Los dos últimos párrafos de este prefacio, curiosamente escrito antes de terminar la obra, como un compromiso previo con ella y no un final apoteósico, son especialmente densos y sugerentes. Hay en la lectura que Balthasar hace del encuentro con Dios, de la experiencia de Dios en términos de lo bello, que es tremendamente importante. Lo que no sé es si hay un primer encuentro, tal y como a veces se sugiere, o se trata en muchos casos de un progresivo desvelamiento. Las categorías que utiliza también tienen su problemática. Lo iré viendo. Aquí basta con apuntar algunas.
Efectivamente, el trato y cercanía con Dios, la contemplación de Dios no se vive al modo como se vive cualquier otra realidad que pueda verse. Existe una diferencia más que notable. Si se habla de ver, se hace en términos tan separados que la analogía destaca la insuficiencia de las palabras en este sentido. Sin embargo, sí hay una "percepción", sí hay una presencia real que desborda la realidad, sí se da en forma que sobrepasa y sobrecoge, que atrapa. La vida de lo que se ve es mayor de la vida de quien percibe y ese trasvase supone un cierto ahogamiento o deslumbramiento. Si santo Tomás distingue en lo bello "species" y "lumen" como dos momentos unidos e inseparables, aunque discernibles y comprensibles, se puede hablar igualmente de "percibir" y "ser arrebatado". Lo cual, en teología, se emparentaría de la misma manera con "fe" y "gracia".
Esto vale también para las relaciones teológicas entre fe y gracia, porque la fe adopta una actitud de entrega al percibir la forma de la revelación, a la que la gracia se apodera del creyente y lo eleva hacia el mundo de Dios. (p. 16)
En esta forma de hablar, hay una desintelectualización y desmoralización clara de la experiencia creyente. Ideas y acciones no viven solas, ni surgen de la nada, sino que tienen su raíz en la experiencia desbordante de Dios, que no pueden limitar y que aportan fundamento tanto al universo racional creyente, con una razón muy ampliada y más allá de sí misma, como al compromiso ético, entendido como forma de vida en todos los aspectos, desde los más extraordinarios hasta los más cotidianos. El impacto del encuentro es tal que invierte situaciones. El conocedor pasa a ser conocido y El Conocido se revela entregándose, poniéndose a disposición y recibiendo en sí.
Comprender así la fe, desde un primer momento, es buscar lo auténtico y lo raíz de la experiencia creyente, invalidando cualquier otro criterio que no sea, para hablar de ella, lo más elevado y lo más original. No fijarse en la situación, en el contexto, en la realidad inmediata, sino emprender el trayecto hacia las fuentes mismas de las que parte, amparándose en ellas. Algo que, por tanto, debe estar permanentemente recordado y vivo, para no desvirtuar lo religioso en una cosmovisión sobre la que discutir o en una ética que quiera dar sentido o transformar el mundo.
Reconozco, de entrada, que es algo que me atrae profundamente del pensamiento de Balthasar y que en otros no encuentro tan claramente dicho. Correr demasiado en asuntos religiosos, arriesgarse a que todas las experiencias sean tenidas por iguales, no disponer de horizontes humanos en los que ir haciendo pacientemente camino y saber esperar, resulta tremendamente peligroso. Porque puede parecer estéticamente bello, sin serlo. Se puede presentar como justo, noble, verdadero, sin serlo. La teología de Balthasar avisa y previene del fondo último, y lo esclarece hasta donde se puede entender por quien lo recibe.
Es importante recordar, en cualquier caso, que "species" y "lumen" no coinciden. Por tanto, la revelación no se da exclusivamente allí donde, de primeras, se pueda esperar o parezca que la realidad se ha especializado en ella para ser canal preferente. No coinciden, tiene dos momentos.
Respecto al lector de sus libros, ocurre supongo algo similar a lo que él propone. También tiene "species" y "lumen". Al menos en lo que a lo de Dios corresponde.
El último párrafo vuelve a recordar la unidad de los trascendentales y el sentido de conjunto de su obra, partiendo de lo anterior. La estética, el "pulchrum", como percepción de la manifestación de Dios (no de cualquier otra percepción); la dramática, que correspondería al "bonum", como la acción de Dios, el contenido por tanto de la revelación; y la lógica de los modos de expresión de Dios como "verum". Interesante resaltar que son lo otro respecto de la persona, lo trascendental vivible inmanentemente. Y mejor ir paso a paso.
En el mismo discurso, y aquí que comienza todo, se hace memoria de Abrahán, resaltando su experiencia personal y única con el Dios bello, bueno y verdadero. Acontecimiento dramático entre Dios y la persona que es Palabra, Significado, Logos. Que no puede ser reducido de ninguna manera, que siempre desborda en todas las dimensiones la integralidad de la persona.
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Referencias bíblicas: Abrahán.
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Autores citados: Edgar de Bruyne, santo Tomás, Kant, Goethe (Fausto), Fichte.
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Conceptos clave: species y lumen, forma y esplendor, percibir y ser arrebatado, fe y gracia, trascendentales, obrar y modos de expresión.
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