lunes, 18 de abril de 2022

LISIS. Día 56. (Platón, 216d - 216e)

Siempre queda un paso por dar en estos temas y deberíamos preguntarnos por qué. Se me ocurren dos soluciones. La primera, que nuestra aproximación sea tan fragmentaria que fragmente el resto que queda para la total proximidad y posesión, en caso de que se pudiera poseer, que lo dudo mucho. La cosa en sí ("cosa" es un lenguaje muy seco para ciertas realidades, pero quizá sea lo mejor) siempre queda ahí, no siempre se da desgaste en ella. La segunda, que los pasos dados modifiquen la situación, no sea una escala lineal de posesión, sino como un momento en circular, en el que se va rotando y se pierde, por lo tanto, algo de lo que se tenía por seguro y firme. De modo que, al avanzar, se aleje lo que estaba dado y no se pueda hacer igualmente presente. 

El momento de la conversación es diferente. Como la situación se ha vuelto, por sí misma, compleja, aparece en el diálogo, y para sorpresa de Sócrates, una diferenciación interesantísima en planos de realidad, en dimensiones distintas, en regiones. No son equiparables, no se puede tratar todo por igual. El diálogo resuelve, entre comillas, de este modo la diferencia y la unidad. No como síntesis de contrarios, sino respetando para cada uno su realidad. No se niegan partes, sino que se mantiene el misterio del bien del lado de una "totalidad" difícilmente puesta como término de comparación en el mismo plano de todo lo demás. No son partes de un todo, como quien describe una baldosa de un suelo, sino regiones particularmente distintas. 

El caso Sócrates, como inicio de la filosofía, no se asienta tanto en la diferencia entre lo aparente y lo real, como se suele explicar en clase. Más bien está del lado de estas regiones conocidas. A la preocupación por la excelencia del anciano, en la ingente tarea que le ocupó toda la vida, hasta el extremo, se van descubriendo otras perfecciones en regiones diferentes que no pueden ser tratadas de la misma manera. Mejor dicho, en el mismo plano. Según se va buscando la perfección del bien, es decir, el bien en su perfección, el bien supremo, aparecen igualmente distintas realizaciones y órdenes, de modo que no se pueden equiparar e igualar o asemejar, sino que se ven participando unas en otras, en realizaciones diferentes, en conexiones y relación, pero variable. No son conjuntos de partes en todos, sino órdenes distintos cuyos análisis no dan piezas de un todo, sino relaciones de pertenencia o relación desigual, que comprenden unas a otras, que profundizan unas en otras. No se ve en la parte el todo, sino que en la parte se vislumbra algo más requerido, por donde suele comenzar la conversación. Y el análisis no da a conocer ese todo, que ha quedado perdido de vista, sino solo su requerimiento. 

Frente a, ahora sí "frente a", la consideración general de la reducción de todo a uno a las bravas, siendo este uno no algo superior sino una parte, que deriva en totalitarismo por tanto, se hace notar que todo esto que nos encontramos está en relación con algo superior y que no nos las vemos normalmente sino con fragmentos, o algo así como fragmentos. Mejor dicho, con señales, símbolos, signos -no discutiré aquí qué palabra es mejor- que van en algún sentido, que están puestas ahí por algo diferente de sí mismas. No es contingencia, sin más. También hay una nota de finalidad importante, que es por donde suele empezar la reflexión. Ni siquiera una causa, sino más bien una finalidad, una orientación, un horizonte que descubre e interroga. 

Seguimos. 

Estaban ya en conexión la amistad con lo bueno, que en algún momento de la conversación se han ligado, y ahora con lo bello, que también apareció antes, pero de otro modo. La primera conexión parece tan fuerte que tiende a tomarse casi como lo mismo, como semejante. Está ahí indicada, en esa relación fuerte, como para indicar que una pertenece a la otra. Aunque, dada la consideración de su diferencia, tienden a tomarse en el mismo plano como enemigos. Es más, es casi considerarse algunas veces como enemigo del amigo para poder hacerle bien, realmente bien. No sé si me explico. No darse por complacido y sumido de tal manera dentro uno de otro que se equipare y, llegando a la amistad, alguien piense que ha llegado al bien. Por eso la confusión, la terrible confusión. Y no es eso. El amigo es una indicación para el bien, una exigencia para el bien. No al revés. ¡Qué dolor escribir estas cosas!

Del otro lado, ahora aparece con fuerza el bien, como intuición, como un no saber, como un "ni yo me lo explico". Y se dice, como viajando muy rápido a la raíz el asunto, que en una conversación daría para mucho más que aquí, tomado como algo escrito y para la reflexión y meditación, que lo bello es lo amado. Y después se insiste en un giro de identificación, es decir, que lo bueno es lo bello. De modo que se ha problematizado la relación. Es como sacar una nueva palabra para la definición y conexión, que hace que se obliguen a replantear los temas dichos. 

