lunes, 17 de enero de 2022

LISIS. Día 17. (Platón, 207c)

Como el Lisis aborda el tema de la amistad, del buen trato y del amor, antes habría que preguntarse sobre su ideal. Está claro. Lo cual no es nada sencillo. Lo que inmediatamente encontramos son personas que quieren tener amigos, como dicen los niños. Es decir, verse rodeados de personas que hagan algo bueno para ellos, que los cuiden y protejan y que estén cuando toca, especialmente en los momentos difíciles. Más complicado es encontrar a alguien que quiera ser, en esas condiciones, amigo. Nadie querrá convertir su existencia en ser de ese modo para otro, si no recibe algo a cambio. Pero esa condición es la que destruye, precisamente, el ideal que empujaba la amistad primera, para hacer de la relación una alianza de mutua protección. Vínculo que será, como conocen bien los sofistas, siempre contra otros y motivo de grandes injusticias y males. La historia lo repite incansablemente y es lo que encontramos deteriorado en muchos grupos en su vida cotidiana. No son amistades animadas por el amor, sino alianzas motivadas por otros intereses. Por mucho que se critique a no pocos grandes de la razón que lo han visto con claridad, esto es indiscutiblemente cierto. Y siendo posible, es también exigible. 

La modestia de Sócrates a la hora de comenzar un diálogo no existe. Va directo al tema, aunque sean jóvenes. De las riquezas mejor no hablar, porque ya sabemos que dividen y enfrentan. Así que vamos por el otro lado, lo que une, lo que comparten. Con una radical objetividad, sin entrar en los detalles que hoy llamaríamos subjetivos o íntimos. 

Y según se dice, son comunes las cosas de los amigos, de modo que en esto no habrá diferencia alguna, si es verdad lo que decís de la amistad. 

Dijeron que sí. 

οὐκοῦν κοινὰ τά γε φίλων λέγεται, ὥστε τούτῳ γε οὐδὲν διοίσετον, εἴπερ ἀληθῆ περὶ τῆς φιλίας λέγετον.

συνεφάτην.

El primer paso es, en la misma pregunta, el descentramiento de los amigos haciendo aparecer algo fundamental: un espacio común, asuntos comunes, la comunicación interpersonal, la mutua afectación. En el caso de la amistad, por elevarlo por encima de otras relaciones, lo común es todo. Todo aparece vinculado y, por consiguiente, es de mutua pertenencia. Expresiones muy sublimes hablan -o incluso cantan- de este modo a la amistad. Pero es fundamental reconocer que cuando se busca qué sea la amistad no se reduzca al plano del acuerdo sobre alguna cuestión, de modo que se establezca una concordia o un pacto de intercambio, sino que está más bien animada por un raro espíritu, desconocido para la humanidad en todo tiempo, pero quizá más que nunca en este siglo, donde el individuo cede gustosamente y con placer a la unidad más plena. Y precisamente en esa plena unidad con el otro, que se canta siempre más exagerada e hiperbólicamente de lo que es en realidad, se celebra ampliamente la vida. Lo característico del amigo no es el compartir, sino el descubrimiento de lo común, de lo desapropiado, del "nuestro" y su celebración. 

A esto se une el apunte sobre la "no diferencia", que no es exactamente "igualdad". En la lógica de la identificación habría desaparecido. Pero el hablar de "no diferencia" implica ya una diferencia que ha sido borrada, por tanto "indiferencia" hacia la diferencia. Un movimiento de reparación y contraste, de provocación sobre la división y la originalidad y separación de uno sobre otro. Un instante de máxima tensión, capaz de arrancar a uno de su sí mismo en el que vive perpetuamente. Pero aquí no hay tanta vuelta y revuelta sobre esa subjetividad doblegada al egoísmo, salvo en la carga irónica de la pregunta. Aquí lo que se pretende es una objetividad no lograda que, en la pregunta, se hace requerimiento. Si el amigo es requerido por estas palabras y las vive aceptándolas ya se ha posado sobre él una exigencia de la que no será fácil salir. 

Es el punto de partida, por otro lado. Que más que eso parece punto de llegada. Lo cual en la amistad es así. Porque no existe tal fuera del devenir histórico, por tanto de la libertad, que siempre será libertad en plural comprendiéndose como relación humana. Es decir, que se añade al dramatismo de la cuestión que idealmente todo el mundo busca y que en su concreción nadie logra plenamente la pregunta sobre la verdad o falsedad de tal amistad. Muy delicadamente Sócrates pone a prueba esa última condición, dando más bien a entender, para todos los avispados, que hay amistades que no son tales, que son más falsas que falsas, como también ocurrirá indiscutiblemente con infinidad de sentencias judiciales que son radicalmente injustas o con prácticas de piedad que sean impías. La objetividad del decirse amigos debe atender a la purificación de la intención de la amistad. Pero nada más objetivo que la vida en común para poner a prueba la intención del corazón y manifestarla. Sócrates actúa aquí sembrando la duda, proponiendo el diálogo. 

Como es normal, los jóvenes responden al unísono: "les parece conjuntamente que sí". Una respuesta coral en primera persona del plural, siendo una única voz que responde. Lo llamativo, y siempre me lo ha parecido a mí, es que nadie pregunte a Sócrates algo sobre sus preguntas, que nadie intente matizar. Porque queda mucho por aclarar y esclarecer en lo que ha dicho. Sea como fuere, la amistad de Sócrates dista mucho de un momento de alegría compartida y de fiesta con final por todo lo alto. 




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