domingo, 5 de diciembre de 2021

ADVIENTO. Libertad, para qué te quiero.

El azote del pesimismo por el pesimismo, sin experiencia alguna de vida y como análisis de los otros recorre las páginas que se consideran más humanas en nuestros tiempos, sin dejar títere con cabeza. No es la desesperación por la que creo que debe pasar toda persona madura, sino la desesperación alienante de nuestra cultura, que desea esclavos para satisfacerse a sí misma y seguir paseando entre las ruinas de las posibilidades que occidente ha ido desechando. Mi desesperación, la desesperación que considero necesaria, es esperanza, es una paradoja. Es el aviso de que por el camino de uno mismo no se llega a ningún sitio. Es la súplica que nace, por fin, el alma rejuvenecida por la gracia. Es la desesperación de quien ha querido vivir con sus fuerzas, sin esconderse. O incluso que ha puesto de sí todo lo que tenía para cambiar el mundo, de quien lo ha intentado y se ha dado. Y ve el resultado pobre y escaso, disociado y distanciado, roto en cierto modo, caído como nunca antes y se destapa la herida que llevaba sin recordar desde cuándo. La desesperación que, si no se olvida, invita, importa, trae sobre sí y reclama la esperanza como creatura traída a la vida por otro. En esta esperanza, sí creo. Ya no será la nuestra exactamente. Ya no será idolátrica. Por eso puede ser convertir en auténticos testigos, porque ya no se trata de sí mismos, y por eso mismo puede sonreír, llena de gracia y alegría. Libertad, para qué te quiero, con lo que hay que andar. 

La escultura es de Esperanza d'Ors. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario