Continúo en libertad. En este diálogo iniciado entre Hipotales, Ctesipo y Sócrates. Una presentación contextual que ya es filosófica. No es un marco histórico de referencias urbanísticas y culturales, sino que estoy intentando entrar en él directamente con filosofía por delante, con esa separación que se produce, con el desarrollo de las palabras. Teniendo claro, por otro lado, que no se da simplemente en mi recepción del texto, sino en el texto mismo atendiendo bien a cómo se desarrolla en sí mismo, y a la intención propia del texto. En los diálogos platónicos hay una conexión directa con la vida y es en ella en la que aparece la filosofía, como saber de eso que se está viviendo. Para, sobre todo, hacer preguntas sobre la evidencia y problematizarlo. Al tiempo que se adelantan, al menos, posibles respuestas no definitivas. La prudencia socrática alcanza el inicio y el final y transita por todo él.
Sócrates, ante el extrañamiento de Ctesipo, se dirige a él directamente:
¿Es que vas a negar, dije yo, que amas a éste, al que él se refiere?
No, no -dijo-; pero no hago poemas ni escribo nada para él.
πότερον, ἦν δ᾽ ἐγώ, καὶ τὸ ἐρᾶν ἔξαρνος εἶ οὗ λέγει ὅδε;
οὐκ ἔγωγε, ἔφη, ἀλλὰ μὴ ποιεῖν εἰς τὰ παιδικὰ μηδὲ συγγράφειν.
Frente a una primera afirmación, contundente y llamativa, ahora estamos en la negación. Pero se pregunta por la negación como despreciándola. ¿No te irás a negar? ¿No negarás que...? Es decir, ¿lo sostendrás hasta el final? Porque, como ya sabemos, si hay negación entonces se da contradicción y, por lo mismo, una falsedad o una ignorancia. Porque, en la medida en que se dice una cosa y luego la contraria, lo que aparece es, efectivamente, que hay ignorancia sobre lo que se debe decir, sobre lo que hay que decir, sobre lo que toca. Es evidente. Se dice cualquier cosa. O se dice, también, porque hay una desconexión entre lo real y las palabras, y las palabras son presa del dominio de lo humano y de sus relaciones, en las que las personas no siempre actúan con valentía, con libertad. Tampoco con prudencia, porque dicen lo que no saben en muchos casos, porque dicen lo que no conocen, porque dicen aquello que no poseen del todo. El eros, en esto, es un artista ambivalente, no pocas veces engañador. Pero esto, para otro momento. Parece que muestra una verdad innegable y de suyo dada en evidencia, cuando no es así. Tal es el mundo de los afectos, que no es habitualmente recibido del todo en su traducción, en su trámite hacia el "logos".
Ctesipo toma la palabra. Y, curiosamente, en lo que él considera que hay una negación hay un refuerzo de lo que quiere negar. Esto se da en innumerables ocasiones. No es que su palabra quede sin crédito, sino que está vacía de contenido tal y como quien la pronuncia piensa que está ejerciendo el lenguaje. Contraía más a quien habla que a quien escucha. Aunque quien escucha, está comprendiendo bien lo que las palabras transmiten. Según Ctesipo, Hipotales no es digno de crédito y quiere desacreditarlo, como antitestimoniando sus palabras. Sin embargo, insisto, lo que sucede es lo contrario, la negación de sí. Ctesipo es la afirmación rotunda, el testimonio más claro, el testimonio necesario porque no es uno de sí mismo, sino que otro viene a confirmarlo.
Dice lo siguiente el desconcertante Ctesipo:
No está en sus cabales, terció Ctesipo; de verdad que desvaría y está como obsesionado.
οὐχ ὑγιαίνει, ἔφη ὁ Κτήσιππος, ἀλλὰ ληρεῖ τε καὶ μαίνεται.
Es decir, hay algo en Hipotales que Hipotales no puede negar. Qué sea y cómo se nombre, eso sí es clave para comprenderlo. Pero se está viviendo. Lo que ocurre es que esta "imantación" de la persona, de sí hacia fuera de sí, es habitualmente confundida de muchas maneras. Es realmente interesante, porque pone de manifiesto junto a la "imantación" algo desconocido y desconcertante, que da a la persona una obsesión y locura, algo impropio de lo común, algo verdaderamente extraño. Tiene una "manía".
Tremendo.
Sócrates obvia a Ctesipo y no se dirige a él de ningún modo. El importante es Hipotales y el compañero es, nada más y nada menos, que una injerencia, que ha servido de testimonio, contrariamente a lo que él le parece.
Y entonces dije yo: Oh, Hipotales, no necesito oír versos ni melodías, si es que algunas compusiste para el muchacho; el contenido es lo que me interesa para darme cuenta de qué modo te comportas con el amado.
καὶ ἐγὼ εἶπον: ὦ Ἱππόθαλες, οὔ τι τῶν μέτρων δέομαι ἀκοῦσαι οὐδὲ μέλος εἴ τι πεποίηκας εἰς τὸν νεανίσκον, ἀλλὰ τῆς διανοίας, ἵνα εἰδῶ τίνα τρόπον προσφέρῃ πρὸς τὰ παιδικά.
Fin. No necesito oír: "El contenido es lo que me interesa." Tremenda vuelta, tremenda transformación. Separación, como sabemos, entre lo que se oye y lo que se sabe. Espero que se atienda suficiente a la fractura operada, porque se ha dicho de múltiples formas. Lo que hay es una captación esencial de la realidad, de la que no hace falta más prueba. Lo decisivo se ha dicho en el testimonio del amigo Ctesipo, aunque se ha adelantado sobradamente en la vergüenza y rubor de Hipotales, si bien no sabe expresarlo y solo lo vive, sin saber por tanto qué vive del todo. Lo cual, evidentemente, a ningún filósofo parecerá ni decisivo, ni último. Porque es un sí mismo propio, sin más, su inmediatez.
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