Los cristianos no celebramos el cumpleaños de Jesús, sino un nacimiento; no se trata de hacer memoria, sino de festejar el acontecimiento y participar de él. El cristianismo dice algo rarísimo: es Jesús quien, a partir de la Resurrección, se hace contemporáneo de todo aquel que quiera seguirlo. Y lo hace desde el inicio. Y comparte con quien quiera su propio nacimiento. La diferencia fundamental entre su nacimiento y el nuestro es que Él decidió nacer, fue un acto de libertad. Escogió madre, tiempo y lugar. Lo cual no deja de sorprender a la fe y que así lo sigamos repitiendo. Es un escándalo para el corazón cansado de la vida que considera que, en el fondo, esto no es más que un pasar en el que no hay que detenerse tanto y mejor distraerse y vivir dispersos hasta la última gota de tiempo que excederse en atención y concentración. Tenemos a nuestra disposición, para estos días, dos grandes relatos. Pastores y sabios. Ambos ven lo mismo. Pero su corazón ya está preparado y sus ojos desescamados. Hace falta demasiada vida para descubrir que Dios se da en debilidad y precariedad, en necesidad y para el amor desde el principio. Todo lo demás, a mi entender, cae dentro de la literatura, buena y mala. Este es el núcleo de estos días. Ver a Dios en una madre un hijo envuelto en vendas, puesto en un pesebre. No me gustan demasiado las representaciones que cierran las contemplaciones y que no amplían el entendimiento, porque se hace ideología con ellas. Pero en estas palabras no hay engaño. Se trata de una mujer con un hijo en brazos. No lo hemos debido explicar bien, porque hay quien no lo ha comprendido todavía: se trata de que Dios se hace hombre para mostrar que el auténtico camino para llegar a Dios es ser hijos, para incorporarnos por el seguimiento a su Filiación, a su relación particular con Dios Padre y con el resto de la humanidad, compartiendo con ella sufrimientos desde el servicio. No se trata de otra cosa. Esto va de celebrar que somos hijos siempre frágiles y queridos. Por cierto, preparar una fiesta requiere no poco esfuerzo. Las madres siempre están ahí.
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