miércoles, 3 de septiembre de 2025

FEDRO. Día 2. Platón 227b

Pensaba hoy, recordando el inicio de ayer, que Fedro parece alguien dócil. Algo que, de primeras, me recuerda a otro diálogo de Platón al que tengo mucho cariño: Protágoras. A diferencia de lo que ocurre aquí, en aquel Sócrates llega a tiempo y puede preparar a su joven amigo antes de ir al sofista. Aquí ya no hay esa oportunidad. Ha desaparecido. Fedro es alguien que está acostumbrado a tratar con ellos, que ama sus palabras y discursos, sus intervenciones y enseñanzas. Las lleva ya dentro, como se verá en breve. Eso hace que Fedro sea, como digo, alguien dócil, que responde a las palabras de unos y otros. Primero ha estado parte del día en la ciudad y ahora, por consejo de otro, se va de ella para evadirse. Y, aunque Sócrates le va a interrumpir, también le hace caso. 

Lo primero que hace Sócrates es responder a las palabras de Acúmeno sobre la dificultad de andar por la ciudad. No es la ciudad, en verdad, sino la presencia de los demás, la presencia de otros seres humanos, la presencia del otro. Sin más. Eso es lo que hace que la ciudad se convierta en lugar peligroso, difícil, e hiriente en ocasiones. Es un sitio donde lo inesperado ocurre tanto o más que fuera de los muros de la ciudad. Probablemente, la vida en el campo sea más apacible, tranquila y agradable en muchos asuntos. Y esto lo dice de las ciudades de entonces, desconociendo el ruido, el anonimato y los riesgos que inundan las actuales. 

El caso es que Sócrates suscribe la bondad de irse. Y cita además a Lisias, como dándose por enterado en el momento de su estancia en Atenas. El sofista, si se puede entender y presentar así, es otro motivo más, leyendo entre líneas, para irse de la ciudad hacia lo natural y el campo. O, mejor dicho, hacia lo privado. O, como dice el texto, "los caminos". El hecho de caminar será bien importante en toda la filosofía. No menos que estar parado, contemplando y escudriñando misterios. Caminar es, en sentido estricto, "hacer método". Incluso "peregrinar". 

No estaba solo, sino que Lisias estaba, como apunta Fedro, en compañía de Epícrates. Según parece, un orador ateniense. Y vive, como buen sofista, rodeado de la élite de la ciudad y en compañía de los mejores. Que su presencia se diga que es próxima al templo de Zeus puede ser indicativo de su grandeza.

Al respecto, y como es común, Sócrates suele preguntar sobre qué se ha tratado, queriendo saber el tema, "la diatriba". Esto ocurre en otros diálogos. Sócrates se interesa por diálogos ajenos, por lo ya vivido. Engancha con ellos para seguir adelante y hacer más, duplicando la reflexión. Se ha pensado algo, pero se puede volver a pensar. Y esto es de por sí interesante porque es un modo de mostrar que no hay tema propiamente cerrado. Todo queda abierto para quien no ha participado en la conversación. 

Y comienza la ironía. De Lisias dice Sócrates que es quien "se regala con su palabra". 

Σωκράτης

τίς οὖν δὴ ἦν ἡ διατριβή; ἢ δῆλον ὅτι τῶν λόγων ὑμᾶς Λυσίας εἱστία;

Φαῖδρος

πεύσῃ, εἴ σοι σχολὴ προϊόντι ἀκούειν.

Me llama la atención que, en la respuesta rápida y concisa de Fedro se quiera convertir a Sócrates en el que escucha, el que atiende. Fedro le responde claramente que se vaya con él y lo sabrá, con la condición de que tenga tiempo libre, de que disponga de ese momento, de que haga "escuela" (scholé). Y escuche. Lo último es la escucha. El verbo principal que da sentido a todo lo demás. 

Tener tiempo es importante para todo esto y para la filosofía. Tener tiempo significa que hay libertad, que hay ocasión de volverse racional, que hay oportunidad para cultivar aquello que, de otro modo, no se atendería. Hace falta tiempo, disponer de tiempo. Un profesor de mis inicios universitarios insistía en que todo el mundo tiene el mismo tiempo. Usaba la expresión "todo el tiempo el mundo" que, años después, reflexioné descubriendo que el tiempo es, en realidad, algo muy mundano hasta que se humaniza poniéndolo a disposición de algo mayor y no estando pendiente de él. Como el dinero, como el poder y tantas otras realidades que damos por supuesto demasiado rápido que forman parte de nuestra esfera. Y no es del todo cierto. Hace falta este tiempo "de escuela" para aprender a disponer de él. 

Seguiré con esta reflexión, a propósito también de la docilidad de Fedro, que todavía no dispone de su propio tiempo y es asaltado continuamente por palabras ajenas. 

Por otro lado, Sócrates no se va a dejar dominar. Todos lo sabemos. No va a quedarse como oyente en prácticas de un Fedro que quiere llegar demasiado rápido a sofista y que cree que tiene la ocasión de ensayar con Sócrates. Aquí el protagonista va a quedar asombrado y sobrepasado al darse cuenta y considerar que aquello que ha aprendido realmente no lo ha pensado suficientemente bien. Hay un "logos" recibido que, al no ser pensado, domina interiormente a las personas y las esclaviza. No tiene tiempo propio, no tiene logos propio. Fedro está en apuros. 



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