sábado, 8 de enero de 2022

LISIS. Día 8. (Platón, 205b - 205d)

Si entra o no en la palestra, ya veremos. Pero el diálogo ha comenzado. Incluso cuando Hipotales y Ctesipo no se den cuenta o no lo consideren así, el examen ha empezado. Esta pedagogía socrática que comienza con la pregunta, esta sabiduría en cuyo primer encuentro se ven los interrogantes es del todo arcaica. Tan antigua como nueva. Sin apreciarlo como conviene caeremos en la construcción que haga nuestra subjetividad y en la consideración de un lenguaje vago que solo creásemos nosotros. Nada de eso. O hay una vuelta a los principios, más allá de las locuras de la modernidad, o no veremos bien lo que se está diciendo. Porque de lo que trata, y no trata de otra cosa, es algo que va mucho más allá de las palabras y en el análisis mismo de las palabras no conseguirá encontrar ruta alguna hacia esa realidad. Entiendo que es una perspectiva adoptada y extendida por la modernidad, llevada a término, que lo que hace es enredar y oscurecer, más que clarificar y avanzar por el camino trazado. Esto lo digo desde mi ignorancia. Y de mi ignorancia pocos me harán dudar. Creer que todo son avances en la historia es no haber aprendido nada del siglo XX. Y por mucho que algunos digan que después de lo ocurrido han continuado los progresos y los avances, lo que ignoran y ocultan es lo que pudo ser en otra dirección más humana, menos diabólica. Y que los avances sean siempre en el ámbito del mundo y no de lo humano implica una consideración del progreso excesivamente extrínseca y en absoluto humanizante. Pero esto son temas para otros tiempos. 

Volviendo a Lisis. Está Sócrates a las puertas de la palestra en diálogo ya con Hipotales, que ha encontrado su vergüenza, y Ctesipo, que no sale de su asombro al escuchar lo que el maestro está diciendo. Por su parte, el tábano de Atenas dice que es experto en amor erótico. No lo duda. Es más, se lo atribuye a los dioses. Algo más que sensibilidad. Entiende lo que ocurre en quien ama y en quien es amado. Insisto, no por experiencia, que no lo dice, sino por revelación de un don divino. Quizá todo sea ironía y los jóvenes queden deslumbrados, y Sócrates solo pretenda que sigan hablando, sin más y con confianza, como hacen los buenos sofistas liberadores de esperanzas y miedos ajenos. Repito, Sócrates no ha entrado en ningún sitio, ni siquiera donde se supone que hay diálogo para pasar el tiempo entre jóvenes. No ha entrado en ningún diálogo, pero el diálogo ya aparece envolviendo todo, desde el primer minuto. Y con una velocidad hacia el tema concreto que asusta la caída. Del desconocimiento de quién y para qué al desvelamiento del amor entre amantes. 

Hipotales reclama como testigo a Ctesipo. Le ha escuchado tanto que no necesita oír más. No como Sócrates, que entiende sin escuchar. Ctesipo sabe porque ha escuchado tanto que está harto ya de tanta comunicación en la misma dirección. Saturado de amor, se podría decir. Saturado del amor de Hipotales por Lisis. 

Dice Hipotales: 

Éste es el que te lo va a contar, me dijo; porque se lo sabe, y lo recuerda muy bien si, como dice, le tengo aturdido de tanto oírlo. 

ὅδε δήπου σοιἔφηἐρεῖἀκριβῶς γὰρ ἐπίσταται καὶ μέμνηταιεἴπερὡς λέγειὑπ᾽ ἐμοῦ ἀεὶ ἀκούων διατεθρύληται.

¿Hipotales se desentiende de lo suyo y cree que otro puede hablar por él igual que él por sí mismo del amor? Algo me he perdido. Pero es lo que hace. Reclama que Ctesipo hable por él. Algo impropio a todas luces. Será que la vergüenza solo le deja escuchar o algo así. Por otro lado, de tanto oír, Ctesipo parece que está en condiciones de hablar mejor. ¿Se puede vivir sin oír? ¿Se puede oír sin vivir? Al menos de un tema así. Aunque en realidad de cualquier tema. Solo con oír, ¿es suficiente? ¿Oír del amor es comprender el amor? O solo se podrá referir a otro continuamente. Quizá el amor tenga algo de esto, de continua referencia a otro. Este párrafo ha quedado oscuro. 

Ctesipo no duda. ¡Claro que sé! Y ya tenemos el problema montado. Vamos a verlo. 

