lunes, 9 de mayo de 2022

LISIS. Día 61. (Platón, 218a - 218b)

Un poco más. La reducción de todo a lo bueno y lo malo se opone a algo irreductible a lo bueno y lo malo, es decir, a lo que no es ni bueno, ni malo. Es una doble negación que lo deja prácticamente en la nada. Aunque no es neutro en el diálogo, porque se orienta al bien, quisiera resistir al mal que sobreviene, aunque no está en su mano, y puede pegarse, aparentar tanto uno como otro. De modo que quizá sea, en el juego del mundo, una simple oleada de apariencias las que salen de ello, que no es ni bueno, ni malo, pero parece que puede dispensar bienes y males para otros. 

De lo que no cabe dudar es de la injusticia del mundo. Es decir, que ni siquiera se ajusta a la ley. Y que la justicia tiene mucho trabajo por delante. No es exactamente legalidad, sino directamente bondad o maldad. Es tristísimo, penoso y desalentador. La maldad es maldad. Se ve no solo en uno mismo. También en el sufrimiento del otro, inocente o culpable. El culpable también sufre, no solo inocente. El sufrimiento del inocente es puro escándalo. No me extraña que alguien que se haya dado cuenta de él de verdad pueda incluso luchar contra Dios o negar nada absoluto. Aunque, por otro lado, solo la compasión puede hablar de Dios en serio. Al menos del Dios cristiano, el Padre. En parte, solo en parte, es este el motivo de la fe que tengo. El cristianismo resistirá como tal, sin ser un cristianismo poscristiano, no por las formas, sino a través del perdón; no subiendo el escalón nuevo que está intentando ascender nuestro tiempo, sino por el descenso el Dios que se da en la misericordia, en el mucho amor de quien sabe en sí mismo lo que significa arrepentirse y ser perdonado. 

Sigo. 

La ruta que ha llevado el diálogo hasta aquí es de lo más anárquico y paradójico, de un sitio a otro, dando vueltas sobre lo mismo, acompañándolo por retos distintos que tensan y tensan hasta probar si sí o si no, si dice algo o si calla. El problema es que siempre habla porque parece un pozo sin fondo que se traga todo lo que se va diciendo de él. En algo tan sencillo como la amistad nos jugamos la vida, en algo tan sencillo como la "filia", por la que pertenecemos a otro. Es como la pregunta, dicho de algún modo, por el origen mismo de nosotros mismos, por nuestra pertenencia. O a la vida, o al mundo. O hay algo superior a la naturaleza que decimos mundo, o somos nada más que una parte en un todo luchando por no ser lo que es, sin mayor motivo. Si hay motivo, debe estar escrito en algún sitio y debe darse a conocer, ser recibido a su altura. Rebajarse no hará sino complicar las cosas. Pero resistir la dolorosa salida, si es que se puede salir por alguna oquedad, no traerá, como dicen, nada inmediatamente bueno. Se trata, en cierto modo, de dejar la inmediatez. Duele. 

¿Se puede vivir sin desear la amistad del bien? ¿Qué puede ser eso? ¿Es, sin más, el mal por el mal, la presencia misma del mal, el odio y la guerra? ¿Se puede, en serio, vivir sin desear el bien? Estoy consternado. Aunque algunos lo nieguen en debates de salón y en compañía de la diversión, ¿no tener, ni querer, nada con el bien? ¿Con qué motivo? ¿Nada bueno? Una cosa es negar que algo sea, contra la consideración general, bueno; otra sería negar el bien mismo. Porque desaparecería igualmente, como sabe alguno, que a menudo desfiladero ha empujado a la humanidad más infantil y juguetona, el mal mismo. Uno puede negar en su buena vida corriente que no exista el bien, ni el deseo de bien. Pero solo ahí, cuando le va bien. En caso de que vaya mal, está claro que se enterará de lo que vale un peine. Si le sobreviene, casi mejor. Porque si es su culpa, quizá ni se entere de lo que dice o hace. 

Sigo. 

