domingo, 3 de julio de 2022

LISIS. Día 68 (Platón, 220b - 220e)

Está dicho en la presentación que normalmente se hace de Platón (Sócrates) en los manuales. Pero lo traigo a colación ahora porque resulta transparente. Si la filosofía comienza en Atenas de mano de este hombre pegajoso es porque no se interesó tanto por la naturaleza como por lo humano en relación. Es decir, singularmente se puso a buscar la particular excelencia de lo humano, bien distinto de todo lo demás del mundo, en las relaciones que hoy decimos sociales y que entonces se gestaban en lo público, que no es exactamente lo mismo. Lo repito: un orden de realidad distinto de lo natural, que se explica por causas y mantiene una rígida necesidad de origen indeterminado, y que en lo humano no puede verse sin atender a lo que no se puede contener, es decir, lo indefinido de la libertad, lo innecesario de la libertad, la imprevisión del fin, de la finalidad de la acción. Espero haber aclarado algo el asunto. 

La amistad, en tanto que humana, no se explica por origen, sino por lo que revela de la finalidad de la humanidad que somos en la singularidad, tan solitaria y tan acompañada. Eso es, en esta vuelta y ya después de muchos mareos, lo que se atisba. Que con otro nombre se puede decir gratuidad, comunidad, co-unidad, co-pertenencia, co-responsabilidad. Lo humano de la amistad no se da en la memoria de la historia, sino en la memoria de lo últimamente fundando en el ser que se es en la acción compartida. No es amistad de causas, sino de metas, de destino abrazado en esta coexistencia que somos. 

Lo repito con sus palabras: en la amistad confluyen y se dan los fines. Y es un fin último que el aglutina todos los demás diferenciándose a su vez de todos ellos. ¿No es esto lo mismo que decir que nos separamos en la amistad de todo el mundo, de todo lo mundano, concentrándonos exclusivamente en lo humano del otro ser humano, que revela a su vez nuestra propia humanidad en su altura singular, quizá incluso o especialmente en la debilidad en la que vemos a quien amamos como otro distinto de mí y a la vez a quien nos vemos indefinidamente unidos? ¿No se trata de un posible imposible, de una locura que hoy, en este siglo tecnológico y mundanizado, se ha oscurecido por la ruptura de vínculos y un terrible y desolador empuje de individualidad carente de todo sentido, altura y profundidad?

Y esto, dándole mayor hondura, no porque se quiera el bien por el mal, sino que se quiere el bien por el bien, aunque en presencia del mal nos sea particularmente evidente el reclamo. No se va en busca del bien huyendo del mal, rehuyéndolo de algún modo, sino que se desea ignorando qué sea hasta que hay un rostro que no revela, que lo da a conocer, que lo contiene como misterio, que se hace portador. No para que seamos "el bien" sino para que en la proximidad nos contagiemos de su presencia. El amor permanece, se dice en otro lugar. Permanece eternamente. Siempre da una oportunidad. Siempre hay ocasión para él. 

Qué mal se puede estar viviendo pese a desear todo bien, a la luz de la amistad. No puede ser otro que el de la separación, que el de la distancia, que el de la deriva del egoísmo que se escoge primero antes que nada y nadie queriéndose así salvar mermando a la vez el sentido e hiriendo su propia humanidad. Qué mal es ese que nos sitúa tan lejos y separados, sin jamás llegar a ser el bien mismo y siempre buscando su protección, aunque se sufra. Qué mal es ese. Y yo diría, pensando en la amistad, que es la separación, la indiferencia del otro. Y no creo que se pueda buscar el bien por vía del mal. Esto es tontería. 

Decir que el bien no tiene utilidad alguna es decir de un modo oscuro que el bien no se quiere nada más que por sí mismo. Quizá incluso que no se pueda dar una explicación más allá de esta, de la simple y sencilla voluntad que está conectada con él en el corazón, en lo profundo de toda persona, en su alma. Como si el alma mostrara en la amistad que igualmente pertenece al bien, como desearía pertenecer y ser para el amigo. Algo así. Pero no porque no "valga", porque no sea "eficaz" la presencia del bien. Aquí decir que no es útil es decir lo mismo que es querida por sí, sin más finalidad que ella misma. El amor se busca, como el bien, por sí mismos. Porque son lo mismo. 

Amado y bueno son idénticos. Míralo así, a ver si a ti también te salen las cuentas y todo cobra mayor sentido y fuerza, vitalidad y entereza. No es coherencia, es unidad, comunión, pertenencia. O algo así. Esto es metafísica, si quiere decir así, con palabras más nuevas de las que Sócrates empleaba. Pero es su búsqueda. Descubrió en la persona algo que la separaba, no solo de la naturaleza común, sino de los demás, pero que al mismo tiempo a la luz de la razón y el amor la vinculaba con el mismo destino de la humanidad entera. Es definitivo. Es la acción. Es la palabra. 




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