Por los dioses, Ctesipo, claro que lo sé. Es bastante ridículo, oh Sócrates. Porque, ¿cómo no habría de serlo el enamorado que, a diferencia de otros, tiene su pensamiento puesto en quien ama, y que nada tiene que decir de particular que no se le ocurra a un niño. Todo cuanto la ciudad en pleno celebra, acerca de Demócrates y Lisis, el abuelo del muchacho, y de todos sus progenitores, a saber: la riqueza, la cría de caballos, las victorias de sus cuadrigas y caballos de carreras en los juegos píticos, ístmicos y nemeos, todo, es materia para sus poemas y discursos, y cosas más vetustas aún que éstas. Hace poco nos contaba en un poema el hospedaje de Heracles y cómo, por parentesco con él, le había dado aposento su progenitor, quien, por cierto, fue engrendrado por Zeus y por la hija del fundador del Demo; es decir, Sócrates, todo eso que cantan las viejas y otras muchas cosas como éstas y que, al recitarlas y tañerlas, nos obliga a prestarles atención.

νὴ τοὺς θεούςἔφη  Κτήσιπποςπάνυ γεκαὶ γάρ ἐστι καταγέλαστα Σώκρατεςτὸ γὰρ ἐραστὴν ὄντα καὶ διαφερόντως τῶν ἄλλων τὸν νοῦν προσέχοντα τῷ παιδὶ ἴδιον μὲν μηδὲν ἔχειν λέγειν  οὐχὶ κἂν παῖς εἴποιπῶς οὐχὶ καταγέλαστον δὲ  πόλις ὅλη ᾁδει περὶ Δημοκράτους καὶ Λύσιδος τοῦ πάππου τοῦ παιδὸς καὶ πάντων πέρι τῶν προγόνωνπλούτους τε καὶ ἱπποτροφίας καὶ νίκας Πυθοῖ καὶ Ἰσθμοῖ καὶ Νεμέᾳ τεθρίπποις τε καὶ κέλησιταῦτα ποιεῖ τε καὶ λέγειπρὸς δὲ τούτοις ἔτι τούτων κρονικώτερατὸν γὰρ τοῦ Ἡρακλέους ξενισμὸν πρῴην ἡμῖν ἐν ποιήματί τινι διῄειὡς διὰ τὴν τοῦ Ἡρακλέους συγγένειαν  πρόγονος αὐτῶν ὑποδέξαιτο τὸν Ἡρακλέαγεγονὼς αὐτὸς ἐκ Διός τε καὶ τῆς τοῦ δήμου ἀρχηγέτου θυγατρόςἅπερ αἱ γραῖαι ᾁδουσικαὶ ἄλλα πολλὰ τοιαῦτα Σώκρατεςταῦτ᾽ ἐστὶν  οὗτος λέγων τε καὶ ᾁδων ἀναγκάζει καὶ ἡμᾶς ἀκροᾶσθαι.

Larga intervención de Ctesipo, con varios temas unidos. Frena el ritmo que hasta ahora había tenido todo. Hace de muro de contención. Enumero, sin más, en su intervención algunas cosas. Que espero que sigan después. 

Primero, su sabiduría. En realidad, no dice propiamente que sabe. Sino que Hipotales está en lo cierto con lo que ha dicho antes. Es decir, el saber es atribución de otro más que de él a sí mismo, aunque asiente en ello. Lo que hace Ctesipo es un "claro que sí", afirmación rotunda. 

Segundo, que es despreciable lo que hace Hipotales, que es "ridículo". Palabra que habría que estudiar mejor. Pero la dejo aquí para no perderla de vista. Es un juicio. Tiene forma de conclusión. Anticipa la conclusión. Después extrae todo lo que significa esto que dice. Pero primero lo dice. 

Tercero, lo ridículo es el enamoramiento de Hipotales a diferencia de otro. Lo que le caracteriza en su amor son dos cosas: solo piensa en quien ama y solo dice lo que diría un niño. O sea, totalizante y totalizador, pero también infantil y, por ello mismo, despreciable. Así es como se presenta a Eros. 

Cuarto, le convierte en un poeta. Es una posesión, conectada con las Musas de la poesía, de la canción y del teatro. No lo nombra, claro. Salvo por el aspecto celebrativo en el que toma parte, en paralelo a la ciudad. 

Quinto, obliga a prestar atención. Lo que en griego se dice mucho más rápidamente. Pero tiene algo de obligación en su expresión. Esta escucha atenta, o esto escuchado que reclama, que gira la cabeza en esa dirección. O sea, que Hipotales hace que todos los suyos miren en esa dirección. Quieran o no. Algo que arrebata, que arroba, cuya etimología no puede ser más curiosa. 

Todo esto parece muy sencillo. Así se habla habitualmente del amor erótico, como si atrapase para otro. 


 





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