Cambiando de "metodología", Sócrates no toma ahora el rumbo habitual de los ejemplos de zapateros o domadores de caballos, sino que hace un paralelo entre el amor y la sabiduría. En principio, en ambas se busca algo. En una el amor, o más amor. El otra el saber, o más saber. El problema, que identifica muy bien, es que nadie puede buscar, como tender, hacia aquello que de algún modo no posee si no tiene un órgano específico para ello que note la carencia, la oquedad, el vacío. Por un lado, de la ignorancia se espera poco ansia por saber, del otro del odio no cabe aguardar que se encamine al amor. ¿No es una locura? Pero el ejemplo que toma es el inverso, para empezar. El que sabe, no busca saber. El que ama ya no busca el amor. ¿Esto es así?

Según esto, podemos, en consecuencia, decir que los que ya saben no quieren saber, bien sean dioses, bien sean hombres; y que tampoco lo quieren los que están tan llenos de ignorancia que son malos, porque ningún malo o necio busca el saber. Quedan, pues, aquellos que tienen este mal, la ignorancia; pero, no por ello, son insensatos ni necios, sino que se dan cuenta de que no saben lo que no saben. Por consiguiente, sólo buscan el saber los que no son ni buenos ni malos; pues todos los que son malos no buscan el saber, ni tampoco los buenos. Porque, como hemos comentado en lo que antecede, ni lo opuesto es amigo de lo opuesto, ni lo semejante de lo semejante. ¿O no os acordáis?

Claro que sí, dijeron. 

διὰ ταῦτα δὴ φαῖμεν ἂν καὶ τοὺς ἤδη σοφοὺς μηκέτι φιλοσοφεῖνεἴτε θεοὶ εἴτε ἄνθρωποί εἰσιν οὗτοιοὐδ᾽ αὖ ἐκείνους φιλοσοφεῖν τοὺς οὕτως ἄγνοιαν ἔχοντας ὥστε κακοὺς εἶναικακὸν γὰρ καὶ ἀμαθῆ οὐδένα φιλοσοφεῖνλείπονται δὴ οἱ ἔχοντες μὲν τὸ κακὸν τοῦτοτὴν ἄγνοιανμήπω δὲ ὑπ᾽ αὐτοῦ ὄντες ἀγνώμονες μηδὲ ἀμαθεῖςἀλλ᾽ ἔτι ἡγούμενοι μὴ εἰδέναι  μὴ ἴσασιν. διὸ δὴ καὶ φιλοσοφοῦσιν οἱ οὔτε ἀγαθοὶ οὔτε κακοί πω ὄντεςὅσοι δὲ κακοὶ οὐ φιλοσοφοῦσινοὐδὲ οἱ ἀγαθοίοὔτε γὰρ τὸ ἐναντίον τοῦ ἐναντίου οὔτε τὸ ὅμοιον τοῦ ὁμοίου φίλον ἡμῖν ἐφάνη ἐν τοῖς ἔμπροσθεν λόγοις οὐ μέμνησθε;

πάνυ γε, ἐφάτην.

Como de costumbre, en la exposición un tanto enrevesada -aunque no tanto cuando se escucha, es verdad- queda demostrado algo importante. En primer lugar, que el que ya lo tiene todo, de lo que sea, no necesita nada más. Aunque, paradójicamente, reproduce aquella plenitud de la que está colmado. Lo cual, dicho sea de paso, es importante para el desbordamiento del bien respecto de sí mismo y del mal, en cierta manera. Porque parece que lo perfecto se da, sin que haya más posibilidad que darse. Lo segundo, que al trazar el paralelo entre saber y amor descubrimos que, en la ignorancia, cabe un saber de la ignorancia de sí mismo, como cabe entonces en el mal el arrepentimiento, que es un bien y un ser conscientes. En tanto que posibilidad de ser consciente de sí mismo, hay una órgano capaz de "leer" y atisbar algo, que sería como una especie de juicio sobre sí. Este hacerse cargo uno de sí mismo es no solo juicio, sino búsqueda. Se dice tomar conciencia como búsqueda de algo que parece que intuitivamente debería haber y hay o no. Solo así un saber puede reconocer una ignorancia y un bien puede reconocer un mal. No tanto por lo que hay como por el hueco que queda. 



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