La belleza es, como se sabe, no algo meramente estético y bonito. Sino la fuerza del aparecer de una realidad en sí misma. Una fuerza que, como bien sabemos, no siempre tiene la realidad mentada. Sin embargo, aparece. Porque se habla de ella, se puede ver su aparecer. Difícil tarea, porque se escabulle, no permanece como otras cosas permanecen y se dejan ver. En la belleza, lo cambiante. No lo fijo, sino lo cambiante. Y el requerimiento para su percepción, su captación, su recepción, su acogida. No siempre atentos a lo esencial, sino a partes insignificantes o no relevantes para la realidad. Siempre pongo el mismo ejemplo en clase, pero tomar la persona por el color de la piel, y tomando eso como algo esencial, siendo del todo inesencial, deriva en la barbarie misma. Y alguno dirá que lo que está haciendo es del todo sensato, real e incuestionable. ¡Es un hecho!, gritará. 

Creo que Menéxeno está como muchos de los que leen, sin saber, pero con ganas de que siga adelante Sócrates. Así que decimos "sí lo creo", "sí lo opino", "sí me parece", aunque no entendamos del todo, o casi nada. O nos parezca incluso ridículo y contrario a la sensibilidad y la razón. Mejor dicho, quedándonos en la sensibilidad, sin que comprendamos bien cómo ésta funciona y se hace presente captando algo de lo mucho que hay, solo en parte. Y que dicha sensibilidad esté presente y capte algo, en gran medida significa que hay algo que se está realizando y por tanto algo que, en su momento, nos dice algo de algún bien. Por eso lo bello, digo yo, estará en conexión con lo bueno. A Menéxeno se le aparece más de lo que a mí se me aparece, todo sea dicho. Lo que aparece y el aparecer no son lo mismo. 

Decía Sócrates que "lo amigo de lo bello y lo bueno" no es "bueno", no es "malo". Y acto seguido indica que hay tres "géneros" (familias, campos, espacios, relaciones, grupos...). Que serían los tres que he entrecomillado arriba. Poniendo lo bueno lo primero es evidente para cualquier persona que no todo lo que hay es bueno. Por tanto, la diferencia entre "lo bueno" y "lo malo" es tan evidente que no necesitamos explicarla en absoluto. Si acaso, el intento de que uno y otro estén en relación y cómo, y, en su caso, que algo recibido como "malo" pueda ser "bueno" y a la inversa, es decir, el problema de la recepción de uno y otro, de su acogida. Otro tema, pero es el que está relacionado directamente con "lo bello". Lo que no está tan claro, ni mucho menos, es que todo lo que hay no se pueda diferenciar solo entre "lo bueno" y "lo malo", sino "entre", considerado como algo que no es ni lo primero, ni lo segundo. 

λέγω τοίνυν ἀπομαντευόμενοςτοῦ καλοῦ τε καὶ ἀγαθοῦ φίλον εἶναι τὸ μήτε ἀγαθὸν μήτε κακόν: πρὸς  δὲ λέγων μαντεύομαιἄκουσονδοκεῖ μοι ὡσπερεὶ τρία ἄττα εἶναι γένητὸ μὲν ἀγαθόντὸ δὲ κακόντὸ δ᾽ οὔτ᾽ ἀγαθὸν οὔτε κακόντί δὲ σοί;

Menéxeno está de acuerdo. ¡Cómo no!

Esta distinción, lejos de oscurecer el tema, lo vuelve mucho más claro. Pero parece que vamos definiendo en negativo y por contraste. De tal modo que: 

1. "Lo bueno" no es "lo amigo de lo bueno". 

2. "Lo malo" no es "lo amigo de lo malo". 

3. "Lo bueno" no es "lo malo". 

4. Nos falta, "si algo es amigo de algo" (afirmación que se pone en duda en este momento): "lo que no es ni bueno, ni malo" sea "amigo" de "lo bueno". 

5. Lo que no puede ser: "lo que no es ni bueno, ni malo" sea "amigo" de "lo malo". 

Espero que punto a punto haya quedado más claro. Es decir, que el "entre" es lo que es amigo de lo bueno, pero no puede serlo de lo malo. La amistad, si es algo, tiende a lo bueno, nunca a lo malo. No tendría sentido. La posición "entre" nos conduce hacia "lo bueno". ¿Por qué? No puede ser porque miremos a "lo malo" y queramos huir de ello, sino porque hayamos descubierto algo que es "lo bueno" que nos atraiga. Incluso sin ver "lo malo", lo cual es imposible, "lo entre" iría hacia "lo bueno". ¿Por qué? ¿No parece más bien lo contrario, que en la duda y el "entre" se inclinan más las personas hacia "lo malo"?

Queda por hablar con más profundidad de eso que se llama aquí "lo bueno", que aparece en "lo bello", aunque no se vea con los ojos estéticamente, sino en el diálogo que pone en marcha la razón, es decir, la vida. Y sobre "lo malo" también deberíamos hablar. Basta con meditar, por ahora, en que "son". Y nadie cuestionará, en su propia vida claro, porque en la de otros ya sabemos qué pasa, que existan. La amistad quizá sea la profunda consideración de que existe precisamente "lo bueno" como algo que no es "de mí", sino "en sí". 








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