gratuidad. 

Lo que se ha visto es muy importante. Las capacidades humanas, las que sean, con sus artes, provienen de una fuerza capaz de mejorar (o empeorar) la realidad, se lanzan sobre el mundo de un modo concreto y lo modulan. Sin esta capacidad, no existiría un trato cercano. Ahora bien, no son intercambiables, salvo barbaridades espantosas. Si se cambian, se destruye la realidad. No hay respeto por la vida. Hoy diríamos, con una palabra que se repite mucho, el arte cuida la realidad. Y hay artes y conocimientos también relacionados con ámbitos que no son cosas directamente, ni con la producción. 

Cada una de las artes, tiene su cualidad y especificidad. Dispone de su método, de su forma, de su camino, de su virtud y de su excelencia. Y conviene pensarla. Porque habrá artes que incluyan la incapacidad de asociar un beneficio a ellas, un egoísmo, porque supondría su destrucción y dejarían de ser lo que son. Siendo así, conviene pensar entonces sobre el arte de gobernar. Es más, el arte del trato entre personas en sentido amplio y, uno concreto dentro del mismo, que sería el arte de gobernar. Como también pueda interesar mucho a personas como yo, con mi "oficio", sobre el arte de educar. Y qué beneficios se puede esperar de cada uno de ellos, tanto para quien lo ejerce, como para quien lo recibe. 




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