viernes, 2 de abril de 2021

Leyendo a Balthasar (002). Gloria I. Prefacio.

En la dedicatoria aparecen tres citas. En español, Juan de la Cruz. En francés, Pascal. En alemán, Hamann. Dan buena muestra de cuál será el terreno amplísimo que camina y de qué modo quiere afrontar la vocación teológica con esta obra publicada a las puertas de que comience el Concilio Vaticano II. 

Cada una abre su horizonte en diálogo con las otras. El místico carmelita hacia la sabiduría de la gloria de Dios en la belleza de su huella. El inquieto filósofo de las razones del corazón para no dejarse llevar de la oscuridad de una presencia inabarcable. El pietista socrático alemán para dar la razón de esa teología que se quiere escribir bajo el signo de la santidad, como ejercicio de reconciliación con el Espíritu, que no permite descanso. 

Balthasar esboza en el prefacio el objetivo último: completar una teología que vuelva a la unidad de los trascendentales, recuperando lo bello perdido, olvidado conscientemente o no. Es decir, revitalizar el conocimiento de Dios desde el punto de vista de una estética que no sustituya ni a la ética ni a la lógica, y que a su vez los sitúe inseparablemente en el horizonte del pensamiento y la acción religiosa. 

Muy resumidamente, para no confundirnos, lo bello aquí no es la belleza mundana, de las realidades del mundo propiamente hablando. No se trata de una estética de maquillajes, de adornos, de ocultamientos. Sino, al revés, lo bello aquí se refiere al aparecer, al acontecer, a la receptividad humana y, por tanto, a la capacidad de Dios. Insistir en esto es importante. No se trata de "poetizar" la teología, sino de aproximarnos lentamente al modo como Dios se ha acercado a la humanidad en Cristo y en el Espíritu. 

Por eso la obra de Balthasar tiene tres partes: 

  • La primera. La cuestión del conocimiento teológico, su estructura subjetiva y sus supuestos objetivos. (Como nota, añade que comprende la teología fundamental unida a la dogmática, ni separada, ni contrapuesta.) ¿Es posible este conocimiento? ¿Cómo se da? ¿De qué? ¿Qué alcance tiene? En este momento, me parece crucial. Porque el método, y es algo que repito demasiado últimamente, da el alcance de la investigación y nos pone en marcha por un camino concreto. La reflexión sobre el método y los pasos dados es crucial. No es una pérdida de tiempo, sino todo lo contrario. ¿Dónde queremos llegar y qué vía coger para ir en esa dirección? Si no se piensa esto, si se camina sin más, se puede llegar a cualquier lugar. Y los presupuestos que imprime una época, la que sea, deben esclarecerse lo suficiente. 
  • La segunda. Una fundamentación y confirmación histórica. A esto lo llama "desenvolvimiento progresivo de la estética teológica". Tomará como referencia a los grandes "creadores" de la teología. Doce autores cuya fecundidad teológica ha ido de la mano de lo bello y la gracia. Los iré viendo de nuevo, pero me parece muy acertado hacer memoria de una historia, que no tengo tan claro que sea tal desenvolvimiento, aunque sí reconozco una progresión, ciertos avances. En esta historia nuestra, que no se debe perder, efectivamente algunos referentes han sido más claros y luminosos que otros, o han sido más aceptados y han tenido mayor recorrido. La selección es importante. Se verá en los volúmenes correspondientes. Un trabajo muy exigente.  
  • La tercera. Deja para el final de esta primera parte la "confrontación entre la estética filosófica y la teológica." Es decir, la consideración de la "gloria" (belleza trascendental) en la metafísica y el estudio bíblico. Algo que ilusiona aquí es la vertiente ecuménica, la de su momento, que ha sido muy fructífera y entusiasmante; y, con ella, la apertura de la teología católica como en siglos no había sucedido y que, sin lugar a dudas, ha sido enriquecedora en grado sumo. (Como señala el autor, este programa no llegó a cumplirse, lamentablemente. Aunque quedan trazos por doquier de la preocupación en esta dirección.)  


Imagen: "Yo, el prójimo", Eduardo Kingman

   

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