Siguiendo las mejores orientaciones, a Platón conviene leerlo según géneros literarios y reírse de vez en cuando. En su famosa "ironía" no hay desprecio, sino liviandad y ligereza, frente a la seriedad excesiva y la pesadez contumaz. Resulta esencial. Porque si no, es cierto que se vuelve un autor tan cerrado como indolente. Pero aceptada esta lectura, según momentos y no indicada en el texto, los diálogos, como en la vida real, cobran un tono bien distinto.
Sócrates responde a la indicación de Fedro, por la que está encantado con el discurso que ha preparado Lisias, con entera distancia. Sin haberlo escuchado siquiera ya se toma la molesta de no ser incomodado por él. Es más, incomoda, como si la reducción y selección usada fuera del todo arbitraria. ¿Por qué quedarse con los que no nos corresponden, y no hacerlo con otras parejas, como pobres o jóvenes? Y se pone él entre los no elegidos habitualmente, del lado de los que carecen.
Añade, para valorar un discurso, que puede ser divertido y también puede ser provechoso. Y que por tanto hay dos tipos de discursos. Los que se destinan al mero placer y los que son útiles realmente. ¡Zasca! De este modo queda Lisias del lado del mero entretenimiento, pero no del provecho. Si tuviera que ver, por lo que se ve, con la riqueza y la juventud, entonces sí que valdrían realmente. Lo cual es, a todas luces, una crítica más a la sofística, pues esos eran en verdad sus objetivos primordiales. La democracia funciona así, dando prioridad a quien tiene más capacidad de control sobre otros. Los discursos son, en esto, una poderosa herramienta ya descubierta en la antigüedad. Nunca habremos reflexionado suficiente sobre esto.
Con todo, Sócrates se alía con Fedro y le insiste, por si se ha despistado y está inquieto por estas primeras palabras de desprecio, que está encantado con escucharlo. Lo cual es, por lo mismo que antes, una contradicción formal dentro de sus mismas expresiones. Si el discurso no vale nada, no serán las palabras de Fedro las valiosas, aunque al principio parece que ni siquiera serán sus palabras, las que interesen. Quizá, apunto yo, es Fedro, la persona de Fedro lo que tiene valor para Sócrates y el discurso y el diálogo es mera excusa para mostrar semejante aprecio o amor.
Σωκράτης
ὢ γενναῖος. εἴθε γράψειεν ὡς χρὴ πένητι μᾶλλον ἢ πλουσίῳ, καὶ πρεσβυτέρῳ ἢ νεωτέρῳ, καὶ ὅσα ἄλλα ἐμοί τε πρόσεστι καὶ τοῖς πολλοῖς ἡμῶν: ἦ γὰρ ἂν ἀστεῖοι καὶ δημωφελεῖς εἶεν οἱ λόγοι. ἔγωγ᾽ οὖν οὕτως ἐπιτεθύμηκα ἀκοῦσαι, ὥστ᾽ ἐὰν βαδίζων ποιῇ τὸν περίπατον Μέγαράδε καὶ κατὰ Ἡρόδικον προσβὰς τῷ τείχει πάλιν ἀπίῃς, οὐ μή σου ἀπολειφθῶ.
Fedro responde hipócritamente, y se nota en la misma composición del texto, que él es poco en comparación con lo mucho que merece la pena el trabajo de Lisias, con su dedicación y tiempo. Por lo ampuloso y recargado se nota que está impostando una respuesta que lo rebaja, para luego demostrar lo mucho que vale. Es una técnica de las muchas que se enseñaban. Se espera poco y así, menospreciándose al inicio, la sorpresa puede ser mayor.
En concreto, lo que destaca de sí Fedro es que tiene poca memoria. Habría una memoria digna y elevada, capaz de recuperar palabras y algo más que palabras. Entonces, sacamos como conclusión que hay dos fuerzas que operan hasta el momento: el origen y la fuente, que sería el artista original, y el discípulo o repetidor, que no tiene la misma relación con las palabras que el primero. ¡Esto es importante! Aquí, el maestro sofista no desvela la fuente para que otros beban también en ellas, la fuente de las palabras, sino que se dedica a encontrar jóvenes cuyas ansias les lleven, sin reflexión alguna, a querer se como otros antes que sí mismos. Por lo que el joven, en lugar de beber de la fuente, compra productos ya hechos por otros y, simplemente, los aprende.
La memoria en la antigüedad no tenía el mismo espacio antropológico que en la actualidad. Es cierto que en esto ha variado mucho la situación hasta el punto de sorprendernos semejante cambio.
Para terminar, igual que Sócrates ha inaugurado la comparación entre el discurso y la riqueza, también Fedro recoge el guante y dice preferir alcanzar esta técnica del sofista, aunque sea copiándola y en él no actúe originalmente, que ser rico. De hecho, los ricos pagaban sumas importantes por tal conocimiento, como si fuera en verdad más una inversión que un gasto general.
Quienes hay criticado tanto la separación entre el idealismo y el materialismo tienen aquí, en el inicio mismo de la filosofía, algún que otro motivo para la reflexión sobre su conexión.
Φαῖδρος
πῶς λέγεις, ὦ βέλτιστε Σώκρατες; οἴει με, ἃ Λυσίας ἐν πολλῷ χρόνῳ κατὰ σχολὴν συνέθηκε, δεινότατος ὢν τῶν νῦν γράφειν, ταῦτα ἰδιώτην ὄντα ἀπομνημονεύσειν ἀξίως ἐκείνου; πολλοῦ γε δέω: καίτοι ἐβουλόμην γ᾽ ἂν μᾶλλον ἤ μοι πολὺ χρυσίον γενέσθαι.

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